Indudablemente este país ha ejercido fascinación en un gran número de los extranjeros que lo han conocido a través de los siglos; de ello han quedado múltiples evidencias: escritas, suman miles de cuartillas; el erudito José Iturriaga de la Fuente, en su excelente ``Anecdotario de viajeros extranjeros en México, siglos XVI-XX'' menciona 1061 autores, con 1267 obras y advierte que no son todos.
No tan vasto pero igual de rico es el testimonio visual: pinturas, grabados y fotografías, dan cuenta del interés que despertó lo nuestro en ojos ajenos.
Fomento Cultural Banamex, custodio de magnífica colección de arte mexicano, presenta ahora en su portentoso Palacio de Iturbide, en la señorial avenida Madero, una interesante exposición titulada ``Viajeros Europeos del siglo XIX en México''. Allí podemos conocer de manera gratísima cómo fueron diversos lugares del país y de la ciudad de México en esa época. Aunque en ocasiones se haga presente la fantasía, como en el cuadro en que se sustituye el mercado del Parián, que estaba en la Plaza Mayor, por una plaza de toros, pues al artista le pareció más bonita.
Tampoco faltan esos personajes vestidos en una mezcolanza de apache y griego, forjados en la imaginación de los viajeros, pero en su mayoría los trabajos se apegan a la realidad y nos enseñan lugares ya desaparecidos o transformados y con emoción vemos otros que han permanecido intactos; un ejemplo es la casona conocida como ``Mascarones'' en San Cosme, que en el siglo XVIII se construyó como casa de campo, pues estaba a las afueras de la ciudad; así como con nostalgia vemos una excelente foto del acueducto de Chapultepec, que remataba en la fuente del Salto del Agua, del cual sólo queda un pequeño tramo.
Al gozo de admirar estas obras artísticas se añade la del propio Palacio de Iturbide; son de notar en la parte alta del patio las exquisitas esculturas de niños sosteniendo en sus rizadas cabecitas unas temibles gárgolas en forma de cabezas de serpientes, seguramente esculpidas por un biznieto del que labró testas de Quetzalcóatl en los templos de los aztecas, pues hay una notable semejanza.
Y hablando de palacios, en otros maravillosos: la antigua Casa de Moneda, que hoy aloja al Museo Nacional de las Culturas, el miércoles que viene se inaugura la sala de Africa, evento que estará acompañado de ``Hechizos Africanos'', ciclo de conferencias que se van a llevar a cabo en el museo todos los jueves, a partir del 7 de noviembre. Los temas son apasionantes: ``Nuestro origen está en Africa''; ``El poder del conocimiento: magia, brujería, adivinación''; ``La otra cara de la vida: máscaras, esculturas y religiones africanas'' y varias otras igualmente interesantes.
En este caso como en el anterior parte del placer de la visita es apreciar la prodigiosa arquitectura virreinal, el majestuoso patio que nos traslada a un gran jardín morelense, por su profusa vegetación, que incluye un voluptuoso árbol de ¡plátano! y la cosa no acaba ahí, pues en el vestíbulo está un espléndido mural de Rufino Tamayo y, de pilón, la bien surtida librería de Miguel Angel Porrúa.
Es impactante pensar que estas construcciones que tienen cerca de 300 años han sobrevivido incólumes a temblores e inundaciones y que edificios de este siglo, algunos de hace sólo unas décadas, hayan padecido graves daños en el último terremoto que nos asoló en 1985. Un caso es el colapso del afamado Hotel Regis, de los mejores de la ciudad; fue punto de reunión de artistas, intelectuales, políticos, aristócratas aficionados a la bohemia y la farándula y en los años de la guerra era asidua la nobleza europea que huía del conflicto armado.
Fue famoso en ese lugar el cabaret Capri, que presentó a las mejores ``estrellas'' de las décadas cuarenta y cincuenta, tanto nacionales como del extranjero; sus baños de vapor, de los más elegantes de la capital, eran sitio favorito de los señores para curarse las ``crudas''. Muy concurrida era su farmacia que tenía la originalidad de una fuente de sodas tipo americano.
Ahora Sergio H. Peralta, hijo de su fundador, escribió la historia del célebre hostal, remontándose a cuando fue parte del convento de San Diego y a su nacimiento como hotel. ``Hotel Regis, historia de una época'', es un libro pleno de anécdotas y muy bien documentado, obra indispensable para entender buena parte del México de la primera mitad de este siglo. La presentación va a tener lugar el próximo miércoles 30 en el tradicional University Club, en su hermosa casona porfiriana, en Paseo de la Reforma 150, con los comentarios de Andrés Henestrosa, Eduardo Luis Feher y la autora de estas letras.
Al salir, ya encarrerados con la copa de vino para festejar el libro, es una buena opción ir a cenar al restaurante Los Girasoles, que tiene buena comida mexicana, música agradable y la vista extraordinaria de la Plaza Manuel Tolsá, sin duda una de las más bellas del mundo.