El candidato republicano a la presidencia, Bob Dole, no es ningún novato; su trayectoria en el partido y en el Senado, del que era líder antes de decidir dedicarle todo su tiempo a la campaña, lo hacen de hecho uno de los principales insiders de la política estadunidense. ¿Cómo es posible entonces que Dole no logre remontar la ventaja que el presidente Bill Clinton mantiene sobre él en todos los sondeos de opinión?
Para el financiamiento de sus diversas campañas de reelección como senador por el estado de Kansas, Bob Dole ha contado con el apoyo económico del lobby agroindustrial y algunas de las comercializadoras de granos más grandes del mundo. Su pertenencia al círculo político de Washington, y su fallida campaña a la vicepresidencia del país (en 1976) y en busca de la nominación del Partido Republicano (en 1980 y 1988), le han dado la oportunidad de establecer contacto con los principales grupos de interés en el país. Pero como candidato a la presidencia, Dole y su compañero de fórmula, Jack Kemp, no han podido traducir esos contactos en apoyos firmes y compromisos de financiamiento para la campaña.
Esto es lo que le ha otorgado una ventaja de casi veinte puntos a Clinton. El presidente, además, ha ido estableciendo con éxito alianzas con grupos en estados claves del país. Para ello, Clinton ha respondido a las demandas específicas de votantes potenciales y, a través de acciones ejecutivas e iniciativas de ley redactadas ex profeso, ha favorecido los intereses de negocios de sus principales patrocinadores empresariales.
Uno de los grupos más formidables que apoyan la campaña de reelección del presidente Clinton y el vicepresidente Al Gore está integrado por grandes compañías multinacionales de alta tecnología y comunicaciones. Este sector moviliza enormes cantidades de recursos materiales y culturales, en uno de los campos más dinámicos de la economía mundial. Por su parte, las empresas requieren de los permisos y concesiones que les otorga el gobierno, y en terceros países requieren que la política exterior estadunidense promueva, en sectores como el de la telefonía, la apertura de nuevos mercados.
Sin embargo, con el solo apoyo y financiamiento de este grupo empresarial, Clinton no gozaría de la ventaja en las encuestas de opinión que tiene actualmente, por ello ha sumado otros grupos de interés a su campaña, y a la fecha mantiene negociaciones abiertas con otros tantos. La posibilidad de que su secretario de Defensa, William Perry, renuncie antes del inicio de la próxima administración forma parte, por ejemplo, de un complicado trato en el que están involucrados los negocios de importantes contratistas de la industria militar y el Pentágono.
Por otra parte, la campaña por apoyos en Wall Street comenzó hace más de un año.
Las negociaciones en torno al equilibrio presupuestal en las que, significativamente, Clinton y Dole jugaron un papel central, definieron desde entonces las posiciones electorales de muchos bancos y firmas de inversión. La política de bajas tasas de interés y la complicidad en el rescate de México afianzaron la alianza entre el presidente Clinton y Alan Greenspan, gobernador del Banco de la Reserva Federal; y esto es lo que ha inclinado al sector financiero de Estados Unidos a favor del Partido Demócrata.
De este modo Bill Clinton ha acumulado 52 por ciento de popularidad entre el público estadunidense y deja a Bob Dole, con apenas un 33 por ciento en las encuestas de opinión, con muy pocas posibilidades de remontar tanta ventaja. Además, Clinton no ha dejado de ``hacer campaña'': sólo hace unos días el presidente presionó al gobierno y a los productores mexicanos para que se sujetaran a un precio mínimo en las exportaciones de tomates a Estados Unidos. Con esta medida Clinton espera sumar a su ventaja los veinticinco votos electorales que representa el estado de Florida, y así ganar las elecciones presidenciales el próximo 5 de noviembre.