Charreada política durante la gira del presidente Zedillo por Oaxaca
Elena Gallegos, enviada, Oaxaca, Oax., 22 de octubre Cuando el diputado local priísta Javier García Sánchez -sombrero en mano y pistola al cinto- le dijo al presidente Ernesto Zedillo que Diódoro Carrasco era ya ``el líder de los gobernadores charros del país'', las carcajadas, francas, interrumpieron el monólogo.
Muy quitado de la pena, García Sánchez -este sí dirigente charro, de los que usan botonadura de plata y saben montar caballos-, pareció no entender la estruendosa reacción de la comitiva.
A Diódoro el nuevo nombramiento le cayó de sopetón. Hasta el maestro Rodolfo Morales, siempre tan sencillo y tan medido, esbozó una sonrisita. El gobernador quiso quitarse el mote:
-No hombre, yo no soy un gobernador charro, sino un charro gobernador... que no es lo mismo -reconvino al aludido.
Pero ni así cesó la carcajada colectiva. Estaban en uno de los patios de la Casa de Cortés, convertida desde 1992 en Museo de Arte Contemporáneo de esta entidad, en mucho por la obra y gracia del pintor Francisco Toledo.
-Señor -volvió a hacerse oír don Javier, que seguía sin entender- queremos que así como el gobernador ya es líder de los gobernadores charros, usted también...
-¡No, no, no! -atajó meneando la cabeza el presidente Zedillo, adelantándose así a lo que su interlocutor terminaría por decirle.
Con el mejor de sus trajes para la fiesta de la mangana y el jaripeo. Con su más valiosa, y por lo mismo pesada, botonadura, don Javier no cejaba en terminar su frase y mientras con la mano izquierda le daba vueltas al sombrero que sostenía con la derecha, el nuevo dirigente de la Asociación de Charros se siguió de largo:
-Así queremos que el Presidente sea el mejor...
-¡No, no! -volvió a defenderse Ernesto Zedillo, pero don Javier continuaba sin percatarse por qué Rafael Tovar y de Teresa, Guillermo Guerrero Villalobos y Teresa Franco se desternillaban de la risa.
-Queremos que usted sea el mejor Presidente charro del país -terminó por fin, entre tanta algarabía, el ex presidente municipal de Tuxtepec.
Divertido, Zedillo alzó los hombros y acompañó el movimiento con un gesto de ¡ni modo! Por ahí se alzó una voz de mujer que parafraseaba ya a don Javier:
-¡Qué bárbaro, qué buena frase, que Diódoro es ya el líder de los gobernadores charros del país! ¡Qué bárbaro!
Y fue hasta entonces que a don Javier le cayó el veinte y acabó por compartir las risas. Después quiso, inútilmente, componerle: ``Bueno, yo decía deportivamente hablando''.
Fue uno de los episodios de esta tercera visita del presidente Zedillo a tierras oaxaqueñas en las últimas dos semanas. Tres horas duró su paso por aquí. Tres horas de intensa actividad que comenzaron en el afrancesado teatro Macedonio Alcalá (recordado en cada nota de su Dios nunca muere), en el que, elegantes, lo recibieron los amigos de los museos que llegaron de 27 países para intercambiar experiencias.
Ahí inauguró el congreso mundial de estos hombres y mujeres preocupados por el buen resguardo de los acervos culturales de los pueblos. Luego se dirigió al Museo de Arte Contemporáneo, donde se asomó por los lienzos de nueve de los grandes pintores oaxaqueños.
En sus salas, deslumbraban los Tamayo, los Toledo, los Morales. Ahí estaban Luis Sárate y Raúl Leyva. Ahí estaba también El Chapulín de Toledo (1980) que durante mucho tiempo lució en una de las paredes del despacho presidencial de Los Pinos.
-¡Me lo voy a llevar! -jugó el Presidente, y la frase la repitió muchas veces.
Alguien había dicho por ahí que Toledo acudiría al sitio, pero no lo hizo. De hecho nunca se comprometió a ello. ¿Por qué?, le preguntaron al maestro Morales: ``El prefiere así'', dijo quedito.
Después del recorrido, vino el encuentro con los charros de sombrero ancho y pistola al cinto y con ellos se supo también del nuevo liderazgo que se había impuesto a Diódoro Carrasco.
-¡Híjole, qué golazo me metieron! -se quejaba el gobernador con el Presidente.
Acompañado por su esposa, Nilda Patricia Velasco de Zedillo, el Presidente del país terminó su visita en las erosionadas riberas del río Atoyac, en las que, sin mediación de partido alguno, 13 agrupaciones de chavos banda trabajan por iniciativa propia en el rescate de la zona. Lo hacen porque afecta a sus comunidades. Así se lo dijeron a Zedillo.
Uno de los chavos, Víctor García, se acercó al mandatario para contarle que están bien organizados en el Consejo Popular Juvenil y que incluso tienen brigadas de niños de entre 6 y 10 años, a las que llamaron Guardianes del futuro.
En este sitio se invierten recursos públicos para tratar de revertir el deterioro ambiental y regular el crecimiento urbano. Se dijo que en el marco del Programa de las 100 Ciudades Medias, ésta, la del río Atoyac, es una de las obras más importantes.
Aquí, unas mujeres campesinas dieron a Zedillo una bolsita de jumiles. Un edecán militar quiso ayudarle con el paquete, pero el Presidente lo frenó: ``Este me lo llevo yo, es oro molido''