La Jornada 17 de octubre de 1996

Inhumaron a las cuatro víctimas del deslave en Cuajimalpa

Alberto Nájar Para los vecinos de la Cañada del Diablo, en Cuajimalpa, donde el pasado lunes perecieron cuatro personas sepultadas bajo un alud de escombros, la tragedia lleva el signo de pesos.

Ubicada casi a la entrada del ejido de San Mateo Tlaltenango, la zona es codiciada por el valor económico que le otorga su colindancia con dos macroproyectos: la carretera La Venta Colegio Militar y el club de golf Reforma.


Velación de las cuatro víctimas por el derrumbe en
la Cañada del Diablo.
Foto: Raúl Ortega

De hecho, la cañada está justo a la mitad del trazo proyectado para la carretera, y a decir de algunos vecinos, esta es la razón por la cual el comisariado ejidal autorizó hace tres meses que el barranco se rellenara con basura y escombro. Los mismos que el lunes por la tarde sepultaron a Julia Reyes Velázquez, Guadalupe Reyes Pérez, Paulina Morales Reyes y Brenda Karina Morales Reyes.

Desde un principio el asunto del tiradero clandestino se notificó a la delegación Cuajimalpa, pero no hubo respuesta. Por el contrario, pareció intensificarse la frecuencia con que los camiones acudían a descargar cascajo y otros desechos, e incluso la semana pasada ``eran como 50 esperando hacer fila'', según comentó Guadalupe Fajardo Leal, vecina del predio La Monera. Por cada vehículo que descargaba en el barranco el comisariado ejidal cobraba 20 pesos.

En esa fecha se presentó una nueva queja ante las autoridades, cuando en la cañada estaban acumuladas alrededor de 100 toneladas de tierra. Tampoco hubo respuesta, y las consecuencias se vivieron al anochecer del lunes, afirmó un jefe de manzana que por temor a represalias solicitó el anonimato.

De carreteras, golf y otros lujos

La señora Guadalupe Reyes no debía estar en la cañada cuando ocurrió el deslave, pues a esa hora, cerca de las siete de la noche, estaba convocada junto con otros vecinos a una reunión del Frente Cualocotla donde se discutirían las últimas novedades del proyecto de la carretera La Venta Colegio Militar. Según los planes, el trazo atravesará el Valle de las Monjas, en una de cuyas laderas ocurrió el deslave.

Los planes de la autopista constituyen una de las principales preocupaciones para los vecinos, junto con el proyecto del gobierno capitalino para desalojar los predios La Monera, Los Conejos y Las Torres, ubicados alrededor de la cañada.

Guadalupe no llegó a la junta. Según versiones de testigos, ``se oyó un ruido muy fuerte y luego vimos que la tierra tapó a las señoras con los niños. Ya luego les fuimos a avisar a los demás para que nos ayudaran a sacarlas, pero no se pudo, eran muchos escombros''.

La tierra que las sepultó fue depositada a lo largo de tres meses, con autorización expresa del presidente del comisariado ejidal, Jesús Carrillo Flores y, según expusieron los vecinos, al parecer estas acciones se vinculan con el hecho de que precisamente por la cañada pasará un tramo de la carretera que inicia muy cerca de allí, en el poblado de La Venta. ``Es lo que sabemos porque cada vez que preguntamos nos dicen que no saben nada'', comentó la señora Fajardo.

Existe, además, otro antecedente, pues a un lado del sitio del deslave se construirá el club de golf Reforma, cuyos promotores adquirieron 54 hectáreas del ejido en la zona conocida como Prados de la Montaña.

Estas circunstancias elevaron el valor de los terrenos ejidales y con ello ``les aumentaron a los ejidatarios las ganas de venderlos''. Así, dentro de los planes se encuentra también la venta de Lomas de Pachuquilla, el área ubicada frente al barranco que se destinaría para la construcción de residencias.

La Cañada del Diablo, pues, está a la mitad de los macroproyectos y eso genera problemas a los habitantes, como la inseguridad en la tenencia de la tierra.

Las amenazas y presiones de los ejidatarios contra el resto de los pobladores son comunes, a tal grado que muchos prefieren mantener la boca cerrada, como Dolores Gutiérrez. ``Es que las represalias son cabronas'', dijo.

El apoyo de la delegación

Ayer los familiares de las víctimas tuvieron problemas para sepultarlos porque el apoyo que prometió la delegación Cuajimalpa no fue tan expedito como esperaban. Incluso a las cuatro de la tarde, 30 horas después de que se rescató el último cuerpo, los trámites continuaban en proceso.

El cortejo partió cerca de las seis, rumbo al panteón de San Mateo, donde se sepultó a Guadalupe Reyes, y posteriormente al de Santa Rosa, donde reposan las niñas Paulina y Brenda junto con Julia Reyes.

Pero con los ataúdes no se enterraron los recuerdos, y por eso los familiares y vecinos que vivieron la tragedia se mostraron desde ayer dispuestos a evitar, como sea, que el capital los arrolle a su paso.