La Jornada Semanal, 27 de octubre de 1996
La fascinación del paisaje de Tabasco y la polémica
figura de Tomás Garrido Canabal no se circunscribieron a la
narrativa exclusiva de los tabasqueños. Varios escritores
extranjeros visitaron México en distintos momentos de su
historia, logrando excelentes pasajes de la literatura
internacional. Entre los que se interesaron en particular por
Tabasco,destacan dos: el británico Graham Greene, sin duda el
que dejó una huella más visible con su novela El
poder y la gloria (1940), y Emmanuel Roblès, el amigo de
Albert Camus con quien compartía sus orígenes
franco-argelinos, en su relato Las navajas (1957).
Greene, anglicano de nacimiento, se convirtió al catolicismo en 1926, justo el año en que el padre Pro desembarcó en Veracruz para encontrarse con la muerte dos años después. En 1938, sus editores le encargaron visitar México, y de ese contacto surgió su crónica de viaje Caminos sin ley (1938), donde, además de mostrar un México convulsionado por la expropiación petrolera del régimen cardenista y por los preparativos de la rebelión del general Saturnino Cedillo, se encuentra la semilla de su novela.
Después de sortear varias trabas para emprender su viaje a Tabasco, logró hacer el traslado por mar desde Veracruz hasta Frontera durante cuarenta y un horas. "Para saber qué calor puede hacer en el mundo, tenía que esperar hasta Villahermosa", a donde llegó después de otras 12 horas de viaje para encontrarse en Tabasco, "el estado puritano, pantanoso, aislado, de Garrido Canabal. Garrido así decían había destruido todas las iglesias, había organizado una milicia de Camisas Rojas, y hasta les había hecho cruzar la frontera de Chiapas, persiguiendo Iglesias y sacerdotes".
Esa tierra, donde un gobernador con fama de intolerante había impulsado una terrible persecución religiosa, prohibido el consumo del alcohol, cambiado la mentalidad de los niños y formado el grupo de las Camisas Rojas, será el escenario ideal para relatar la fuga y búsqueda del último sacerdote, para mostrar la utilización del Pecado por la Gracia.
Según la narrativa ubicada en Tabasco, durante el periodo de Garrido o se moría víctima de la policía o del paludismo, enfermedad siempre presente y causa del desencadenamiento de la última novela con ese escenario.
Las navajas, de Emmanuel Roblès, tiene varias semejanzas con la novela de Greene; ambos relatos dan vida a personajes atormentados en parte por un medio que se vuelve incontrolable y que produce serios trastornos, así como por sus propias ideas. Tienen el trasfondo de la persecución religiosa, la aplicación de severas medidas antialcohólicas, y las dos desembocaron en sendos proyectos cinematográficos: El fugitivo, dirigida por John Ford, está basada en la obra de Greene; y Cela s'appele L'aurore, de Luis Buñuel, surge del relato de Roblès.
El escenario en las novelas sobre Tabasco cubre un amplio periodo que va desde el Porfiriato a los años treinta, cuando Tomás Garrido Canabal gobernó la entidad hasta su partida, en 1935. La particular forma de actuar de Garrido no se limitó a esos años, sino que su fama, con su innegable dosis de ficción, se extendió más allá de esa fecha, atrayendo la mirada de novelistas y aun de cineastas, con una secuela de numerosos personajes: escritores, políticos, educadores y artistas, que también dejaron huella de su paso por la exuberancia del territorio tabasqueño. Marcado por la enorme abundancia de sus recursos naturales, por el paludismo, por la persecución de distinto signo, por el amor y por la pasión del poder, Tabasco, además del uso reiterado de esos símbolos, mostró la existencia de un México diferente y poco frecuentado.
Pero no todo lo concerniente al problema de la Iglesia católica tuvo esa dinámica; pese a los conflictos intrínsecos, tarde o temprano y por la vía burocrática, el conflicto se resolvería, aunque se mantuvieran los resentimientos y se incubara la idea de la venganza. Uno de los acontecimientos más polémicos, que dejara una profunda huella en el estado y que aumentó fuera de él la leyenda negra del garridismo, fue el del poblado Epigmenio Antonio, anteriormente San Carlos, en el municipio de Macuspana.
