Luis Linares Zapata
Oportunidad

El forcejeo alrededor de la petroquímica ha desembocado en lo que bien puede ser una excelente oportunidad para construir las primeras empresas realmente de Estado. La decisión de proceder a la venta de un paquete de hasta el 49 por ciento de las acciones de cada una de las unidades que se van a formar, obliga a introducir los cambios necesarios para alentar y hacer posibles las urgentes inversiones. Las garantías para un funcionamiento adecuado de las plantas serán examinadas por el mercado bursátil de manera cuidadosa pues se parte de acendradas desconfianzas. Los controles y mecanismos operativos y de información a los dueños deben ser de una naturaleza, consistencia y constancia tales, que hagan viable la asociación financiera así planteada.

El gobierno debe renunciar a la tentación de hacer de las compañías petroquímicas un reducto de la burocracia federal, un suculento enclave de la cúpula obrera o una palanca partidista para manipular clientelas. Es preciso pensar e imaginar la integración de asambleas y consejos de administración que garanticen y obliguen a una administración eficiente. Dar asientos a representantes del empresariado, ya sea aquéllos que hablen por los inversionistas, como a los que tengan puntos de contacto funcional con la industria. Consejeros que puedan velar por los intereses de los accionistas, de los clientes y los proveedores. Pero también es preciso involucrar voces y votos de las comunidades donde se localizan las plantas, de las regiones que afectan (estados, municipios), a los institutos de estudio, así como a la misma sociedad a la que deben de servir y que tiene para ello sus células organizadas. A la supervisión del Ejecutivo que bien se conoce y mucho se desusa, se puede y debe añadir la del Legislativo. La puntillosa y bien documentada obligación de rendir cuentas deberá ser una salvaguarda que se establezca y vigile con toda atingencia. No se debe caer en las modalidades, ya bien probadas por sus deformaciones, de llevar a los consejos sólo a los funcionarios federales o estatales renovables a gusto y dictado presidencial.

El de la petroquímica es por hoy un campo en donde todavía se tiene la ocasión de desarrollar tecnología de producto, de procesos u organizativa que mantengan al país en la vanguardia mundial.

Ya se alejaron del alcance de la investigación científica y tecnológica nacionales muchas áreas como para dejar escapar la que se tiene a mano y alrededor de la cual se puede formar un conglomerado que asegure su gran valor estratégico. Valor desde la perspectiva laboral pero también desde las aspiraciones de independencia, pertenencia, dignidad y soberanía, que son ingredientes tan densos y reales como el chapopote, las gasolinas, plásticos, detergentes, ácidos, medicinas o fibras a producir.

No hay porqué preservar con normas, prohibiciones y controles a la petroquímica de la competencia extranjera o privada nacional. Abrirse a tal realidad no es socavar la soberanía de la nación. El modelo de monopolio estatal puede y hasta debe ser modificado para un saludable desarrollo de la industria. Claro está que no se trata de desmantelar lo que se tiene o malbaratar lo que tanto ha costado construir, sino actualizar las instalaciones, dotarse de la capacidad organizativa suficiente y financiarse de manera adecuada para un desenvolvimiento continuo. La industria petrolera y sus derivados tienen en México el suficiente tamaño, experiencia y recursos como para hacerle frente a la disputa por el favor de los consumidores.

La búsqueda de inversiones no conlleva como premisa o conclusión el vender las instalaciones de petroquímica a cualquier postor, como se planteó desde las altas esferas públicas y privadas. Ahora podrá saberse, en los hechos, si esas empresas transnacionales estaban interesadas en apañarse la barata o en participar en el mercado mexicano. Si es lo último pueden ser hasta bienvenidas. Que formen nuevas factorías, den empleo, innoven, inviertan y traten de ganar su parte del pastel. Hay para todos y algunos más. Mientras tanto, habrá que dar los pasos requeridos para dotar a la presionada, desvalida, abandonada y lánguida industria petrolera de los medios para enfrentar los retos futuros. Que la petroquímica sea el ejemplo de empresas institucionales que tanta falta hacen en este país donde las que abundan son las controladas por una familia, funcionarios autócratas o esos accionistas ``mayoritarios'' que se autonombran dueños.