León Bendesky
Volatilidad financiera

Uno de los objetivos explícitos de la actual gestión monetaria en México es el de conseguir una creciente estabilidad en el tipo de cambio y las tasas de interés. La reducción de las fluctuaciones en esas variables, en el marco de una tendencia a la baja en la inflación, debían ir consolidando un escenario en el que se recrearan las condiciones del crecimiento. Desde mediados de julio se había observado una menor volatilidad de las tasas de interés (por ejemplo, la de Cetes a 28 días) y también del tipo de cambio. Ello ocurría al mismo tiempo que el costo del dinero mostraba una tendencia a la baja hasta ubicarse en un nivel mínimo del orden de 23 por ciento y que el valor del peso se apreciaba hasta un nivel de cerca de 7.47 por dólar. De alguna manera este comportamiento era presentado por el Banco de México y la Secretaría de Hacienda como una muestra de la solidez del plan de estabilización, señal de la nueva fortaleza de la economía mexicana y muestra de la aceptación de los extranjeros por invertir en el país.

Durante las dos últimas semanas, sin embargo, se aprecia un clima de tensión en los mercados financieros que han tendido a ser desestimados, tanto por el gobierno como por algunos operadores del mercado, como una forma de ajuste previsible que no se sale de las expectativas de comportamiento establecidas para el curso del año. Pero es indudable que el alza de los intereses durante las dos últimas subastas de Cetes y la rápida depreciación del peso en ese mismo lapso no eran esperados, sino que se estimaba un movimiento más lento hacia los valores más altos, que debían de registrarse a fin de año. La volatilidad de las variables financieras volvió y ella pone de manifiesto la vulnerabilidad del proceso de recuperación de la economía y la debilidad de las expectativas, cuyos cambios se expresan de manera muy rápida y ahora también amplificada en los mercados.

Este desempeño de los intereses y del tipo de cambio tiene cuando menos dos formas de manifestarse. En el mercado financiero los operadores tienden a descontar por anticipado las variaciones esperadas y para ellos las recientes fluctuaciones aún no representan una situación tal que obligue a modificar los escenarios previstos cuando menos hasta diciembre. Pero en el terreno de la producción y de las instituciones bancarias los recientes aumentos tienen una repercusión distinta. Las empresas cuyas tesorerías manejan dólares por su actividad exportadora están cubiertas contra el riesgo cambiario, pues han evitado aumentar sus tenencias de pesos. No obstante, para la gran mayoría de las empresas, la incertidumbre financiera sigue dificultando las actividades de planeación y postergando las decisiones de inversión. Sin el aumento del gasto en inversión será muy difícil lograr la recuperación de la economía. Para los bancos, la reciente volatilidad es verdaderamente una mala noticia, tanto por el lado de las carteras vencidas y del efecto adverso sobre los distintos programas de apoyo a deudores, como por cuestiones asociadas con las coberturas de sus posiciones en dólares. Incluso a un tipo de cambio de 7.70 pesos por dólar algunos bancos encontraban ya muy presionadas sus posiciones deudoras en dólares y han tenido que salir a comprar, presionando la demanda de divisas.

¿Qué está provocando la volatilidad en los mercados financieros? Al respecto pueden proponerse algunas aproximaciones. Una tiene que ver con los resultados del sector externo y la reducción del superávit comercial. Esto anuncia la aproximación de un mayor requerimiento de dólares y adelanta, así, un nuevo precio más alto. Otra se asocia con los indicios de una pugna en el equipo económico del gobierno. Es notoria la coincidencia de este episodio de fluctuaciones con los ataques al gobernador del Banco de México y su política de restricción monetaria y con la postura del Congreso frente a la campaña del secretario de Hacienda para aumentar la recaudación de impuestos y que ha sido calificada de terrorismo. Dentro del marco de un cierto agotamiento de las políticas de ajuste y estabilización es difícil saber como se están acomodando los grupos en el poder, pero las disputas y también las deficiencias técnicas en la administración de las políticas financieras tiene un alto costo. Finalmente está lo que se puede llamar el efecto Dornbusch. El profesor tiene una influencia en los acontecimientos que es proporcional al efecto que sus declaraciones tienen en Wall Street y a los espacios que se le abren dentro del país. El doctor receta ahora la medicina devaluatoria: 20 por ciento aconseja, para que el peso se sitúe en nueve por dólar y, ante lo amargo de esa medicina, parece que reaccionan los mercados. El doctor ha dicho en algún momento, refiriéndose a la política cambiaria mexicana: ``Una estrategia de tipo de cambio que sólo es viable con buenas noticias es una mala estrategia''. Tiene razón. El Banco de México ha sometido buena parte de su política antiinflacionaria y cambiaria al ofrecimiento de buenas noticias respecto al desempeño macroeconómico, pero ahora el profesor mismo es el portador de malas noticias para el mercado y parece tener efecto para hacer cumplir las profecías antes de lo esperado.

La economía mexicana muestra todavía una gran fragilidad y está lejos de consolidar una estabilidad productiva y financiera que le permita remontar los efectos de la profunda crisis de finales de 1994. Los mercados están nerviosos y la situación general de la nación requiere acciones más decisivas para encaminar a la economía por una vía más firme y menos sujeta a los vaivenes de las decisiones de unos pocos que alteran las condiciones de vida de toda la polación.