Todo comenzó con el anuncio de la Gran Feria de la Yuca, convocada por la Liga Central de Resistencia, para celebrarse del 27 al 30 de agosto de 1929, con el fin de exhibir "los distintos productos de aquella feraz región, así como las sustancias elaboradas con dichos productos". El programa incluía las llamadas asambleas culturales, con conferencias como la que dictaría sobre el cultivo de la yuca el profesor Antonio Ferrer L., director de la Escuela Racionalista "Santiago Caparroso". Habría, además, un "Match de Base Ball", una "Gran novillada" en la que tomarían parte los jóvenes aficionados al arte taurino, y tres días después por la noche culminaría la jornada con un baile popular.
Garrido Canabal había lanzado la idea de que las fiestas católicas fuesen cambiadas por ferias destinadas a mostrar los productos de los diferentes lugares del estado. Se trataba de suplantar las festividades religiosas por las civiles; pero en San Carlos, como siempre llamaron sus enemigos a Epigmenio Antonio, el consenso no permitió dicho cambio según puede desprenderse de los hechos.
El día 28, el parte oficial afirmaba que el jefe de la escolta federal había sido atacado al grito de "Viva Cristo Rey" por un grupo, resultando tres heridos de la fuerza pública. En cambio, según los agredidos, una cuadrilla de treinta gendarmes se presentó disparando a mansalva sobre la multitud, aun dentro del templo adonde corrieron todos a refugiarse; murieron veintidós personas, nueve fueron fusiladas en el acto, y doce prisioneros llevados al puerto de Álvaro Obregón.
Desde Villahermosa, Horacio Lastra envió una carta al presidente Emilio Portes Gil para intentar dar una explicación a lo sucedido. Según aquél, Garrido, "en su terquedad de desfanatizar a las masas (entiéndase envilecerlas)", ordenó la mencionada feria:
Pero como los indios sancarleños, por lo visto, tienen más delicadeza que los "ladinos" del resto del estado, no aceptaron la suplantación y como, a su vez, la policía se empeñó en atropellarlos, pretendiendo quitarles sus imágenes para destrozarlas, darles de palos y conducirlos a la cárcel, el odio reconcentrado durante varios años contra el régimen actual estalló, dando por saldo un buen número de muertos y heridos por ambas partes (indios y policías, porque Garrido... siempre saca las castañas con la mano ajena) y tal vez la iniciación de una nueva era de sangrienta revolución.
Desde luego, la carta tenía la intención de pedir castigo para los responsables por la sangre derramada. Otras cartas en el mismo sentido llegaron al Presidente, quien decidió solicitar una investigación para aclarar los asesinatos, incluso de mujeres y niños, así como el incendio del templo y de algunas casas de los vecinos. El gobernador respondió dando la versión de un complot organizado por los "fanáticos", quienes habían acumulado armas e incluso dos cañoncitos, y que la fuerza pública actuó al llamado del profesor Ferrer, organizador de "la fiesta cultural consistente en actos deportivos y conferencias educacionales, antialcohólicas y de agricultura".
Del lado de los agredidos aparecieron de forma recurrente las figuras de Gabriel García, quien se reconocía como indio, y de Macario Fernández, un sacerdote que iba y venía por Tabasco escondido y huyendo permanentemente de la persecución de Garrido. Al primero lo reivindicaría más tarde un sector de la Iglesia, que incluso escribió un folleto sobre su vida calificándola de "ejemplar", término usual para quienes mueren en santidad o por medio del martirio. Por su parte, el padre Macario envió una carta a Pascual Díaz y Barreto, por entonces arzobispo de México, en la cual le exponía "los penosísimos sucesos acaecidos en Balancán y en San Carlos". Calificaba a Tabasco de "mártir estado" y sobre el atentado mencionaba que:
hombres y mujeres expusieron su vida por la libertad religiosa, pues armados de licencia escrita del Centro y de casi inútiles armas de combate material, hicieron retroceder, bien que perdiendo vidas por ambas partes, a los policías de Villahermosaque llegaron al templo a impedir que los que creen en el verdadero Dios dirigieran a Él sus plegarias en forma inofensiva para nadie.
El sacerdote que inspiró al personaje lleno de dudas de Graham Greene en su novela El poder y la gloria, terminaba su carta patéticamente: "Para que pueda seguir viendo en mí a un sacerdote cató lico que no digno en mí, le escribo estas líneas..." El arzobispo turnó la carta al Presidente de la República, "agradeciéndole de antemano cuanto se sirva hacer en el caso".
