La Universidad Nacional Autónoma de México tiene un compromiso con la sociedad. Se equivocan quienes piensen que a la UNAM se le debe todo y de ella nada se espera. México es un país de grandes carencias y aspiraciones. Una universidad que no tiene la mirada puesta en su patria no tiene razón de existir. No me voy a detener en discusiones que, a mi juicio, ya deberían estar rebasadas, como las interpretaciones de los nexos universidad-sociedad que son de carácter puramente utilitarista. México requiere del talento de todos. Lo mismo de los avances que surgen a nivel conceptual en la filosofía o la investigación científica básica, que de las nuevas tecnologías, el conocimiento aplicado a la solución de problemas; el saber de sus maestros y alumnos en contacto con las comunidades. Una universidad alejada de un pueblo --su pueblo--, que es quien además la sostiene, no es la universidad que quieren los universitarios. Ni la que requiere México.
Las funciones esenciales de la universidad incluyen a la investigación científica, humanistica y artística; la enseñanza en los nieveles de bachillerato, licenciatura y posgrado; pero además, no es casual que una de estas funciones básicas sea la difusión. De nada sirve a un país contar con instituciones en las que se cultiven las ciencias, las humanidades y las artes si estos saberes están completamente desvinculados de la sociedad. La difusión constituye uno de los nexos más importantes de la Universidad Nacional con la sociedad. ¿Cómo explicar que esta tarea sea, paradójicamente, la más abandonada y despreciada?
No hay explicación. La UNAM para ser congruente con el trato que le brinda a la difusión, especialmente a la difusión científica, debería de borrar de sus funciones escenciales a esta tarea. Sólo que al eliminarla, estaría cancelando el vínculo principal que podría unirla con la sociedad. Y eso es justamente lo que hace. Pero hay que hablar con justicia. Si nos referimos a la difusión de la ciencia, ha habido algunos avances, pero éstos son muy recientes, como el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia que desembocó, más tarde en Universum. Por el nivel de desarrollo que tiene en México la comunicación de la ciencia, estos avances se explican más por el esfuerzo individual y pionero de algunos líderes de la difusión científica que como una política decidida de la Universidad Nacional. Universum es, con todas las limitaciones que se le quisieran ver, una propuesta, un camino novedoso de articulación de la ciencia universitaria con la sociedad, especialmente con los jóvenes. Pero, esta experiencia, además de reciente, es dentro de la universidad, una especie de isla. Lo que predomina es el más sorprendente atraso, las cavernas.
Quienes se dedican en la UNAM a la difusión de la ciencia corren un grave peligro. La difusión científica no solamente no es apreciada, sino que es severamente castigada. En la mayor parte de las facultades, escuelas, centros e institutos, la divulgación del conocimiento no tiene cabida. La homogenización de los talentos que ha dominado a la Universidad Nacional en los últimos años, ha excluido a la difusión, pretendiendo reducirla de una actividad esencial, al territorio de la marginalidad. El oscurantismo atenta contra los principios básicos de la universidad, cerrándole uno de los cauces posibles de vinculación con la sociedad.
¿Por qué a pesar de esta realidad hay quienes aún se atreven a dedicarse a esta tarea? Porque la universidad no es solamente oscurantismo. Porque todavía, hay algunos que creen que la libertad de creación es importante. ¿Por qué alguien decide ser astrónomo, matemático, genetista o ginecólogo? Pues porque les gusta, es su vocación. ¿Por qué hay universitarios que se dedican a la divulgación? pues por las mismas razones. ¿por qué desde la universidad? porque mientras no sea borrada la difusión como una de las funciones esenciales de la UNAM es necesario y urgente fortalecer los vínculos de esta institución con la sociedad, caiga quien caiga, pésele a quien le pese.