Acaba de anunciarse, junto con otras cosas, el aumento de las tarifas eléctricas que regirá hasta fines del año próximo. Esas tarifas son el ingreso básico del sector eléctrico, y al mismo tiempo una fuente de conflicto en una serie de casos en los que el poder de compra se ha visto reducido en comparación con lo que se paga por el servicio.
En diferentes momentos hemos hablado de la disminución, sobre todo a raíz de las devaluaciones de 1994 y 1995, del ingreso real del sector eléctrico frente a los costos de producción de la electricidad, que en alto porcentaje aumentan con el dólar. No sólo las importaciones: también la deuda externa del sector, y los precios de los combustibles más empleados, se mueven en función del tipo de cambio peso-dólar. Y el aumento, en 1995 del orden del 18 por ciento en promedio anual, en las tarifas, no compensó esta elevación de costos. Sin embargo, el ingreso de muchas personas, pequeñas empresas y municipios aumentó en este tiempo más despacio que ese 18 por ciento; en otros casos ese ingreso se redujo o, de plano, desapareció debido al creciente desempleo. En otros más, las tarifas son muy bajas y representan un subsidio, como en el caso de empresas que reciben la energía en alta tensión.
En lo fundamental, no se plantea ahora un cambio en la estructura de tarifas, sino un aumento gradual que pretendería compensar el aumento de los costos del sector eléctrico a lo largo de este mismo periodo, hasta fines de 1997. Se anuncian aumentos en las tarifas de mediana alta tensión que contribuyen a atenuar el problema pero no alcanzan para resolverlo. Tal vez se busque dejar para después de las elecciones del año próximo un necesario cambio en esa estructura, pero el hecho es que la fórmula que se adoptó dejará vigentes todos los problemas existentes por un año más. El sector eléctrico seguirá sin recursos suficientes para la inversión en nuevas plantas eléctricas, la posible participación de recursos privados seguirá inhibida por tarifas inferiores al costo de producción de la energía y muchos usuarios seguirán con dificultades para pagar. De los aumentos en detalle hablaremos cuando se conozcan de manera más precisa.
Un ejemplo de estas contradicciones se ve en Luz y Fuerza del Centro (LyF), que presta el servicio en el Valle de México y algunas zonas cercanas al mismo. Durante las recientes comparecencias de funcionarios durante la revisión de la Cuenta Pública de 1995, legisladores criticaron a funcionarios de la Secretaría de Energía por los altos subsidios a esta entidad, que se acercaban al subsidio sumado para el desarrollo de todos los municipios del país. Por otro lado, se ha dicho que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) cobra muy cara la energía que vende a LyF y que es la absoluta mayoría de la que esta última distribuye a los usuarios. Y es que por un lado lo cobrado a LyF, que en 1995 fue en promedio 19.1 centavos por kilowatt-hora (Kwh), se cobró en el mismo periodo a los usuarios de alta tensión a un promedio de 15.5 centavos. Pero por otro lado, ese precio promedio, alto frente al cobrado a grandes empresas de particulares, es inferior al costo de producción de esa electricidad. Caro para LyF que la compra, barato para CFE que la vende.
Entonces, el flujo de efectivo de LyF del presupuesto del año en curso, refleja esas contradicciones. Este organismo estaría gastando 12.5 miles de millones de pesos en todo este año. De ahí, 7 mil millones, más de la mitad, es para pagar la electricidad que recibe de CFE. Pero sus ingresos propios, por venta de electricidad al público, son de menos de 9 mil millones. Esto es presupuestalmente resuelto con una cantidad, en el renglón de ``subsidios y transferencias'', de casi 3.5 miles de millones de pesos, un monto alto comparado con subsidios en otras áreas básicas. Así como esto sucede con LyF, estas contradicciones no resueltas se expresan en otros ámbitos. Y aparentemente seguirán vivas por lo menos otro año.