Pero un año después, el 5 de septiembre de 1930, el presidente Pascual Ortiz Rubio recibió una carta de cinco vecinos de Epigmenio Antonio donde le relataban con temor la existencia de comisiones en el pueblo que atropellaban a sus habitantes, "violando hasta nuestras familias", a un año de que "fueron quemadas vivas innumerables familias y fusilados muchos de nuestros compañeros, al prohibirnos celebráramos el cumpleaños del Patrón de este pueblo, Señor San Carlos, que fue quemado en aquel entonces por las autoridades del estado y hoy nos siguen quemando las imágenes". La carta terminaba con un sincero grito de auxilio, pidiéndole al Presidente imponer el derecho y la razón para sacar al estado del caos.
La persecución contra el padre Macario no había terminado: en octubre, el gobernador Cruz denunciaba a Gobernación que tenía pruebas de que continuaba en abierta oposición contra las instituciones de país. Se refería a la correspondencia que el sacerdote mantenía con Gabriel García, a quien le había dado el nombramiento de "catequista primero en todo el territorio que comprende la Diócesis tabasqueña" y había aceptado, además de él, a otros catequistas, como las jóvenes Castro, "solicitadas por los habitantes para que enseñen la doctrina cristiana". De esa correspondencia se desprendían las actividades religiosas que mantenía por las "riberas y rancherías", asistiendo a "católicos que han ofrecido hasta su vida por defender los sacrosantos derechos de Dios". Las misas clandestinas transcurrían entre sobresaltos que hacían cambiar a última hora los lugares y las fechas de los oficios. Pero los cambios no sólo tenían esas causas; en ocasiones, las enfermedades impedían al padre Macario concertar sus planes. En una ocasión se negó a acompañar a quienes solicitaban sus servicios por la hinchazón provocada por la erisipela, y para justificarse decía: "Esto no nos gusta; pero por eso hay que regañar a Calles, pues es el principal culpable de que no haya clero en Tabasco, aunque también lo es Garrido."
Durante varios años se mantuvo el padre Macario en la clandestinidad, dentro del inhóspito territorio tabasqueño, apoyado seguramente por los partidarios del restablecimiento de cultos. Finalmente, el 8 de septiembre de 1935, fue aprehendido y remitido en avión a Tapachula, y de ahí fue llevado en automóvil a Guatemala por órdenes del gobernador provisional Áureo L. Calles. Al saber de su captura, cientos de personas del poblado de Reforma, Chiapas donde aparentemente había mantenido su centro de operaciones, se movilizaron para solicitar al presidente Lázaro Cárdenas que se le permitiera al padre Macario seguir ejerciendo su ministerio libremente, porque:
Varias cartas recibió todavía el Presidente, incluso de Villahermosa, para abogar por el regreso del padre Macario; Garrido ya no estaba en México y el camino hacia la apertura de los cultos en Tabasco se estaba despejando. En 1937, llegó a Tabasco Salvador Abascal, dispuesto a reanudar los cultos en el único estado donde prevalecía esa situación, pero al principio no tuvo mucho éxito. Fue hasta 1938, cuando se dedicó a hacer proselitismo entre los indios de La Chontalpa y de las riberas del río Mezcalapa, que logró reunir a varios campesinos quienes finalmente lo acompañaron a la aventura que concluyó el 11 de mayo en Villahermosa. Enarbolando la bandera nacional y un estandarte de la Virgen de Guadalupe, llegaron ante las ruinas de lo que fuera el templo de la Concepción, en pleno centro de la capital del estado. Allí se apostaron durante varios días, mientras arreglaban una campana destartalada que a poco tiempo estaría lista para llamar a los fieles a los oficios del cura Pilar Hidalgo, aliado de Abascal.
Por cierto, hubo apariciones efímeras en medio de vítores del padre Macario, quien durante tantos años burló la persecución de los garridistas. Pero todavía los "reconquistadores" tendrían que enfrentar las fuerzas policiacas del gobernador José Víctor Fernández Manero, quienes a punta de pistola los amagaron y asediaron por varios días hasta la salida del estado, el 6 de junio, de Abascal; éste comenzaba así su trayectoria como líder del movimiento nacional sinarquista, que por entonces empezaba a gestarse. Su acción en Tabasco le valió puntos importantes en la Unión Nacional Sinarquista, y desde aquel momento se le conocería como el "cruzado" por la reconquista de la libertad de cultos.
Fragmento del libro Breve Historia de Tabasco, Fondo de
Cultura Económica/El Colegio de México, México,
1996.