La dimensión de la crisis bancaria mexicana es enorme. Esta crisis ha sido un factor principal en el manejo recesivo de la política económica durante la actual administración. El estricto control que se ha intentado hacer del tipo de cambio, tratando de evitar sus fluctuaciones está estrechamente vinculado a la frágil posición de los bancos. La mayor incertidumbre cambiaria sólo podrá contribuir a aumentar la demanda de pesos --es decir el retiro de los depósitos-- para la compra de dólares. Esto sería la puntilla para los bancos y haría efectivo el temor latente de una corrida contra esas instituciones. La situación del sistema bancario sigue siendo débil en la medida en que no logra reducirse la cartera vencida y persisten los problemas de pago de muchos deudores. La incapacidad de mantener la tendencia a la baja de las tasas de interés contribuye a la debilidad financiera de los bancos, hoy las tasas primarias (la TIIE que sirve como referencia para los créditos) están otra vez por encima del 30% y los réditos que cobran las tarjetas de crédito superan el 50 por ciento.
Ahora, esta crisis se pone nuevamente de manifiesto con la flamante venta de Banco Mexicano al Banco Santander de España. La reciente transacción tiene una parte privada que corresponde a la inversión de los españoles para adquirir el control del Mexicano, y que representa un monto de 425 millones de dólares. Con ello, los tres bancos extranjeros que han invertido en la compra de Mercantil-Probursa, Inverlat y Mexicano ejercen ya el control de 12% del sistema bancario.
Pero, la compra que ha hecho Santander tiene también una parte pública que resulta muy significativa. Esta parte de lo que se ha presentado como un saneamiento de la banca mexicana está dada por la muy activa intervención del gobierno para garantizar la compra de los españoles. El Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), que ha convertido al gobierno en el mayor propietario de facto del sistema bancario, incluso después de un proceso de privatización que se proclamó a los cuatro vientos como un éxito de la política de privatización del gobierno salinista, se comprometió a absorber 2 mil 364 millones de dólares de la cartera vencida del Mexicano para hacer viable la inversión española. Esto significa que con fondos públicos que se ejercen ahora y seguirán ejerciéndose en el futuro se están saneando empresas privadas con lo que se socializan las pérdidas de la mala gestión gubernamental y los malos negocios de unos banqueros quebrados. Hoy tocó el turno a otro de los aliados del gobierno, Carlos Gómez y Gómez.
Al respecto es realmente llamativo el candor de Eduardo Fernández, presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, quien dijo: ``Banco Santander está tomando lo que ellos consideran un banco bueno, en el cual no hay problemas de cartera que pudieran llevar a la pérdida del nuevo capital''. Bien por Santander, evidentemente sus dueños no están dispuestos a hacer un mal negocio en México. Pero el mal negocio lo está haciendo la sociedad mexicana ante la complicidad del gobierno y de los neobanqueros que traspasan y heredan el costo de la crisis que ellos crearon.
El relato de la situación de la banca mexicana requerirá de un capítulo especial en la historia económica reciente del país. El manejo financiero del gobierno en los últimos quince años ha sido desastroso, el encargado de la conducción hacendaria y responsable último de la crisis bancaria del país es hoy socio del poderoso Grupo Pulsar, el funcionario que dirigió el proceso de privatización es hoy secretario de Hacienda, y el gestor de dicho proceso, después de escribir un autoelogioso texto, no se encuentra para dar explicaciones de lo ocurrido. La alianza entre el gobierno y los que controlan el sector financiero del país no ha salido demasiado caro y no hay para cuando acabe de transferirse el costo a una cada vez más castigada población.