En la Asamblea Mundial por la Paz, que se clausuró ayer en nuestra capital, resonaron los ecos de problemas aterradores. Por ejemplo, según el Banco Mundial, hay más de mil trescientos millones de personas --una enorme porción de la Humanidad-- que carecen de cualquier futuro y, al no integrar el mercado, son ``prescindibles'' e integran una especie de ``Lista de Schindler'' de quienes hay que desembarazarse cuanto antes. ¿Qué paz puede haber cuando se hace esa selección brutal y se calcula que en la guerra económica se tendrá un 30 por ciento de bajas? ¿Se piensa acaso que los condenados se quedarán cruzados de brazos esperando la muerte o que no existe ninguna relación entre esa política económica y la inestabilidad social, con sus secuelas de delincuencia, insurrecciones, rebeliones, regionalismos egoístas y agresivos? ¿ De cuál paz se puede hablar cuando, al mismo tiempo que la mundialización económica destruye las bases mismas de la ecología, de la economía natural, del entorno rural y buena parte de las conquistas de civilización antes alcanzadas en la mayor parte de los países más pobres, las naciones más ricas se encierran en verdaderas fortalezas, rechazan a los migrantes, buscan un desarrollo endógeno y no el avance mundial?
Por otra parte, la Organización de las Naciones Unidas, que era una tribuna pero también un instrumento de regulación y mediación, pierde, como los Estados nacionales, buena parte de sus funciones y es manoseada o manipulada sobre todo por Estados Unidos. Este, también, a pesar del derrumbe de su único gran enemigo potencial, busca sustituir a la ONU por organismos militares, como la OTAN, para hacer pesar su predominio castrense sobre sus competidores europeos y japoneses. Por consiguiente, esa función de gendarme mundial autodesignado mantiene el peligro de las agresiones constantes en cualquier parte del globo y alimenta el rearme de las potencias y, por lo tanto, incluso el de las víctimas potenciales, como Irak, Irán, Libia, Cuba. ¿Qué paz puede haber cuando se libra una guerra terrible contra las poblaciones civiles, mediante el bloqueo, y se amenaza a países con constantes intervenciones militares? ¿Qué paz puede existir cuando para competir con los adversarios se alimenta el monstruo del fundamentalismo, sea éste islámico (en Argelia o en Afganistán) o judío (como en el caso de los colonos de extrema derecha) o cristiano (como en el de los grupos de extrema derecha en toda América)? ¿O cuando se fomenta el regionalismo, como en las secesiones de la ex Yugoslavia, creando las bases para guerras locales interminables?
Si la reunión que acaba de terminar en México deja alguna enseñanza, ésta es que no puede haber paz sin justicia social y en una economía basada sobre la miseria de las mayorías. Que no puede haber paz sin democracia y desarrollo mientras el neoliberalismo, por el contrario, concentra la riqueza y el poder y que no puede haber paz mientras en muchos países gobiernen quienes lucran con las desigualdades y con las armas.