Si uno se atiene al tono de ciertos artículos recientemente aparecidos en la prensa, daría la impresión de que la cuestión indígena es apenas una cuestión de moda y que preocuparse por los indios es simple y llanamente soslayar el verdadero y único problema: para México no valen las ``soluciones parciales'' y por ello debe buscarse una solución global --no en balde estamos en plena época de globalización-- que resuelva los problemas generales del país, y mientras esto no suceda es ocioso ocuparse de la causa indígena en particular . Vieja polémica que huele a rancio, da cuenta de muchos de los proyectos nacionales acometidos a lo largo de nuestra vida independiente en relación con los indígenas que sólo soslaya sus problemas al proponer siempre interpretaciones parciales y desde afuera. Los indios, como las mujeres, son vistos de manera colectiva y cualquier especificidad se diluye en aras del bien común de la nación.
Esta indiferencia o más bien desprecio que despoja al indio de sus derechos y hasta de su humanidad, viene de muy atrás. Es por ello significativo analizar las obras de los escritores del siglo XIX donde se da cuenta de los primeros años de vida independiente, época en que parecía gestarse un proyecto de nación, nunca puesto en marcha totalmente y enfrentado ahora a nuevos proyectos flagrantes de desnacionalización. Elijo a Luis G. Inclán, autor de Astucia, su novela ha sido canonizada por figuras importantes de nuestra literatura del siglo XX y vista como el paradigma de lo nacional, entre ellos destacan, Federico Gamboa, Carlos González Peña, Mariano Azuela. Salvador Novo, el más entusiasta, explica su sentido:
``Los personajes de Inclán son mexicanos... porque habla su lenguaje; porque se ha impregnado en su forma, ha sido capaz de asimilar, y de polarizar, su espíritu... Si se le reconoce el derecho artístico a componer un vasto cuadro de costumbres con personajes tomados de la realidad, y en ello se encomia su mérito, éste sube de punto cuando se reflexiona que para hacerlo, Inclán ejercitó con valentía el concomitante derecho literario a emancipar el instrumento de su expresión, como, y al mismo tiempo que, emancipaba a sus sujetos de una dependencia española de la cual, en forma y en espíritu, novela y personaje, lenguaje y caracteres, esencia y presencia, conservarían tan sólo aquello que en sangre y lengua España había aportado a la gestación de este hijo suyo nacido en un nuevo mundo que era ya, igual y diferente, el mexicano...''.
Si se toma al pie de la letra lo que subraya Novo, a Inclán le tocó cumplir una heroica tarea, la de independizar a México, al elaborar un lenguaje y darle así carta de ciudadanía tanto a la forma de expresión como al tema elegido para definirla. Inclán, asegura Novo, demuestra que México se ha emancipado realmente de España y tiene conciencia clara de su ``diferencia'' como nación. Y sin embargo, en ese concepto de nación el indio aparece desprovisto de identidad, es colectivo, por tanto anónimo y prescindible. Transcribo un memorable pasaje, en donde uno de los héroes novelescos, un charro contrabandista de tabaco, habla de su ilustre genealogía, y relata un episodio de la vida de un tío, oficial criollo, seguidor de los hermanos Rayón, enemigo de Iturbide, gran mexicano:
``Pues bien los de Cuatareo fue que, amotinados los indios contra el recaudador del tributo, mi tío quiso sosegarlos, y como era de esperarse se compró el pleito y todos se fueron contra él; una de tantas pedradas como le tiraban le tocó al caballo y cayó redondo, mi tío se siguió defendiendo a pie; mirándose desarmado y acosado por todas partes, no tuvo más recurso que agarrar de los pies al primer indio que tuvo a las manos y con él pegarles a los demás a guisa de palo; en cuanto mató a aquel infeliz lo arrojó de sí, y tomó a otro haciendo lo mismo con cuatro o cinco; les infundió tal temor que corrieron despavoridos todos sus contrarios dejándolo dueño del campo... entró en esto la justicia, y en las averiguaciones todos declaraban azorados que `Garduño mataba gente con gente'''.
La imagen es literal, el indio es visto solamente aquí como un objeto, en el sentido lato del término, no significa, es usado simplemente en su función instrumental. Estamos ante una verdadera transferencia de lo humano que se convierte en objeto y carece definitivamente de cualquier esencia. No es posible concebir un mayor sometimiento.