Antonio Prieto
Experimentar la ``locura del kathakali''

En el suroeste de la India existe una comunidad de aficionados itinerantes que noche a noche se dan cita en las apartadas aldeas del estado de Kerala para no perderse una sola función de temporada del kathakali, uno de los fenómenos escénicos más sorprendentes del mundo. Quienes hacen esto admiten ser presa de la ``locura de kathakali'', una especie de trance estético que ahora, gracias a la Casa de Cultura de la India en México (Bharatiya Vidya Bhavan), tendremos la oportunidad de experimentar en la Ciudad de México, tras su paso por Guanajuato en el XXIV Festival Cervantino.

Al asombro que produce el enfrentarse por primera vez a un fenómeno tan ``otro'' por su calidad cromática, kinética y acústica, se suman las resonancias que en el inconsciente pueden tener los relatos, estados emocionales y enseñanzas filosófico-religiosas del kathakali, un arte escénico en el que teatro, rito, danza y drama se entrelazan para ofrecer una experiencia estética y simbólica de gran riqueza y complejidad. Sus raíces se encuentran en el drama sánscrito y en el folclor de Kerala, combinando cultura clásica y cultura popular.

Fue el rajá Kottarakkara Tampuran (1555-1605) quien inició la tradición del kathakali, convirtiéndose en su primer dramaturgo. El repertorio consta hoy de unas 500 obras, casi todas basadas en los dos relatos épicos del Ramayana y el Mahabharata, así como en los Puranas. Estas obras se escenifican por lo común en espacios abiertos, en las inmediaciones de los templos, y tanto el virtuosismo de los actores como la deidades representadas son objeto de veneración popular.

Los personajes del kathakali son seres mitológicos, provenientes de las esferas celeste, terrenal e infraterrenal, cuyas batallas o amoríos sirven como alegorías de las enseñanzas filosófico-religiosas del hinduismo. Un ejemplo clásico es el Daksha Yagam, que se presentará en la Ciudad de México esta semana. Sobre el escenario aparecerán actores vestidos fastuosamente y maquillados en apego a un código ritual de color (verde, negro y amarillo para los héroes, rojo y blanco para los demonios). Detrás de ellos se ubican los integrantes de la orquesta: a la izquierda los intérpretes de los dos tambores básicos que marcan el ritmo (tala) de la obra, y dan la pauta para la coreografía, y a la derecha dos cantantes que marcan la melodía (raga) de la orquesta, y tienen la misión fundamental de contar la historia, verso por verso, que los actores seguirán con sus gestos manuales (mudras) y expresiones faciales.

Más que libreto, el kathakali se basa en una compleja partitura musical, poética y coreográfica. La narración de la historia se desdobla en, por un lado, los versos ejecutados por los cantantes, y por otro, la gesticulación y danza de los actores que nunca pronuncian palabra alguna. Así, la partitura del kathakali es una urdimbre de signos codificados que se entretejen para contar una historia de la manera más vigorosa y creativa posible.

La representación de una obra inicia al anochecer y concluye al amanecer, lo cual tiene una evidente carga simbólica que equipara el triunfo del bien al final de la obra con la aparición del sol en el horizonte. Para las representaciones foráneas se ha hecho necesario editar las obras, con el fin de adecuarlas al impaciente ritmo urbano y occidental, de tal forma que el público mexicano sólo verá dos horas de las nueve o diez de la versión completa.

La compañía que hoy nos trae a México el universo del kathakali pertenece a la célebre Academia de Artes Kalamandalam, que han visitado figuras del teatro como Eugenio Barba y Richard Schechner para estudiar los rigurosos métodos de entrenamiento actoral que ahí se imparten. Entre los actores sobresale Gopi, uno de los máximos virtuosos del kathakali.

El Daksha Yagam, del dramaturgo keralense Irayimman Tampi (1783-1856), se centra en el conflicto entre Daksha, un arrogante rajá semidivino, y el dios Shiva, al contraer éste nupcias con la hija de aquél. Las rivalidades que tienen lugar entre los dioses, y el efecto que éstas tienen sobre los destinos humanos, recuerdan los relatos de la literatura clásica griega. Como pudo constatar el que esto escribe a principios de 1993, se trata de una de las obras más populares en Kerala, gracias a la vistosidad de los maquillajes especiales y al tono carnavalesco de las escenas culminantes en que aparecen deidades terroríficas.

El público mexicano tendrá oportunidad de ver una última presentación de kathakali este miércoles 23 a las 20:00 horas en el teatro Jiménez Rueda. Los que asistan a la despedida de la compañía Kalamandalam quedan invitados a dejarse llevar por una experiencia que en Kerala se dice cercana a la locura, pero que, si se tiene el corazón abierto, se hace acompañar además de un gozo tanto estético como espiritual.