No hay democracia sin información veraz. Ni hay libertad de prensa cuando los ``grandes'' roban y deforman noticias y atruenan los oídos de todos con sus falsedades deliberadas. Por eso, ahora, cuando se habla de información y de ética, vale la pena recordar el caso resonante de Dan Rather, estrella del CBS News, premio Alfred Du Pont-Columbia School of Journalism. Silver Baton (equivalente al premio Pulitzer para los documentales televisivos), por su ``Reportaje: la batalla por Afganistán'', de 1987.
El 28 de septiembre de 1989, en efecto, el Washington Post y el Newsday, el 9 de octubre del mismo año, denunciaron, entre otras cosas por razones de competencia, que ese documental había sido falsificado incluso con imágenes robadas a una pequeña televisora local de Boston.
El presidente de la CBS defendió a Rather y dijo que éste había corrido graves riesgos filmando tres años en primera línea la batalla entre los muyahidines afganos y las tropas soviéticas y Rather, que jamás salió de Nueva York, habló de sus 18 viajes a Afganistán entre 1981 y 1986, aunque los diarios antes mencionados probaron que no viajó allí ni siquiera una vez..
Las ``furiosas luchas'' entre las diversas facciones de muyahidines fueron logradas en el montaje, con la moviola, por George Hoover, un periodista free lance, y las entrevistas fueron realizadas años después. Incluso un avión de guerra pakistaní fue presentado como un bombardero soviético que había destruido decenas de pueblos afganos. El corresponsal de la BBC dijo ante este material que en la que Rather denominaba ``la mayor batalla desde la segunda Guerra Mundial'' no se veía ningún muerto en batalla y Hoover admitió, muy suelto de cuerpo, que para filmar caídos había que ir a zonas peligrosas y, por consiguiente, le había resultado más fácil filmar las explosiones a distancia... cuando no robaba imágenes a otros.
Burke, el presidente de la CBS, declaró, para cubrir la falsificación, que ``el documental se basaba en testimonios de personas de Estados Unidos y de otros países'', en una referencia tácita a la CIA que financiaba a los muyahidines contra los soviéticos. Otro ``pequeño'' detalle: El ex presidente de Estados Unidos, George Bush, que entonces dirigía la CIA, daba armas a los guerrilleros afganos a cambio de drogas, que la CIA vendía en el mercado mundial...
Falso, el documentario sirvió para justificar ante el contribuyente ignaro los millones de dólares que iban a Pakistán y a los muyahidines y para crear histeria antisoviética. Son los mismos métodos que la ética televisiva en Estados Unidos permite para poner fuera de la ley, como monstruos aberrantes, a los gobiernos de Cuba, Irán, Irak, Libia. Todo eso mientras Washington propone al mundo el modelo ``democrático'' estadunidense y trata de exportar su modelo de información ideologizado al extremo de recurrir a la falsificación sistemática.