La Jornada Semanal, 27 de octubre de 1996


Los lados de la frontera

Daniel Sada

Daniel Sada (Mexicali, 1953) es uno de los más originales narradores mexicanos. Heredero de José Lezama Lima, el romance español y el corrido mexicano, Sada ha escrito largas narraciones en verso que acaso funden un género propio y que para no violentar las convenciones llamamos "novelas". Este domingo, el autor de Juguete de nadie, Lampa vida y Una de dos nos entrega un relato sobre uno de los temas que domina con pericia de contrabandista: la frontera.



A unos cuatrocientos metros del Puente Internacional de Piedras Negras, Coahuila, se encuentra (ejem) del lado mexicano un parque recreativo, justo en el límite de una apretura del río Bravo, cuyo ensanche no llega a los seis metros. No importa el número de volantines, sube y bajas y resbaladeros distribuidos en un espacio no mayor que el de una plaza de pueblo: calcúlense mil metros, y de las atracciones cuéntense acaso tres de cada una, amén de un laberinto de fierro: desolado, porque raro es el niño que se trepa hasta arriba y más raro el adulto que lo deja hacer eso.

Y he aquí que: sirva todo lo anterior para llegar a una clave: la excepción son los columpios: el número se triplica: nueve, diez, pónganle once. Son columpios estratégicos colocados a dos metros de las aguas del río Bravo para Desde el puente es facilísimo ver balancearse y volar a hombres, mujeres: día y noche, pero también es bien fácil evitarlo si se quiere: se querrá quitar de allí los columpios?, cuándo, pues? No es difícil (pero). Nadie hace nada al respecto, ni los aduaneros gringos lo sugieren, cuando menos, ni los mexicanos lo hacen mientras no se les presione Aunque, bueno, a lo mejor un día de estos, ojalá!, pero...

Ojo!

Ésa sería una opción.

Otra más conocida, e igual de descarada, es la siguiente, o sea y he aquí que la distancia es casi igual: a cuatrocientos metros más o menos, pero del lado opuesto del susodicho puente, digamos, hacia el este, se encuentran los polleros. Habrá que describirlos en una sola frase. Ergo (al menos los de aquí): son batos cuya fama se basa en la pasada en llantas de tractor de ilegales futuros a quienes se les cobra un dólar solamente para que no se mojen. Camón!, mai felou contriman, dats is so veri incredibl. Yu quen tu irn guans living jir so gud. Larguísimo el asunto y aún así incompleto; penosa la tarea del acarreo constante, y contimás perversa y arriesgada.

El trato con los polleros.

Eso lo supo Egrencito al llegar a la frontera para hacer prontos sondeos deslindando pormenores: margen de riego:lo menos: entre una opción y la otra. Tal como se lo contaron en la Central de Autobuses de hecho hizo el recorrido. Observó con parsimonia: estuvo en el dizque parque recreativo para niños donde cuáles?: no había ni uno, pero sí seis-siete adultos en principio, desde luego, forguards or breizens or imprudents, and dei resolut for ol, quienes sólo merodeaban los columpios estratégicos: cerca, al tiro!: cada vez: más y más midiendo al tiento metros mentales y a ver Dos fueron los atrevidos. Egrencito, desde lejos bajo la sombra mezquina de un pirul joven que estaba casi a la entrada del parque, los vio balancearse a un tiempo y volar casi perplejos. Su caída fue de pie; su escabullida: arrastrada: bajo la malla de alambre, por un como recoveco. Y los otros: animosos: en vías de emularlos, pero...

La desidia puede ser un sentimiento cruzado. Es un afán que se estrella contra un enigma y se abate, pero sigue todavía como rastra demoniaca. Los lados de la frontera: y el agua que besa y besa las dos orillas en medio: digamos que hay que librar tal perversión cuanto antes, que sea conquista: ojalá!: sobre todo de aquí para allá. Recapacitó Egrencito, no le gustó tal relance porque no quería volar.

