París se ha convertido en una gran capital del teatro. Se están representando alrededor de 140 piezas e incluso en los meses pasados, durante el verano, cuando la actividad cultural generalmente disminuye, la teatral fue muy importante.
En un número tan grande de obras ciertamente hay de todo, desde las clásicas universales y las francesas, la adaptación de novelas famosas, policíacas, románticas, de búsqueda, hasta comedias, dramas, reestrenos y verdaderos estrenos. En gama tan amplia la calidad varía, pero muchas de ellas son excepcionalmente buenas.
Después de las sagradas vacaciones de los franceses --generalmente durante el mes de agosto-- comienza el regreso a toda clase de actividades --la rentrée-- y el teatro ofrece nuevas piezas atractivas.
Crimen y castigo de Dostoievski ha sido traída al teatro con especial acierto, la obra conserva toda la atmósfera moral corrupta, decadente y delincuencial que el escritor plasmó y en la cual se inscribe el asesinato de una viuda prestamista realizado por un joven.
La adaptación de la novela al teatro que el belga Jean-Claude Ide efectuó, constituye un gran acierto, lo cual es fácil de decir y difícil de lograr porque se podría pensar que ello era imposible o una labor de titanes. Las casi tres horas que dura la obra pasan rápido, el escenario tiene cautivo al espectador. La escenografía es una combinación bien lograda de carácter clásico o tradicional con brochazos modernistas que acentúan los caracteres de los personajes.
Ide nos manifiesta porqué escogió esta novela para representarla: por ser una obra cuyo contexto social está nuevamente de actualidad, y en ese sentido afirma que Crimen y castigo no es más un clásico sino una obra muy moderna. Agrego, exactamente por ello es que esa novela es un clásico.
Variaciones enigmáticas es una de las sensaciones de la temporada y por diversas razones.
Los actores son únicamente dos, pero ¡qué actores!: Alain Delon y Francis Huster. Este último es una de las grandes figuras del teatro francés quien ha sido considerado como un nuevo Grard Philippe. La actuación de ambos es magistral y para mí tiene más mérito Alain Delon quien después de 28 años de no actuar en un escenario teatral decide hacerlo y al lado de un monstruo de la actuación en ese género.
El escritor es Eric-Emmanuel Schmitt --quien ya es conocido por su pieza El visitante-- y la actual acrecentará su prestigio, cuyos diálogos son una bella batalla del lenguaje a través de las emociones y los sentimientos.
La trama inspirada en la obra musical del mismo nombre de Eduardo Elgar y que se escucha durante la representación, nos lleva de una sorpresa a otra: los dos hombres descubren que han amado a la misma mujer. Delon, escrito autoexilado, no la había visto durante años pero habían mantenido una correspondencia de amor. Huster, el esposo, lo sabía y le avienta a Delon el paquete de cartas, pero ella había fallecido hacía también algunos años, ¿entonces, quién había escrito esas cartas? El propio Huster.
Schmitt juega a tratar de dar contestación al último enigma de Elgar. Los dos últimos minutos de la pieza son climáticos y anticlimáticos. Son un gran final el cual vale la pena de verse.