Alberto Aziz Nassif
Simplemente, más de lo mismo
En estos días se ha vuelto a expresar con mucha claridad que varios signos de la política y de la economía se pueden entender desde una lógica de más de lo mismo, la cual equivale a una repetición de las obsesiones y las inercias del gobierno, tanto en su política económica, como sobre la reforma electoral que actualmente se negocia.
La semana pasada los mercados volvieron a agitarse y el peso sufrió una nueva devaluación, o como les gusta decir a los tecnócratas: un ajuste al tipo de cambio; el caso es que nuestra moneda perdió cerca de un 3 por ciento en unos cuantos días. Para impedir que se siguiera devaluando las autoridades pusieron en marcha la misma receta y movieron para arriba las tasas de interés, con lo cual volvieron a afectar a los deudores y a los que intentan volver a despegar su empresa. La discusión que acompañó el proceso fue significativa de la polarización que existe sobre el tema: el gobierno indicó que era normal y que no se afectaba la ``recuperación'' de la economía; algunos analistas señalaron que ya se había tardado, que era una demanda de los exportadores; y voces críticas indicaron que la situación es similar a la de 1994: la prioridad es bajar la inflación y traer capital externo especulativo, sin importar lo que le suceda al mercado interno.
La continuación del modelo económico sigue profundizando los costos sociales y el gobierno sigue aferrado a su receta. El Congreso del Trabajo hizo un estudio de las consecuencias que ha tenido la política de pactos, y señaló que en los últimos nueve años el poder adquisitivo del salario se ha reducido casi en un 50 por ciento (La Jornada, 21/X/96). Sin embargo, lo más seguro es que el próximo pacto tenga exactamente el mismo perfil de los anteriores. El ex secretario de Hacienda, David Ibarra, indica que la pobreza y la desigualdad en la distribución del ingreso siguen aumentado en los últimos años. Afirma que: ``Necesitamos un Estado que retome la política social de una manera simultánea, que cree derechos sociales exigibles presupuestariamente. Porque ahora primero creamos la pobreza a través de las medidas económicas y luego tratamos de remediarla a través de la política social'' (La Jornada, 21/X/96). No existe política social que alcance, si la política económica sigue generando pobreza y desempleo.
En materia de reforma política las cosas andan sobre una pista similar a la económica: la gran disputa para terminar con la ley secundaria y sacar adelante el nuevo Código electoral han entrado al regateo que hace el gobierno a los mismo acuerdos y consensos que hace unos meses soportaron la reforma constitucional. La letra chica --la mecánica de la elección y las nuevas reglas-- pone en peligro los avances de la reforma constitucional, uno de los pocos logros de este sexenio. Los acuerdos y consensos han entrado a un periodo de ajuste, de interpretación y, por supuesto, de posibles regresiones.
La lógica que parece mover esta complicada negociación es la de establecer ciertos controles y obstáculos que impidan finalmente llegar a condiciones de equidad y transparencia. Cierta dosis de más de lo mismo. Con una reforma constitucional que tuvo importantes avances, pero que dejó fuera instrumentos importantes de participación ciudadana y ahora una ley secundaria que puede romper el consenso y establecer limitaciones tramposas en materia de coaliciones, fiscalización, financiamiento y acceso a medios de comunicación; el resultado será poco alentador para 1997.
Hay litigio sobre aspectos tan importantes como el de quién y cuándo se harán los cambios de funcionarios en el Instituto Federal Electoral, si se hacen antes o después de 1997. Interpretaciones diversas sobre el artículo 54 de la Constitución y la integración de la representación proporcional en el Congreso, con lo cual se abre la posibilidad de que la sobrerrepresentación sea no sólo para un partido, sino para dos. De igual forma está es disputa el acceso a los medios masivos, ya que ahora se quiere que la mayor parte se haga por un reparto proporcional y no en términos de igualdad. Una parte crítica es la de las coaliciones y, sobre todo, la que le correspondería a limitaciones para el Distrito Federal; la experiencia indica que las limitaciones en materia de coaliciones casi siempre tienen dedicatoria o se hacen en función de cálculos electorales para limitar a ciertos partidos y favorecer a otros y no sobre un supuesto de libertad e igualdad de posibilidades.
Frente a la política de más de lo mismo se pueden esperar al menos dos posibilidades: una reacción de la sociedad civil que ponga un alto y obligue al gobierno a hacer ciertas reformas en materia económica, social y política, o una prolongación que profundice la descomposición social y provoque rompimientos inesperados y crisis cíclicas.