Egrencito: su pasado, y el límite rompedor: justo aquí: la novedad: contra la ida hacia atrás; fue, por cierto, poco a poco, y de hecho se retiró para ir con los polleros. Tal como se lo contaron en la Central de Autobuses, ellos estaban en acto a unos cuatrocientos metros del Puente Internacional de Piedras Ne... basta, pues!, y mientras tanto su historial: pardo o grisáceo: repleto desde su empiezo de necesidad y media (genérica la noción): miles!, es decir: raudales: en el seco panorama de su vida ya hecha garras: jis grand and biuriful sorrou meibi quen bi lirl stil. Qué lástima darse cuenta!, y así seguir repensando en su historial sude y sude bajo el solazo asesino. Eran las dos de la tarde. Una soda? Más al rato. Mientras tanto soportar como un cristo aquel viacrucis. Tremendismo a cada paso. Pues fue lo que fue, de suyo, y no había hacia dónde hacerse, porque: cruzara o no la frontera, lo negro de su conciencia lo perseguiría con fe, hasta el fin, y aún después: hasta el mismísimo infierno, y cómo solucionarlo? Aguantándose Quisiera Preso en el estiramiento de una tensión hasta, o contra, o en un límite impreciso que se tardaría en romper. Consecuencia postergable: alimentada (y muy mal) por un cinismo que no, que quizá de cabo a rabo fuese pura ingenuidad o abstracción que desmerece porque juega al desconcierto. Lo contrario sería entonces poner orden mal que bien a sus ideas descompuestas.

Cinismo ingenuo: qué tal? Más bien suena a confusión, y más si por vanidad no se le diera la gana de arrepentirse, postrarse, y que los dedos sociales de veras lo condenaran, por canijo, por ladino, señalándolo en abstracto.

Oh!, pues sí, pero, digamos, ya estando en la correntía: Oh mai man, bi querful güit di engreigd persons: a lo que: por mucha ira o llámese desahogo que haya de las multitudes: la culpa también espera, tanto como la indulgencia.

La gente es perdonavidas: a la larga, aunque...

Porque sí, de todos modos, lo real eran sus pecados: asesino (para siempre) de Crisóstomo Cantú; y al respecto, como treta, se pudieran pretextar sendos amagos en serie cuya largueza excitó su nerviosismo a favor de aprovechar: por ejemplo: el más pequeño descuido de su verdugo en potencia. Mochín con cara de ángel que a lo mejor negociando hasta podía convencerlo que lo tirara en el monte, pero vivo, sin dinero, a la deriva?, pues no, eso resultaba tosco, antes bien, inconveniente. Y matarlo a quemarropa fue de veras victorioso. Fue en defensa personal. Así que, en última instancia, debido a contingencia tan prieta como variable, el crimen, amén del robo: en la mitad del desierto, y en virtud de tantas curvas retorcidas en la cuesta (dedúzcanse los mareos), se descarta de un plumazo lo tenido (tras pensarlo) como lo más conveniente. Tacha: olvido: aunque el estigma!

Sin embargo, lo ocurrido horas antes: se recuerda?: en la espaciosa oficina del alcalde de su pueblo, el modo de responderle a tan suprema figura, eso sí lo corroía. De ahí que luego se explique el motivo por el cual lo sacaron a la fuerza de Lamadrid como lastre que era mejor alejarlo dándole su merecido en vez de echarlo a la cárcel municipal por diez años teniendo que soportar sus burlonas peladeces.

Categórico el dolor construido con palabras. Las palabras de anticipo: ésas, las suyas, que a modo rumiaban su pensamiento: en lo bajo: mesmamente: sin calor, y sin embargo: dilatado-fastidiado.

