México, país de maquiladoras; el mercado interno, olvidado: Suárez Dávila
Juan Antonio Zúñiga M./II El presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, Francisco Suárez Dávila, responde contundente: México no puede seguir siendo una economía de maquiladora.
Eso es lo que somos ahorita --subraya en entrevista con La Jornada-- E inmediatamente fundamenta: ``Un país que exporta 100 mil millones de dólares, pero que importa 90 mil millones, es como si solamente exportara 10 mil millones de dólares. Esto no está beneficiando a las cadenas productivas. No somos Singapur, eso se nos ha olvidado. Tenemos un gran mercado interno completamente en el olvido y ésta es una categoría que tenemos que reconstruir otra vez y que se perdió a partir de 1988''.
Opina que otro de los errores de aplicación de la política económica a partir de 1988 fue la de convertir la apertura comercial en un fin en sí mismo, y no mantenerla como un medio de desarrollo. Esta apertura, sintetiza, resultó exagerada y sin una política industrial definida, contribuyó a la devastación de empresas pequeñas y medianas junto con la destrucción de cientos de cadenas productivas.
Un tratado de libre comercio es importante, acota, pero hay que estar preparados para ello, sobre todo con algunos elementos de defensa. Justamente eso, una política industrial, una política tecnológica, para no ser arrasados por esta diferencia tan grande en el poderío de los dos países (México y Estados Unidos). Se requiere también un sistema educativo de calidad.
Economista formado en la escuela de pensamiento que privilegia claramente el crecimiento y el empleo, y subordina a la inflación, entre cuyos representantes figuran su padre, el secretario de Hacienda cardenista, Eduardo Suárez, quien también lo fue de Avila Camacho; Antonio Carrillo Flores y Antonio Ortiz Mena, quienes ocuparon la misma posición durante el desarrollo estabilizador, junto a Rodrigo del Llano, como director del Banco de México, Francisco Suárez Dávila es un político de matices en su argumentación y de contundencia en sus pronunciamientos.
--Ciertamente Rodrigo del Llano fue uno de los grandes impulsores de la política regional...
--Esta --interfiere la pregunta con su respuesta-- es otra cosa que hemos pagado muy caro: que la mejor política regional es la que no existe. Entre 1988 y 1994 no hay política regional y esto da lugar a los problemas de Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
Situado en el centro de las posiciones extremas, como las sustentadas por lo que llama ``la izquierda trasnochada'', y las de la ``ultraderecha fundamentalista'', Suárez Dávila sostiene que la idea original de las privatizaciones se distorsionó en algunos casos, ``todavía más claramente hacia fines personales, sin tomar en cuenta el interés nacional, cuando no derivando hacia una abierta corrupción''.
El debate no está ni debe estar, asegura, en las tendencias básicas del modelo modernizador aplicado en México desde 1983, sino en cómo se han operado, particularmente a partir de 1988. Sin duda es más fácil ser profeta de lo ya ocurrido, ``pero debemos derivar lecciones de la experiencia. Quien no conoce la historia repite sus errores''.
Precisamente sobre privatizaciones expresa que la historia se aclara cada vez más y, con la indignación de todos, se torna cada vez más funesta. ``En muchos casos las privatizaciones no han funcionado y los empresarios que compraron lo hicieron sin capacidad financiera real, demostrando en muchos casos mayor incompetencia y proclividad que los funcionarios públicos. Este episodio requiere una muy amplia evaluación objetiva''.
--¿No es ahora el momento de revisar críticamente los resultados de esta política económica, antes de pasar nuevamente a firmar un convenio más por tres años con el FMI?
--El debate en torno de la política general interna es más importante. Hay que ver el programa con el Fondo como una especie de aval financiero ante los mercados, para algo que creo que puede ser útil, para estar en condiciones de refinanciar hacia el largo plazo la deuda que tiene vencimientos muy fuertes en 1998 y 1999. Si ese es el objetivo que cumple puede ser un mal necesario, siempre y cuando no interfiera con esta serie de ajustes que tienen que darse en la política económica en circunstancias en las que cada vez se agrava más la problemática social de este país.
``Eso el Banco Mundial lo está empezando a entender, pero creo que el Fondo Monetario Internacional no lo entiende todavía. Tenemos que introducir cambios en la política económica que nos orienten más hacia el crecimiento, el empleo y la política social, por mecanismos distintos de la ortodoxia que orienta principalmente hacia objetivos y resultados financieros y nuevamente privilegia la inflación y la política monetaria''.
Esto no debe estar sujeto a condiciones --sostiene el diputado priísta con más larga trayectoria en la esfera financiera pública--. ``Si el Fondo no toma en consideración estos elementos de necesidad social y de cambios que se tienen que dar en la política ortodoxa, México puede tener una serie de problemas sociales, incluso, con efectos de rebote y pendulares mucho más serios. Este país está operando con la mitad de su capacidad ociosa, con enormes problemas de carácter social. Yo creo que un déficit fiscal moderado, financiable, puede ayudar''.
Nuevamente matiza. ``Quiero aclarar --agrega-- que no propongo un déficit fiscal per se. Esto tampoco debe ser un objetivo o algo permanente. Simplemente debemos recuperar el pragmatismo. Insisto, un desequilibrio moderado puede ayudar en estos momentos en que se introducen elementos de corrección, como en el caso de las plantas de la petroquímica secundaria de Pemex y, cuando la actividad industrial repunta con fuerza''.