La Jornada 19 de octubre de 1996

Retienen colonos de Cuajimalpa a funcionarios de esa demarcación

Ordena la Dirección General de Protección Civil la clausura inmediata del tiradero clandestino de Barranca del Diablo y el retiro de los asentamientos detectados en la zona. En un peritaje realizado el 18 de octubre, recomienda a la delegación Cuajimalpa sancionar el tiro de materiales conforme a la legislación ambiental e instalar comités de vigilancia permanente para dar cumplimiento a su recomendación.

Sin embargo, el relleno de Barrancas en San Mateo Tlaltenango ha dejado para un reducido número de ejidatarios jugosas ganancias a costa de poner en riesgo la vida de aproximadamente 300 familias, aseguraron integrantes del comisariado ejidal y habitantes de la zona.

Desde hace tres años, en las barrancas se han permitido asentamientos humanos en las laderas o sobre los rellenos, como ocurre en el depósito clandestino de toda clase de materiales. El deslave ocurrido en la Barranca del Diablo no arrastró materiales pétreos de la propia zona, sino que fue parte del acumulamiento de desechos el que se deslizó debido a las lluvias y su posterior deshidratación sepultando a cuatro personas en días pasados.

Lidio Montecinos Morales, Miguel Gutiérrez Ortiz, Gregorio Cortés Montecinos, Antonio Miranda Pérez, María Guadalupe Chávez de la Rosa, Rubén Rodríguez Cortés, Jesús Flores Chávez, Salvador Carrillo, Francisco Avila y Felipe Martínez, según declaraciones de los propios habitantes de las barrancas y del comisariado ejidal, ``han cobrado desde 20 y hasta 30 pesos por carro y entre 50 y 100 pesos por permitir asentamientos humanos en viviendas precarias'', afirmó Jesús Carrillo Flores, representante ejidal.

Localizada en la parte surponiente de San Mateo Tlaltenango, la Barranca del Diablo presenta una profundidad de aproximadamente 35 metros y una extensión de mil metros cuadrados; durante los últimos meses centenares de camiones de carga echaron desde su parte más alta diversos materiales y algunos más los depositaron incluso en los costados de torres de la Comisión Federal de Electricidad.

Una parte del terreno fue cedido en aparcelamiento a Antonio Miranda Pérez desde hace más de diez años, sin embargo, de octubre de 1995 a la fecha a los conductores, luego de pagar una cuota de 20 pesos a una persona que regularmente habita en una choza construida con plásticos y madera, se les permite tirar los desperdicios.

En la parte superior de la Barranca del Diablo todavía queda un metro de superficie que no corresponde a suelo firme y que se desplaza hasta lo más profundo. Sobre terreno seguro miles de toneladas de basura y desechos de banquetas, carpetas asfálticas y tierra, siguen acumulándose, ya que según testimonios durante la madrugada los camiones siguen llegando a tirar sus cargamentos.

Otra barranca, la de Pachuquilla, donde más de 250 casas e igual número de familias habitán, es la de mayor riesgo. Ducto natural de aguas pluviales, hasta antes de 1995 tenía una profundidad de 17 metros en su parte más alta; ahora está casi a nivel de la zona habitada y en algunos casos los desechos llegan hasta niveles de las azoteas. En el lugar, según testimonios de habitantes, María Guadalupe Chávez de la Rosa, Rubén Rodríguez Cortés y Jesús Flores, desde mayo de 1995 fueron reconvenidos por el comisariado ejidal, en tanto que las autoridades federales y delegacionales fueron advertidas del inicio de los tiraderos.

Conformada en un pequeño canal de desagüe, los 17 metros de profundidad han sido rellenados; en el fondo, según Alfonso Chávez Serrano, habitante del lugar, ``muchas llantas fueron colocadas y luego le echaron ¡huy!... muchos camiones de cascajo, basura y desperdicio''.

En un documento firmado por María Guadalupe Chávez de la Rosa, la también ejidataria reconoce haber sido requerida en varias ocasiones por los representantes ejidales para no continuar rellenando la Barranca de Pachuquilla, sin embargo, a la letra se compromete a asumir ``todas las consecuencias que resulten si por la temporada de lluvias se llegaran a presentar deslaves y perjuicios en la carretera, casas y caminos vecinales, así como al arbolado existente''.

En cuanto al peritaje de la Dirección General de Protección Civil, destaca que en la Barranca del Diablo un volumen cercano a los seis mil metros cúbicos de tierra, cascajo y desechos orgánicos fueron vertidos en los útimos años sin ningún reacomodo, alcanzado la altura máxima del talud, que es de 35 metros.

De acuerdo con el documento en poder de La Jornada las condiciones del terreno y el peso propio del material generaron un deslizamiento de los desechos con un volumen aproximado de 800 metros cúbicos y más de 100 toneladas de peso bruto, ocurrido en forma intespestiva, y fue lo que ocasionó la muerte de cuatro personas el pasado 11 de octubre.

Protección Civil determino que la cañada localizada en la Barranca del Diablo debe ser sembrada de árboles y regenerada a través del reacomodo de los volúmenes de tierra y desperdicios que fueron tirados.(Gustavo Castillo García)