Otrosí: principio y fin: sendos límites severos, donde acaso la extensión no tuviese refalseos ni resol de colorido, ni sosa linealidad, y sí, en cambio, fuese corta, e inclusive más angosta: como un río que pulsa adrede cuanto brillo en sembradío: apariencia intermitente: lujo de fluidez!: los hechos sobresalientes: decantados: ojalá!, pero cuándo si no ahora? Y esa vez, al caminar, se alargaba su dolor entre un estira y afloja. Dicho sea: su pensamiento: doloroso: a-su-pesar, iba y venía a contrapelo de la farsa al melodrama tentaleando a ver si acaso Y cuando sudaba harto y tenía sed y no quiso, por lo pronto, beber algo, detenerse dos minutos para surgió el revés esperado: la comedia de alivio, como frescura fugaz. Dos ideas para empezar...

Había sido recadero.

Tenía novia en Lamadrid.

Entonces, ahora sí Lo uno ayudó a lo otro y entre lo uno y lo otro se interpuso el corre y corre. Los avisos oportunos: darlos a quienes debía. Fue un modelo de eficacia que no se repetirá.

(Son las aproximaciones las que hacen el simulacro.)

Pero tal cual no es posible ninguna repetición...

Ah, pues sí!, quién lo dijera?: convención sanfranciscana: enfermísima, y no obstante, política y campanuda, por recurrir todo el tiempo a un modelo absoluto. Y ojo!, porque, dado el caso, el modelo es Egrencito. Su regreso a troche y moche y por lo mismo de prisa: sin razón: pero fue así que barajó sus edades a lo largo de los años. Catorce, quince: no importan, y menos los precedentes empezando por los nueve en que no hubo grandes cambios; esto es y remachemos "la comedia del alivio": sus gestos como que no, y sus disgustos también.

Feliz en su medianía? A saber Bueno, en lo suyo cotidiano hasta que: a los dieciséis cumplidos...

Antes una aclaración: no hay en este mundo infame comedia que dure tanto ni se enturbie ni se aguante si no hay cual debe de ser humoradas transgresoras y un sinnúmero de equívocos que vayan de lo ridículo a la sofisticación. En aras de que se cumpla la comedia tal cual es, es mejor apresurar las acciones como sea y ponerle donde sea un falso final feliz.

Telón pues, y a volar todos.

Se rescata la tibieza o la dizque insinuación de la alegría de vivir.

Sin embargo no era el caso de Egrencito ni de chiste, pues le dolía hasta en los huesos haber dejado la escuela; sin estudiar qué esperaba? Destacaba ese dolor entre otros que por acopio recaían en su pobreza: incisión ya de por sí: la raíz ennegrecida y sus débiles potencias; y de ahí florecimientos?, o disparos?, o qué más?...

De tantas repercusiones los disparos significan, dado el caso, mucho más, porque son las intentonas por desprenderse a la brava de lo que a las claras es una mancha o un gran "pero" para siempre indisoluble.

Insana obnubilación como hipótesis de un sueño en que de pronto aparece una figura a cercén, y Egrencito vagamente la recordó y la asoció con su temor bien fundado! de que lo andaban buscando para surtirlo a balazos. Primero un baile grosero al dispararle a los pies y luego la despachada; entonces, como en tinieblas, aparecía la figura de una catanga sin toldo: ostentosa, ribeteada, de donde quién lo creyera? al unísono salían cien disparos hacia el cielo de flechas que en su caída regresaban hacia él: a clavársele: quizá: cual lluvia perseguidora que lo obligaba a correr.

Su pobreza: correría.

Correr, correr y correr, como norma de por vida: e ideal: ergo: su trabajo de recadero sudado.

Pero a eso renunció: decisión aparatosa: la tal carta desgarrada, donde, para bien o para mal, machacó cada palabra cual si pagara un pecado La carta: cara, crucial, sobreleída, no obstante, por el alcalde energúmeno.

Consecuencia: ya se sabe, y he aquí que caminaba sin mensaje, para colmo... Téngase que es chirigote lo excesivo de un revés, pues resulta que el mensaje a él se lo iban a dar? Lo esperaba, lo quería.

Y fue entonces que avistó en el río a una muñidiza.

