Proclaman el triunfo de Alemán en Nicaragua; gran desorden
Josetxo Zaldúa, enviado, Managua, 20 de octubre La Alianza Liberal (AL), del candidato a la presidencia de Nicaragua Arnoldo Alemán, se adjudicó a las 23 horas locales un triunfo ``rotundo y aplastante'' en las elecciones generales celebradas este día, en medio de gran desorganización.
En un anuncio que rompió las reglas impuestas por el Consejo Supremo Electoral (CSE), Jaime Morales Carazo, jefe de campaña de los liberales, dijo que el porcentaje de votos de Alemán supera el 50 por ciento. De confirmarse la información, Arnoldo Alemán, ex alcalde de Managua, sería el próximo presidente de Nicaragua, asumiría el 10 de enero de 1997 y gobernaría cinco años.
El noticiero televisivo Extradición, próximo al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), anunció que, según sus informes de conteo rápido sobre 65 mil votos escrutados pertenecientes a diez de los 16 departamentos en los que está dividido administrativamente el país, 51 por ciento de los voos favorece a los sandinistas y 48 por ciento a los liberales de Alemán. La ventaja, agregó el noticiero, es de mil 400 sufragios en favor de Daniel Ortega.
En la casa de campaña del FSLN, el mutismo era total. Informados sobre las declaraciones de Morales Carazo, fuentes del FSLN se limitaron a poner en duda que el candidato liberal alcance la mayoría necesaria para evitar la segunda vuelta: 45 por ciento más un voto del total escrutado.
En una jornada marcada por la desorganización en la inmensa mayoría de las juntas receptoras de votos, factor que provocó mucho retraso en el ejercicio del sufragio, los nicaragüenses se volcaron a las urnas para elegir a los ocupantes de un total de 20 mil 885 cargos, entre ellos el de presidente y vicepresidente.
Estas dificultades, unidas a lo complicado de la votación (los electores tuvieron ante sus ojos seis boletas que medían unos 70 centímetros), provocaron que, en promedio, cada elector invirtiera 12 minutos en depositar el sufragio en la correspondiente urna (eran seis: presidente y vicepresidente; diputados, representantes al Parlamento Centroamericano; alcaldes y concejales).
En conferencia de prensa, César Gaviria, ex presidente de Colombia y secretario general de la OEA, reseñó las anomalías ya descritas, pero aseguró tajante que ``no hay duda de que las irregularidades se deben a lo complejo del sistema electoral, no a una intención de fraude, no hay nada de eso''.
Gaviria destacó el hecho de que Nicaragua haya logrado integrar un sólido y seguro padrón electoral y, pese a la insistencia de algunos colegas que se esforzaron en hacerle pronunciar alguna palabra descalificadora sobre la labor del CSE, el titular de la OEA destacó el comportamiento de la ciudadanía y la ausencia de incidentes reseñables.
Al filo de las 22 horas locales (una hora más en México), Rosa Marina Zelaya, presidente del CSE, anunció que los primeros resultados serían dados a conocer, ``tal vez'', a la medianoche. Extraoficialmente, algunas firmas encuestadoras que efectuaron sondeos entre los votantes que salían de ejercer el sufragio informaron que el candidato de la AL, Arnoldo Alemán, llevaba una corta ventaja con respecto a su principal contendiente, Daniel Ortega, del FSLN.
Los comicios fueron fiscalizados por 4 mil 380 observadores nacionales y otros mil 650 extranjeros, entre los que sobresalieron los ex presidentes Gaviria, Jimmy Carter (Estados Unidos), Oswaldo Hurtado (Ecuador) y Oscar Arias, de Costa Rica. Con ellos estaba James Baker, ex secretario de Estado durante el gobierno de George Bush. Pero llegó gente del Parlamento Centroamericano, de la Unión Europea y todo un ejército de observadores pertenecientes a organizaciones no gubernamentales de todos los gustos y colores.
La afluencia de votantes superó las expectativas. Infinidad de ciudadanos pasaron la noche haciendo fila frente a los colegios electorales y, en general, a las siete de la mañana, hora de apertura de las Juntas Receptoras, cientos de sufragantes hacían fila para depositar el voto.
Los más afortunados en este sentido fueron los ancianos, las personas con problemas físicos y las personalidades, como el cardenal Miguel Obando y Bravo, la presidente Violeta Barrios viuda de Chamorro y candidatos como Alemán y Ortega, a quienes se les dejó votar saltándose las interminables filas.
No fue el caso, por ejemplo, del ex ministro de Defensa y ex jefe del Ejército, general retirado Humberto Ortega, quien debió esperar casi seis horas para depositar su voto. Abordado a la salida de la Junta Receptora, el hombre que marcó la pauta de la campaña electoral de su hermano Daniel sonrió al ser interrogado sobre el destinatario de su voto: ``¿Y ustedes qué creen?'', respondió muerto de risa.
