Según un estudio basado en las pocos datos que existen sobre el tema, las mujeres están más expuestas y sufren en mayor medida que los hombres los efectos de las sustancias tóxicas existentes en el medio ambiente, en el doméstico y en el laboral. Igualmente, se ven afectadas mayormente por el uso de cosméticos, medicamentos, tabaco, alcohol y drogas. Aunque es un asunto muy importante por las implicaciones que tiene en la economía, las relaciones sociales y la salud pública, lo cierto es que no ha recibido atención suficiente. Si bien podría pensarse que el efecto de los tóxicos ambientales es similar para hombres y mujeres, ello no es así por causas externas y temporales que predisponen a que sea la salud de las mujeres la que más recibe efectos negativos.
Según la autora del estudio, Lilia Albert, reconocida toxicóloga, hay una desigualdad de géneros que se manifiesta a nivel social, alimentario y en el acceso de la mujer a los servicios de salud que no se expresa en las estadísticas sobre nutrición, situación laboral y las enfermedades que aquejan a las mujeres. Por el contrario, a veces hasta se oculta. Aun en familias de buen nivel económico hay discriminación selectiva hacia las niñas en sus primeros años de vida, mientras las atenciones se centran en los niños.
Cuando hay escasez de alimentos, las mujeres y las niñas son las primeras en reducir la ingestión. Y cuando aumentan, los primeros favorecidos son los hombres. Si las etapas de escasez coinciden con el embarazo o la lactancia, las implicaciones para la salud de las mujeres y sus hijos son muy graves, pero más en las niñas que reciben lactancia materna con menor frecuencia que los niños y por periodos más cortos. En igual sentido, la atención de la salud es de preferencia para los niños, asunto que se continúa hasta la edad adulta. Como resultado, las enfermedades relacionadas con la deficiencia nutricional (anemia ferropriva, malnutrición protéico-calórica, trastornos derivados de la deficiencia de yodo y de vitamina A) se observan más en las mujeres.
En cuanto a las condiciones de trabajo, en actividades como la floricultura y la industria microelectrónica, donde se usan diversas sustancias potencialmente tóxicas (disolventes, plaguicidas), se ocupa de preferencia mano de obra femenina en edad reproductiva que no goza de la atención adecuada en su seguridad laboral y protección de su salud. Y si la recibe, es menor que la brindada a los hombres. Igualmente tienen menor salario, apoyo sindical y acceso a los servicios de salud. Hasta les exigen pruebas de no estar embarazadas a la hora de buscar un trabajo. La doctora Albert añade la situación de desventaja en cuanto a condiciones socioeconómicas, las etapas fisiológicas de la vida y hasta en la presión social que por los medios de comunicación se ejerce sobre las mujeres de clase media y alta para que se ajusten a una imagen corporal ``socialmente deseable y exitosa'', pero que implica el uso y abuso de cosméticos, tintes, tratamientos para el cabello, aclaradores de la piel, dietas, intervenciones quirúrgicas, etcétera, para cambiar la figura.
No menos interesante es la descripción que hace la doctora Albert del papel de los tóxicos ambientales durante la vida de la mujer: desde el vientre materno, el organismo femenino puede estar expuesto a esas sustancias que llegan a atravesar la placenta. Así sucede con algunos metales pesados, los plaguicidas persistentes causantes de daños al sistema reproductivo o cáncer. Un ejemplo de lo anterior se tiene en el Valle del Yaqui, Sonora, donde los bebés traen ya su buena carga de plaguicidas y la madre a través de la lactancia les proporciona otros más. En el embarazo pueden también sufrir intoxicaciones que causan abortos, hijos con problemas de aprendizaje o muertes prematuras. Se olvida que la mujer sufre cambios fisiológicos que la pueden hacer más susceptible a algunos tóxicos o dañar al producto en su etapa intrauterina y durante la lactancia.
En el hogar, la mujer está expuesta a numerosos agentes tóxicos por alimentos contaminados, la combustión de madera o carbón para cocinar, o por latería y utensilios de cocina que contienen antimonio, cadmio, plomo, etcétera. En el trabajo puede estarlo a disolventes y otras sustancias utilizadas en las industrias química y microelectrónica, en los laboratorios químicos y farmacéuticos. Como no siempre las mujeres reciben la atención adecuada para evitar daños a su salud, el efecto en la sociedad es notable ya que no solamente trabajan sino que son responsables del hogar, de la crianza y el cuidado de los hijos, lo que deriva en tensiones adicionales que aumentan los riesgos y el daño por tóxicos.
Para evitar que esto siga así en México, además de voluntad política para garantizar la salud de la mujer, hace falta sumar la voluntad de la sociedad para exigir que se le den a los problemas brevemente citados la atención que hoy todavía no merecen.