Cíclicamente, analistas políticos anuncian la declinación de la presencia política del EZLN, y le recomiendan la inmediata entrega de las armas, mostrar la identidad de sus combatientes y su reinserción en la vida pública. Ponen como evidencia de su afirmación el aparente desinterés de la prensa, la debilidad de su fuerza militar y la dificultad que los proyectos organizativos a los que convoca han tenido para consolidarse.
Sin embargo, también de manera regular, los zapatistas acaparan primeras planas, movilizan amplios sectores de la opinión pública y convocan con éxito la solidaridad internacional. Durante la última crisis, un buen número de organizaciones empresariales de varios estados (destacadamente Cámara de la Industria de la Construcción) publicaron decenas de inserciones pagadas en la prensa llamando al subcomandante Marcos y al EZLN a regresar a la Mesa de San Andrés. Hasta la Asociación de Abuloneros de Baja California Sur pidió a Marcos no aprovecharse del surgimiento del EPR para continuar con actitudes intolerantes. Si esos desplegados fueron inducidos por alguien en el gobierno con vínculos en el sector empresarial o surgieron espontáneamente es secundario, pero muestran que el zapatismo conserva fuerza suficiente para preocupar a quienes no simpatizan con su proyecto.
¿Puede el EZLN seguir haciendo política como hasta hoy? Ello implica explicar las líneas de acción principales que han seguido para insertarse en la arena política nacional. En el centro de su estrategia está la lucha por la democracia, la justicia y la igualdad. A diferencia de otras experiencias político-militares, el EZLN no se plantea la toma del poder para lograrlas ni se asume como vanguardia del movimiento popular. Sostiene que se deben crear las condiciones políticas para conquistar estos objetivos. Lo militar es, en esta lógica, instrumento para estimular los procesos de organización social que faliciten el derecho a que la gente pueda escoger.
El EZLN ha ingresado en las coyunturas nacionales con cuatro líneas de acción. La primera es a través de lo que Enrique Semo llama ``la paz armada'', esto es, los zapatistas mantienen su declaración de guerra al gobierno, conservan las armas pero no realizan acciones de militares ofensivas y, simultáneamente negocian la paz involucrando en el proceso a amplios sectores. La segunda es promoviendo un conjunto de proyectos organizativos en torno a plataformas políticas, o a convocatorias para la acción sobre temas específicos. En esta dirección hay apuestas como el MLN (Movimiento de Liberación Nacional), la CND (Convención Nacional Democrática) o el Frente Zapatista, e iniciativas como la Consulta Nacional y el Intergaláctico. La tercera es por medio de un conjunto de proclamas y tomas de posición alrededor de problemas específicos o de fechas clave en el calendario político nacional. Finalmente figura un conjunto de acciones ligadas a su desarrollo como fuerza clandestina que escapan al conocimiento público, tales como la creación de representaciones políticas en ayuntamientos y regiones de Chiapas.
Los zapatistas han avanzado lentamente en la constitución del Frente y de un amplio equipo de asesores, en el impulso al movimiento indígena nacional, y en la estructuración de una corriente de simpatía, que es más un estado de ánimo que una fuerza organizada. Su presencia es mucho mayor en el sur y centro del país. Está más localizada entre la juventud, comunidades indígenas, intelectualidad y organizaciones de pobres urbanos, que entre el movimiento sindical, organizaciones campesinas y clases medias. Conservan la animadversión del círculo empresarial, del establishment político y de los grupos de poder, y una parte de las ONGs que los apoyó en 1994, hoy tiene una actitud de reserva hacia ellos.
Como señalaron Carlos Monsiváis y Octavio Rodríguez, los zapatistas pusieron su destino en manos de la sociedad civil, y ésta ha resultado menos organizada de lo que exigiría el tamaño de los retos. Asimismo, una parte muy relevante de sus simpatías proviene de la búsqueda de una paz con justicia y dignidad, y no del discurso de guerra. Simultáneamente, excepto en aquellas iniciativas que desarrolla desde sus líneas interiores, en el resto de sus acciones en el marco de la política nacional, el EZLN debe apoyarse en amigos o aliados y no en sus fuerzas propias, ello implica dificultades de operación importantes.
Así las cosas, esta matriz de intervención en la vida política nacional parece llegar a su límite. Su agotamiento proviene no de que haya caído su popularidad sino, paradójicamente, de sus éxitos, su capacidad de convocatoria, sus simpatías en franjas significativas de la población. El momento de las definiciones para el EZLN proviene no de una derrota sino de un triunfo: haber logrado abrir caminos de participación política y de esperanza a muchos miles de mexicanos.