La Jornada 21 de octubre de 1996

Ibarra: la política económica trata ahora de remediar la pobreza que creó

Juan Antonio Zúñiga/I La ausencia de una política industrial activa originó el grave problema de las carteras vencidas de la banca, cuyo costo, calculado en unos 180 mil millones de pesos que pudieron utilizarse en la reconversión de la planta productiva nacional, deberá ser cubierto por todos los mexicanos a través de partidas presupuestarias que deberán destinarse a este propósito.

``No podemos resolver satisfactoriamente el problema de la banca porque no tenemos una política industrial activa'', explica el ex secretario de Hacienda y Crédito Público, David Ibarra Muñoz. ``A regañadientes se ha sacado un programa industrial, a regañadientes hay una serie de programas que se están instrumentando en Nacional Financiera, pero se hizo tardíamente y con una enorme limitación de recursos'', señala a La Jornada.

Explica: ``Abrimos muy abruptamente y una apertura así, como casi no se ha dado en el mundo, exige una política industrial para facilitar que las empresas manufactureras medianas se puedan transformar, acomodar y adquirir la tecnología que les haría competitivas''.

Los costos que deben cubrir los mexicanos por el impacto de este fenómeno en las carteras vencidas de la banca se irán expresando de diversas maneras, aparte de las partidas presupuestales que deberán crearse para apoyar directamente a la banca.

Autor del libro ¿Transición o crisis? Las contradicciones de la política económica y el bienestar social, Ibarra plantea uno de los ángulos menos tratados en los estudios de política económica actuales y que recuerdan aquel cuento en que un médico decide regresar a su poblado después de varios años para ayudar a los pobres, pero en el lapso en que estuvo ausente primero tomó la previsión de hacer a los pobres.

``Necesitamos un Estado que retome la política social de una manera simultánea, que cree derechos sociales exigibles presupuestariamente. Porque ahora primero creamos la pobreza a través de las medidas econonómicas y luego tratamos de remediarla a través de la política social. Ese es un camino que no nos conduce a nada. Se ha anunciado que del gasto programable, el 54 por ciento se destinará al gasto social y ésto viene desde el régimen anterior

``Se ha hecho un esfuerzo grande pero ¿qué ocurre? La pobreza se nos amplía y la desigualdad en la distribución del ingreso se intensifica. Entonces ese modo de ver las cosas ha probado que es disfuncional. Tenemos que crear derechos sociales exigibles y tener una política activa de empleo'', explica quien también obtuvo su doctorado en Economía en la Universidad de Stanford en 1961.

Hijo de padres campesinos del estado de Querétaro, David Ibarra aborda en ¿Transición o Crisis ? un espectro amplio de fenómenos que han conducido al país a su situación actual. En particular sobre distribución del ingreso apunta: ``Como reflejo del poder diferencial de los distintos estratos sociales en el proceso de cambio, el reparto del ingreso viene empeorando sistemáticamente. En 1992, 40 por ciento de la población menos favorecida recibía 13.8 por ciento del ingreso, y sólo el 12.5 por ciento en 1994''.

Agrega: ``En contraste, 20 por ciento de la más rica absorbía en esos años 53.9 y 55.2 por ciento del ingreso. Y no se crea que se trata de datos afectados por fenómenos cíclicos. Entre 1984 y 1992 la participación del 40 por ciento de los más pobres se redujo en las zonas urbanas de 20.1 a 16.6 por ciento, y en las rurales de 20.3 a 19.4 por ciento''.

--¿Bajo las condiciones actuales cuáles son las recomendaciones de política económica que podría sugerir para atemperar éste y algunos otros problemas graves?

--En primer lugar tenemos que esclarecer los objetivos de política económica. No sólo vale el objetivo de combatir la inflación, también es importantísimo generar empleo y lograr una relación de equidad que mantenga esta sociedad en paz. Debemos elaborar un conjunto mucho más completo de objetivos mejor equilibrados. No pensar que la economía es una cosa y la sociedad y la política otra; están imbricados, vinculados.

David Ibarra habla sin prisa, pero sin pausa, rodeado de libros y ante una mesa circular en la que no cabe un papel más, en la pequeña estancia de una casa, muy alejada de la riqueza petrolera que le tocó administrar entre 1977 y 1982, cuando se desempeñó como secretario de Hacienda.