Igualmente alegre y dicharachero se mostró Arnoldo Alemán, quien dijo estar seguro de ganar con el margen suficiente como para evitar una segunda vuelta. Rodeado de simpatizantes que lo saludaban como nuevo presidente de Nicaragua, el candidato liberal dijo que la ciudadanía, con su voto, ``refrendará la voluntad de cambio y enterrará el pasado''.
El aludido, Daniel Ortega, votó acompañado por su esposa, Rosario Murillo. Tocado con su ya inevitable camisa blanca, el ex gobernante dijo ante un enjambre de periodistas que el voto de hoy ``va a consolidar la reconciliación, la democracia y la paz. Estamos seguros de que el pueblo nos va a ayudar a combatir la extrema pobreza que azota a las mayorías''.
Le preguntaron qué haría en caso de perder: ``Vamos a respetar lo que diga el pueblo; ya perdí hace seis años y puedo decir que el mundo no se acaba ahí. Haremos una oposición responsable y consciente''. Pero le repreguntaron entonces sobre la parábola de la víbora, relatada hace tres días por Obando en abierta alusión al sandinismo: ``La mayor víbora que tiene delante el pueblo nicaragüense es la pobreza. Yo creo que a eso se refirió el cardenal cuando dijo esas palabras''.
Tal vez lo único que une a Alemán y a Ortega, además de la ambición presidencial, es la edad. Ambos tienen 50 años; el primero es abogado litigante de profesión, y sus propiedades cafetaleras fueron confiscadas por el gobierno sandinista. Es viudo y tiene cuatro hijos. Goza del apoyo de la Iglesia, del empresariado, de los nicaragüenses acaudalados en Miami y de la Fundación Nacional Cubano-Americana que dirige Jorge Mas Canosa.
Ortega, dice su currículum, es ``político de profesión''. Está casado con Rosario Murillo y tiene siete hijos. Fue integrante de la tendencia predominante en el sandinismo (la tercerista), y gobernó al país desde el 19 de julio de 1979, cuando fue derrocada la dictadura de Anastasio Somoza, hasta el 25 de abril de 1990, cuando entregó el poder a Barrios. Cuenta, al igual que Alemán, con el apoyo de decenas de miles de nicaragüenses, pero no de la Iglesia, ni de los empresarios, ni del exilio nicaragüense en Miami, ni mucho menos de Mas Canosa. Y además, es visto con grandes dosis de recelo desde Washington, donde tampoco se piensa que Alemán sea el mejor presidente para Nicaragua.
Los sandinistas fueron más ambiciosos que los alemanistas en su promesa electoral sobre creación de empleos: 150 mil en el primer año, aseguró Ortega, mientras que Alemán se quedó en 100 mil. Nadie, salvo ellos, sabe cómo le harán cuando alguno de los dos alcance la silla presidencial y llegue la hora de plasmar lo prometido.
Las palabras...
Feliz porque el 10 de enero dejará la presidencia, Violeta Barrios votó hoy en olor de multitudes; dijo su frase favorita para describir las elecciones (``es un día muy lindo'') y aseguró ante una avalancha de micrófonos y cámaras de televisión y fotográficas que los nicaragüenses ``se han portado muy bien y han tenido mucha paciencia.''
``Hay reportados algunos retrasos y problemas técnicos, pero creo que será una elección apropiada, justa y honesta'', valoró el ex presidente Carter, mientras el costarricense Oscar Arias anticipó: ``no creo que nadie pueda decir mañana fraude''.
En las afueras de Managua, el general Joaquín Cuadra, jefe del Ejército Nacional, aseguró que no se produjeron incidentes destacables durante la jornada electoral. El militar que sucedió a Humberto Ortega en uno de los cargos clave del estamento oficial del país agregó que, más allá de las deficiencias registradas durante la jornada electoral, los comicios habían transcurrido con normalidad.
Y los políticos nicaragüenses se afanaban en robar cámara; se ofrecían sin tapujos a los periodistas, declaraban y decían cualquier cosa porque para ellos, lo importante es salir electos o, de perdida, aparecer en la letra impresa, o escucharse en las ondas radiales, o aún mejor, verse en la televisión.
Más en silencio, centenares de miles de nicaragüenses (están censados para votar 2 millones 400 mil) demostraron este domingo una voluntad y una conciencia política a prueba de bombas y anomalías técnicas. Esperaron horas sin perder el perfil; siempre serios de puertas para afuera, festivos permanentemente para sus adentros, los nicaragüenses fueron los genuinos protagonistas de un domingo que será recordado como el de una elecciones en las que participó la friolera de 23 candidatos que aspiraron a ocupar la presidencia de un país económicamente quebrado.