Carlos Salinas no era amigo de Zedillo pero Córdoba sí y muy íntimo; existen pruebas para creerlo. Carlos está en el exilio desde su huelga de hambre y la detención de su hermano; Carlos y Ernesto cruzaron acusaciones mutuas ``por los errores de diciembre'' pero Córdoba (amigo entrañable de ambos) se mueve en el país tan libre como un dólar en el mercado y haciendo valer su poder como gran triunfador de la sucesión presidencial de 1994. ¿No era Zedillo desde un principio el candidato de Córdoba? Esta es una historia de esos tres amigos, cuya suerte flota al igual que la paridad del peso.
La política monetaria del país fue integrada al proceso de apertura económica. Salinas creó la ``autonomía'' del Banco de México respondiendo a una demanda norteamericana que reclamaba el fin del presidencialismo en materia financiera siguiendo la estrategia texana de 1847 con nuestro banco central: primero la independencia, y luego la anexión. Para ilustrar más, llega de Estados Unidos la siguiente especulación en relación a la pérdida de la amistad entre Carlos y Ernesto:
Que una de las condiciones últimas de Clinton a Salinas para firmar el TLC era mantener sobrevaluado el peso por lo menos durante un año a fin de que creciera el sector exportador de Estados Unidos hacia México; que la sobrevaluación significaría en un año, más ganancias para la economía norteamericana que la de los cinco anteriores, y que este empuje inicial abriría y haría irreversible las ventajas de los norteamericanos sobre México establecidas en el Tratado, una especie de superpacto financiero Si cedimos en muchas ¿por qué no en algo imperceptible, aunque fundamental? Este acuerdo de la sobrevaluación pactada tenía también del lado mexicano algunas ventajas sobre todo políticas, pues Salinas consolidaría su liderazgo, saldría sin descalabros devaluatorios y el ajuste se lo dejaría a su heredero que tendría el carácter ya no de presidente de un país, sino de procónsul.
Es falsa la versión de Oppenheimer (escribano dedicado a justificar las cochinadas de Estados Unidos en México y desafanar a su Congreso inventando una ``frontera del caos''), que la devaluación tomó por sorpresa a Lawrence H. Summers, subsecretario del Tesoro, pues la decisión de la fuga de capitales se inició primeramente con los inversionistas estadunidenses a lo largo de 1994 y se intensificó en octubre. En realidad nos hicieron el cuento chino de fabulosas pérdidas norteamericanas, cuando a lo largo de todo 1994 ya habían retirado gran parte de sus capitales. Antes de la devaluación sólo nos quedaban en las reservas 6 mil millones de dólares que se llevaron los socios de Salinas de la lista de Forbes.
Durante ese 1994 la sobrevaluación había logrado paralizar al sector exportador mexicano y anular su capacidad competitiva. El disparo de nuestras importaciones y déficit en la balanza comercial, estaba cubierto por la bonanza de la liquidez monetaria: dólares baratos, oferta de crédito, bajas tasas de interes e inflación anual de un dígito. Con la sobrevaluación del peso, el TLC se volvió una panacea para nuestros socios, pues durante un año se les entregó nuestro mercado interno mientras permanecían protegidos.
Seguramente Zedillo percibió desde su campaña que recibiría como país no un regalo, sino una bomba que le explotaría después del primero de diciembre. Quizás concertaron los tres amigos y Córdoba funcionó de árbitro, pero pasado el tiempo, y como éste todo lo cura, Zedillo ya se dio cuenta que la sobrevaluación tiene ventajas políticas internas aunque ello signifique recesión y paralización del aparato productivo y la inversión. Salinas inventó una nueva regla: el que llega devalúa y tiene derecho a sobrevaluar.
El actual deslizamiento a diferencia del de diciembre de 1994, ahora tiene el respaldo estadunidense y por eso no hay fuga masiva de grandes capitales; además ingenuo sería pensar en una macrodevaluación desestabilizadora previa a la reelección de Clinton. La firma del nuevo pacto significa que tanto el Banco de México, como el Tesoro estadunidense han decidido mantener el peso sobrevaluado a fin de favorecer el dinamismo y expansión de la economía norteamericana y trasladar el costo de este deslizamiento concertado al traspatio del TLC, sin contar con los beneficios que han obtenido ya por ``el rescate'' que, según dicho públicamente por Al Gore, les dejó 500 millones de dólares en intereses.
Mientras flota la amistad de Salinas, Córdoba y Zedillo, nosotros perdemos con las devaluaciones y las sobrevaluaciones; mientras ellos devalúan y sobrevalúan su amistad, el país flota en la incertidumbre.