Pese a andar hecho un guiñapo, por la hambreada y la sudada y aparte la resistencia a beber antes de... no!: primero acercarse a tientas

Rumbo a la curiosidad: los poulleirues ondergraund, for di bisnes: in di river Y así pues deformaciones tan elásticas, tan gachas: lo que ya le habían contado y con detalles de sobra en la Central de Autobuses: Los poulleirues... o mai god! Lo que estaba por oír: espaninglich o texmex? Prosopopeya lejana, todavía, pero no tanto.

Y cuando tuvo a un pollero (lo supuso) frente a él, no esperó ningún mensaje, sino que se adelantó:

Cuánto cuesta la pasada flotadora a Gringolandia en la llanta de tractor?

Cuesta un dólar, más propina.

Y la propina es de un dólar?

Si tú quieres, pues o quei.

Bueno, déjeme pensarlo... Al ratito me decido.

(Golpe a golpe, pian-pianito y sin que se diera cuenta a los dieciséis cumplidos entró en la fascinación. Días más, días menos, digamos, experimentó en su cuerpo y en su mente sobresaltos radicalmente distintos a las manidas sosainas que rubricaban su ánimo siempre en estado de esplín, tal como si fuese un hongo. Versóse pues su viveza: perfilada ya de suyo: en ir descubriendo a modo chispa tras chispa en los hechos y también en sus visiones, a sabiendas, desde luego, que su suerte cambiaría cuando menos lo pensara. Y así fue Una vez tocó una puerta y: revelación inequívoca; antes de dar su recado hubo cruce de miradas con una huerca preciosa: la que le abrió: conexión, si se quiere: alegoría, y sonrisas como adorno de un regusto progresivo: de ambos: repaso y repaso, y sin habla que sirviera. Entonces amor-olor, o el amor por el olor... Y de ahí para adelante las visitas por las tardes: simulacro de otra cosa. Y después las escapadas sin permiso de los padres y contimás agarrados de las manos corre y corre hasta... El noviazgo había empezado con unas cuantas palabras. Noviazgo que olía a jabones, es decir, la variedad en reborujo de aromas, más o menos, pero más: al fin encanto-enseñanza: tras las mezclas misteriosas, y así muchos besamientos: más los hilos llevaderos hacia un infierno en ascenso, enllegando sin problemas a un cielo harto colorado, donde, como si flotaran, hubo sí... no?... poco a poco... algunos calzonamientos, ergo: ya: tres calzoneadas, y hasta ahí porque el deseo debería prevalecer... Una cuarta calzoneada ocurrió lerda caray!: con manos tarantulosas en una orilla del pueblo, atrasito de unas milpas, bajo el cobijo lluvioso de un anochecer a rayos. Batidero. Enlodamiento: largo: muy entretenido. Y cuándo algún pelamiento? Nomás hubo uno en el monte: locamente, dicho sea, en una como hondonada: y la suavidad en punto buscando coronación; mientras frágiles amarres, larguísimos figureos de encueres prenda por prenda, y así más y más sabores dale que dale hasta que... lo inolvidable!... Júzguese cuasiperfecto porque no hubo premio alguno, o sea un retoño después, como siempre es de esperarse, sino vaya, por demás!: nomás las puras movidas, tantas como lo afigura hoy el color del recuerdo... El amor dejado: un ascua!, y más lejos quedaría si ahora cruzaba el río. Egrencito repensando cual si volviese al esplín o a enconcharse entristecido aunque: tras los acontecimientos en alud precipitados, bueno, mejor llamémosle Egrén porque ya era un asesino: duda contra sortilegio y torbellino sin freno, y además, como resabio, el vago chisporroteo de la imagen extasiada! Un rostro perseguidor aquel de la noviecita y su boca llamadora nomás diciendo su nombre: Egrén... Egrén... Egrencito... Luego cuántos calificativos!: Lindo... Precioso... Adorado... y más dulzuras como ésas que él juzgaba verdaderas.)

