APERTURA VATICANA A CUBA

La Iglesia católica cubana desde 1959 ha tenido una actitud de sorda oposición política y no ha cortado sus lazos con el exilio de Miami aunque ha criticado su subversivismo, tratando de aparecer, en cambio, como eje tácito de una oposición reformista y pacífica al régimen. Ni siquiera el bloqueo de Estados Unidos, que tanto contribuyó a agravar, primero, la dependencia cubana de la ex Unión Soviética y, después, el deteriorio del nivel de vida de los cubanos, le había merecido algo más que tibias y ambiguas condenas.

Ahora, la visita a Cuba del cardenal Jean-Louis Tauran introduce un cambio importante en la línea de la Iglesia católica isleña y en las relaciones entre ésta y el Estado cubano, y se presume que la duración de su estadía en La Habana tiene relación directa con las negociaciones al más alto nivel no sólo respecto de la visita del presidente Fidel Castro al Papa a mediados de noviembre sino también con relación a una visita del Sumo Pontífice católico a la isla.

La Habana ha negociado con el Vaticano poniendo como condición básica una declaración expresa de condena al bloqueo estadunidense y, ahora, de la ley Helms-Burton. El cardenal Tauran acaba de satisfacer esta exigencia reiterando la posición papal contraria a esta ley, que es aberrante en lo político e inhumana por sus efectos sobre el pueblo de Cuba. De este modo, queda despejado el camino para el viaje de Fidel Castro, ex alumno de los jesuitas, al Estado pontificio y para su reunión con el papa Wotila a fin de discutir la nueva situación en que se encuentra Cuba desde 1989.

Evidentemente, este acercamiento está en sus comienzos y ambas partes tienen sus propios objetivos: el Papa, cerrar con un baño de masas en Cuba su pontificado y reforzar el peso de la siempre débil Iglesia cubana frente al pueblo de la isla y frente al Estado; Castro, dar un nuevo golpe al bloqueo y a la oposición extremista basada en Miami y, reforzado en su legitimidad inter- nacional, enfrentar mejor la transición hacia un sistema económico que tendrá sin duda fuertes costos sociales y políticos.

Pero ahí está el hecho escueto y crudo: la ley Helms-Burton recoge el repudio universal, y la Iglesia apuesta en Cuba a un cambio, pero pacífico. Eso en el mismo momento en que las elecciones estadunidenses dan mucho peso al voto de los cubanos de Miami, pero también al de los católicos. Para la diplomacia cubana es un importante éxito; para la vaticana, una nueva demostración de que el Estado más viejo del mundo sabe adecuarse a los tiempos refinadamente y sin ruido y, al entrar en el siglo próximo, se dispone a entrar en una guerra por su vida misma contra el neoliberalismo