El Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav) se ha ganado el buen crédito del que goza. Es una institución ejemplar y así se lo reconocen propios y extraños. Pionera además de acciones como la descentralización académica. De ello dan cuenta sus unidades en Irapuato, Saltillo, Guadalajara y Mérida y la unidad por formarse en Querétaro, cuya universidad ya aloja a investigadores del Cinvestav. No presumo, aunque sí me enorgullezco de mi casa y mis parientes. Quizá esté mal que hable bien de lo propio, cosa que no acostumbro, pero creo que ahora debo hacerlo. ¿Y a cuenta de qué viene este rollo laudatorio? Por los nubarrones artificiales que se ciernen sobre la institución. Es necesario darles aire para que se disuelvan.
Desde el inicio de la presente administración, encabezada por el doctor Adolfo Martínez Palomo, se ha venido configurando una campaña insidiosa montada con anónimos en Internet, cartas apócrifas y escritos públicos firmados por terceros que no pueden saber, y mucho menos juzgar, sobre la marcha de la institución. Eso por un lado. Por otro, un fantasmal Grupo de Profesores Independientes, que hasta la fecha no se ha identificado, hizo llamados para ``discutir los problemas del Cinvestav''. Como las cartas por Internet, se trata de un grupo anónimo. Si estoy equivocado, que se identifique públicamente, aunque no valdría identificarse como, por ejemplo, ``la mano negra''. Para hacer justicia a quien la merece, solamente dio la cara la doctora María Esther Orozco Orozco, quien pudiera ser la única integrante del grupo. La unicidad de la afiliación es una suposición que, por supuesto, ella misma puede desmentir. Pero una cosa es la tramoya y otra el director de la obra, hasta ahora también anónimo. Se hacen apuestas sobre su identidad, aunque hay un candidato que va ganando de calle. No obstante, quizá quedemos en suspenso, a menos que el hasta ahora enmascarado se despoje del antifaz y nos diga: ``no contaban con mi astucia''.
El mentado grupo tuvo ocasión de mostrar su capacidad de convocatoria. Sólo aparecieron dos expositores de los tres invitados, y un puñado de convocados. (Aquí dejo caer una frase que podría parecer críptica: las amistades supuestas pueden jugarnos malas pasadas.) La Unión de Personal Académico del Cinvestav (UPAC), organismo independiente que cuenta con el apoyo mayoritario del profesorado, no cayó en el garlito. Guardó prudente silencio y el pretendido grupo exhibió su inexistencia y con ella su falsedad. No ha vuelto a hacerse oír. Les salió el tiro por la culata, pero no por haber perdido esa batalla parecen estar dispuestos a dejar el campo.
Fiel o fieles a un estilo de grilla de secundaria, ``alguien'' entregó una carta con papel membretado de la UPAC a la Contraloría Interna del IPN (con copia al licenciado Farrel Cubillas). La carta no lleva firma. No es de la UPAC y su mesa directiva se deslinda con el ingeniero Diódoro Guerra, a quien además le hemos pedido una entrevista.
No nos sorprende la maldad pueril de quien hizo la carta apócrifa, pero sí que el IPN acepte una carta sin firma, y que además le dé trámite, enviándole copia al contralor interno del Cinvestav. En esta ocasión el ataque es sesgado. Se dice lindeza y media de nuestro secretario de Planeación, pero él no es el objetivo. No lo creo. Evidentemente se trata de enfrentar a la UPAC con la dirección del Cinvestav y exhibir falsas discrepancias ante el director general del Instituto Politécnico Nacional. Hemos descubierto la celada pero no al celador. Yo sostengo la hipótesis de que el objetivo real es tratar de desacreditar a la actual administración del Cinvestav y crear turbulencia con la esperanza de que en algún momento se haga el vacío. Entonces sí que aparecería el enmascarado diciendo: ``¡no contaban con mi astucia!''. Claro que el del antifaz puede no ser uno solo. Es bien posible que en verdad se trate de un grupo, oscuro, pero real. Hasta dispone de tramoyistas.
No va a estar fácil. Más bien va a estar muy difícil. O imposible. El Cinvestav ya ha sufrido ataques en el pasado, pero se han superado con el prestigio de la institución, la firmeza de sus directores y la cohesión de su personal académico. Nada ha habido mejor que esos ataques para hacer nuestra estructura más coherente y sólida. Aun así, los riesgos no deben despreciarse. Los roces producen desgastes. Bueno sería que el secretario de Educación, Miguel Limón, intervenga para aquietar el oleaje. No dejemos el barco al garete.