Pero estando en donde estaba: ahora: para acabarla: era, más que novio triste de una novia melancólica, asesino de Crisóstomo. Sello incómodo, mendaz. Y: al margen la horripilancia para él porque a resultas el crimen fue necesario. Aunque... La culpa era el correlato de un castigo que si bien podría no ser sino idea o deseo que se prolonga y al cabo se desvanece, quedando así establecido que en principio para nadie sería fácil encontrarlo y capturarlo y por ende: transcurridos ya tres días del siniestro en La Muralla aún le sobraba tiempo para hacer cálculos obvios. Porque: de ahí a que se dieran cuenta en dónde andaba y aparte: si vivo, si muerto: dónde... Hacia el norte (muy probable), pero hacia el sur (podría ser?); si estaba en medio del mar, nadando, remando o qué, y mientras las vacaciones sin problemas dinerosas!, hasta de una semana de este lado, todavía, neciamente en Piedras Negras: jocundo, Egrén, bizbirondo, como nunca lo había sido, dándole vuelo a la hilacha en los naigclubs chupe y chupe y baile y baile y así de plano en la guala entre alcohol y volantines grite y grite reteagusto en compañía de mujeres bastante experimentadas en eso para empezar... Eficacias a favor de una dizque restricción: un afán turbio a cercén por conservar la pureza de un degenere hasta el tope, que no es, a final de cuentas, sino alegría desmedida. Hasta podía contratar a dos o tres guardaespaldas, eso sí, muy bien armados (sólo durante una semana), para hacer lo que quisiera...

Pero no era para tanto.

Tantísima papeliza y monedas en las bolsas de su pantalón terlenka, merecida, dado el caso, y misma que se tocaba como para acariciarse, tan despacio como apenas: pesadumbre por deslinde, y en cambio por dignidad el tentaleo era a sabiendas de que ya era poderoso de este lado por lo pronto!, y del otro por qué no?

Victoria o ascua en el límite: sensación desdibujada cuyas líneas tan sólo eran horizontales, difusas, y no obstante inverosímiles. No la aventura, no el ansia: sino... Viaje a tientas hacia donde un resguardo era factible, se atisbaba como un centro: último e indispensable: fresco oasis anchuroso, porque, cierto, hay que advertirlo: del otro lado sería más hermano de su hermana, la que vivía en San Antonio.

Allá, entonces, su delirio...

Mientras tanto lo pendiente. Esto es: a contracurso: cual emplasto membranoso cruzóle una idea grisácea, digamos que en apariencia; grisácea por conjetura, pero: tornábase de repente en negruzca, negra ya, y otra vez, por conjetura, roja casi hasta el final.

Visto, empero, tal emplasto como espelunca en el suelo, o algo así como un repuje transitivo de colores desdichados que no era ni sustancia ni tintura, ni prodigio que, de pronto, se le antojara tocar: a Egrén por curiosidad: llevado: no!: meras ganas: sino sólo presentirlo: verlo como lo veía!: magia a fuerzas, contimás paradoja inextricable que guardaría en su memoria como un rebote macabro. Desde el suelo el brinco cafre enllegando a sus adentros. Asociación expansiva que aún pudiera contraerse: a modo: justo al instante que Egrén alzara su vista para contemplar de nuevo la tarea de los polleros, la agitada muñidiza, en contraste con su zote zozobra malencarada, siendo que al ver hacia el río: la llanta yendo y viniendo, con personas o sin ellas, en su mente se estiraban decursos que a bote y vole sufrían un apagamiento, se adelgazaban quizá, se interrumpían casi adrede... Y el emplasto continuaba en dirección hacía el norte?

Oh mai frend, mai ólgüeis cáuarli, luc aut for, bi querful, yes, its culd bi tu teic siriousli, and is beder dan yu put el sombrerou de rancherou y órale pues güei tu go. En tan deshuesado idioma la tan probable latencia, aciaga por contingente.

Algo por vivir a fuerzas, pero después, muy después...

