Mensajes encontrados de la Iglesia en las Huastecas
Blanche Petrich, Tuxpan, Ver., enviada Ambos son cabeza de diócesis vecinas, la de Tuxpan, ``la puerta de la Huasteca'' y Huejutla, ``la perla de la Huasteca''. Las diferencias en su discurso, sin embargo, permiten medir lo antagónico que a veces puede ser el mensaje de la Iglesia católica.
Del lado de la Huasteca hidalguense está el obispo de Huejutla, monseñor Salvador Martínez Pérez, guanajuatense como Samuel Ruiz, distinto a él como la noche del día. Llegó hace dos años a estas tierras, que en su momento estuvieron bajo la influencia del antiguo vicario Arturo Lona Reyes, hoy uno de los más destacados pastores de la región sur, obispo de Tehuantepec.
En el Seminario de Huejutla y en la mayoría de las parroquias de la huasteca hidalguense predominan sacerdotes con un fuerte compromiso con los pobres. Pero el obispo que predica desde uno de los más hermosos templos agustinos del siglo xvi no comulga mucho con esa ``teología de la liberación''. Dice: ``Aquí no hay de eso. Aquí cada sacerdote sabe muy bien cuál es su rol en la sociedad. No es que tenga nada en contra de ellos, por Dios. Pero aquí hay sólo javieranos, que son muy buenas gentes''.
Del lado veracruzano está monseñor Luis Gabriel Cuara, michoacano de origen y llegado a la región desde hace siete años. Ahí el proceso ha sido inverso. Las posturas tradicionalmente pasivas de las parroquias se han revitalizado con los esfuerzos de muchos sacerdotes de acercar a la Iglesia al sufrimiento y las luchas de los pobladores de esta violenta y empobrecida zona. Hay muchos ejemplos, desde la parroquia del municipio Benito Juárez, donde predica el padre totonaca de Papantla, Lorenzo Vázquez, hasta Huayacocotla, donde trabajan los jesuitas Alfredo Cepeda y Francisco Ramos.
Indios bravucones o existencialistas
En Huejutla, en explicaciones dadas muy a la carrera, el obispo Martínez Pérez describe así la situación:
``Aquí no hay nada de rebeldía ni cosas de esas. El gobernador es ajeno a este movimiento reciente del Ejército. Pero aquí no pasa nada. Todo lo que se dice afuera es producto del amarillismo de ustedes, la prensa.
``El otro día me pararon en un retén. Llamé al oficial y le dije: Oiga amigo, ¿qué cree usted que con esto van a resolver las cosas? No, con retenes no se resuelve nada.
``Es cierto que no hay credibilidad en las instituciones y que a veces esto se manifiesta de manera muy agresiva''.
--Hay comunidades por aquí que se ven muy mal, con mucha necesidad, mucha miseria...
--Ustedes quieren ver todo desde el punto de vista occidental. No entienden cómo piensa el indígena. El indígena sólo piensa en su interés personal y a veces obstaculiza la solución de sus problemas. De las denuncias que escuchen... no les den mucho crédito. En algunas comunidades, como en los Tehuecos, la gente se deja influenciar por lidercillos que vienen de Veracruz a agitarlos, se dejan mentalizar en contra del gobierno. Es gente con fama de broncos, de bravucones.
``Ellos se quejan del Ejército, pero entre el Ejército vienen peluqueros, odontólogos, soldados que hacen labor social en una actitud totalmente respetuosa del Ejército hacia la población. Sí es cierto que por aquí anda Seguridad Nacional, pero nomás andan recogiendo información. En toda la República lo están haciendo. Ahora, la cosa es que donde hay más peligro, están más. Eso es lógico.
--¿Entonces cómo piensa el indígena?
--Tiene mentalidad conformista. Y eso no sólo aquí. A nivel nacional ¿eh? Con que tengan para comer al día siguiente... Si hubiera venido aquí el existencialista, el muchacho ese, (Jean Paul) Sartré, hubiera prendido entre ellos a las mil maravillas.
--¿Y la situación de las tierras?
--Un desastre. Antes de la expropiación de 1975 la Huasteca colocaba 20 mil reses mensuales en el rastro de Ferrería. Con la anuencia de Echeverría esas tierras ganaderas fueron invadidas. López Portillo las repartió. Ahora mire usted nomás esos potreros vacíos. Eso ha generado mucho resentimiento de los ganaderos contra los indios. Pasan los ganaderos y ven sus terrenos ociosos. Es el mismo problema de la reforma agraria de Cárdenas. El mismo problema.
Sospechosos de ser revolucionarios: Cuara
En Chicontepec, de visita a la parroquia Santa Catalina donde se lleva a cabo un encuentro de párrocos de la región, el obispo Cuara López dice que a veces la denuncia que hacen los sacerdotes sobre el sufrimiento de la gente ``se pierde como un grito en la pradera. Nadie nos escucha''.
Muchos de estos párrocos viven bajo una especie de Estado de sitio. Los domingos, en misa, entran agentes de Seguridad Nacional o de Inteligencia Militar con grabadoras a monitorear sus sermones. Donde hay teléfono, reciben constantes llamadas para checar sus movimientos. En los lugares más remotos los retenes se instalan frente a la casa cural. Algunos son amenazados abiertamente. ``Es una sospecha constante sobre todos nosotros, como que nosotros fuéramos a organizar la revolución'', dice el obispo. ``Es una tontería. Lo que menos queremos es una revolución armada. Pero tenemos el deber de promover la justicia y la igualdad. Este es deber de todo hombre bien nacido''.
Ha hablado sobre el hostigamiento a la Iglesia con el gobernador Patricio Chirinos, pero éste le ha dicho que no tiene noticias de que esto ocurra.
Cuara es un obispo preocupado. ``Hay comunidades donde yo quisiera ver por lo menos un rostro sano. No lo hay. La gente come tan mal que no se muere, pero tampoco vive. ¿Qué educación hay? Es tanta la ignorancia que no saben ni qué pensar ni qué decir. Es muy fácil incendiar gente como esta''.
La diócesis de Tuxpan fue creada hace 30 años. Cuando este obispo llegó, siete años atrás, sólo había cuatro sacerdotes para toda la región. Desde entonces se han ordenado 20.
Sobre las organizaciones de la OIPUH, entre las cuales se encuentra el Fedomez, al que algunos vinculan con el Ejército Popular Revolucionario, dice: ``Son organizaciones que luchan por la reivindicación de los derechos indígenas y en especial la tierra. Son grupos que ven que el PRI no responde. No sé hasta qué punto hayan cedido a la tentación de una propuesta violenta. Ellos dicen que no. Sus acciones no son violentas''.
Según Cuara, los pueblos de las Huastecas son ``socialmente pasivos''. A diferencia de lo que ocurrió en otras latitudes, el levantamiento en Chiapas del primero de enero de 1994 no despertó aquí las conciencias. ``Creo que despertó más al gobierno, y que por la igualdad de condiciones de pobreza creció la sospecha en contra de esta gente''