Ahora, como un capricho, el emplasto eran las huestes del alcalde don Romeo: tras sortear suposiciones: andándolas pese a pese, ni siquiera a la mitad: diez recules, diez intentos, y la búsqueda, de veras: Qué dilema tan zorrero! Otrosí: el emplasto acaso se tardaría en ensanchar: tantos puntos fronterizos. Egrencito... a l-a d-e-r-i-v-a?!... Ahora que: si las huestes susodichas no lograban capturarlo, seguro, como desquite, arremeterían primero contra sus progenitores y luego contra... (cruz!, cruz!... no!, no!, por Dios!... por favor!... su novia no!...); y para el caso Egrén tenía que rezar durante muchísimas horas; penitencia a contracurso cuando la disipación, cuando el viaje sin retorno? Lo demás: imaginarlo: macabras despachaderas; novia y padres pagarían con sus vidas la bajeza de alguien que nomás mató para que no lo mataran. El respeto, dicho sea, sugería algo similar y: aun las repercusiones, a saber si... Contra tíos y primos no, menos contra sus hermanos, dos todavía eran bebitos, y menos contra la otra, la mayor, tan fantasmal, tal lejana y tan quitada de la pena todavía, aunque... bueno... no era tan inconsecuente el hecho de que estuviera avisada del siniestro.

Ya?!

Es que: la cosa era peliaguda... Egrén, la mera verdad, no sabía si continuar o regresarse cuanto antes a Lamadrid por su novia.

Al rescate?, para qué?

La amenaza del alcalde quedaba sobreentendida.

Y aparte, para acabarla, Dios sabría qué hacer con todo.

Así que Egrén, decidido, se incorporó cual recalzo que lo empujara al garete y enfilóse con prestancia hacia donde los polleros. Puesta su mano derecha como si fuese visera de cachucha de beisbol, al tanteo anduvo buscando a aquél con quien había hablado... Lo avistó en la otra orilla, alzando su brazo libre le hizo señas por demás. No hubo correspondencia. Sería él?, sí, desde luego, pues traía un chonguito curro atado con una liga, y era gordo relumbroso, se le notaba el ombligo desde acá, por Dios que sí! En torno a él revoloteaban tres chaparros ilegales. Ademanes. Discusión. Y acá Egrén como pandorga: ridículos ademanes; inútil su desespero, inútil saltar incluso, todo inútil porque nadie: la indiferencia, la duda: tal vez lo mejor sería acercarse hasta la orilla o darse la media vuelta; ningún grito, y mientras tanto: dificultades y tregua, derrota y agachamiento. Mapa en su mente: porción: lo que restaba de México: unos pasos hacia el norte: veinte acaso? Y el amor tan indeciso por su tierra: el patriotismo, hasta que... Antes: minutos en blanco: estático Egrén, y cursi, ya que: vaya!: fue notado cabizbajo y como lelo, parecía que hasta lloraba y eso provocaba risas en movimiento: discretas: unas más largas que otras: distantes, pero seguidas. Luego ocurrió lo esperado. Ademanes otra vez y:

Entonces qué?... No te animas?

Perdón... Sí... Me destanteó... Son dos dólares verdad?

Sí, eso es.

Y si paso y me arrepiento, usted me devolvería en la llanta de tractor?

Of cors, carnal, bac eguen, pero entonces ya serían tres dólares como mínimo.

Y si luego estando acá me quisiera regresar me saldría mucho más caro?

Mira, carnal, tate quieto... No tes jugando conmigo. Si tú quieres la pasada, pues o quei, vámonos ya!; y si no tan-tán, go on, vete a volar de una vez!

Le tengo miedo a la migra... Dicen que es muy golpeadora.

Pues saca tus papelitos y forgeret del problema.

Es que... Entiéndame Usted sabe... No es tan fácil, decidirse... A lo mejor luego vuelvo...

Y Egrén se dio media vuelta mucho antes de que muriera la tarde acá de este lado, porque del otro quién sabe.