El clamor autonómico aparece hoy como el núcleo fundamental de las reivindicaciones indígenas. Su reconstrucción como pueblos y la definición de una territorialidad correspondiente parecen depender estrictamente de las conquistas autonómicas.
A diferencia de los conceptos de ``pueblo indígena'' y de ``territorio'', el de ``autonomía'' ha sido objeto de definiciones más detalladas en los documentos que circulan actualmente.
Las dos versiones conocidas son: la que postula la autonomía a partir de las ``regiones autónomas pluriétnicas'' como el tercer piso de la estructura del Estado mexicano entre los Estados de la federación y los Municipios, y la que postula la autonomía como el primer piso de la estructura del Estado mexicano por debajo de los municipios, las comunidades.
Ninguna de las dos propuestas se ha acompañado de un ejercicio elemental de prospectiva e información mediante del cual pudiéramos vislumbrar qué país saldría de la posible implantación de su proyecto.
Ambas propuestas deberían ser capaces de mostrarnos cómo impactarán a todo el edificio constitucional en su articulado; garantías individuales, elecciones, participación fiscal, educación, salud, aguas, bosques, etcétera, etcétera. Algo así como explicarnos ¿autonomía para quién y para qué?
Los postulados autonómicos penetran el discurso de las organizaciones indígenas a mediados de los años setentas con una fortuna sorprendente y con concreciones pobres y contradictorias.
Las experiencias autonómicas de las reservas norteamericanas, el estatuto de autonomía de la Costa Atlántica de Nicaragua, los territorios indígenas en Colombia y Canadá, son poco conocidas.
En esos cuatro países, Estados Unidos, Nicaragua, Colombia y Canadá, los indios gozan de legislación autonómica y territorios exclusivos: ¿por qué nuestros legisladores en alguno de sus innumerables viajes no visitan estos países y nos informan de lo que vieron? En estos cuatro países el etnocidio, la manipulación y la ausencia de cambios en las condiciones de vida de los indios son notorias, ¿a eso aspiramos?
Las propuestas mexicanas fundadas en la región y en la comunidad, parten de: considerar a los ``pueblos indios'' y sus ``territorios'' como un hecho dado en la naturaleza, que sólo requiere de su reconocimiento y sanción constitucional.
Maximalistas y minimalistas eluden los datos, que son los que nos permitirían analizar sus propuestas.
La ``propuesta regional'' ubicaría a los indios de México en minoría en la mayoría de las regiones en las que habitan y por lo tanto se garantizaría jurídicamente su subordinación: eso sí, autónomamente subordinados.
En la ``propuesta comunitaria'' se consolidaría la fragmentación social y algo más grave: se marginaría a muchas comunidades de campesinos no indígenas que se verían en desventaja jurídica y de derechos, frente a las ``comunidades indígenas'' con nuevos, diferentes y más derechos.
La autonomía expresa la voluntad y el deseo de los grupos sociales de ser sujetos de su historia. Expresa el fracaso o la incapacidad de nuestra democracia actual de ser un espacio adecuado para lograrlo. Ubica como objetivo la transformación del Estado, transformación que aumente las competencias legales de los grupos sociales para intervenir y modificar sus condiciones de vida.
La demanda autonómica en nuestro país es más un clamor generalizado que una demanda específica de los indios.
No asumir responsablemente nuestra realidad y legislar al vapor para dizque saldar una deuda con los pueblos indios y supuestamente detener una guerra, la de Chiapas, no le sirve a los indios, menos al país, y alarga y aletarga la verdadera transformación social.
La aspiración autonómica es en esencia la aspiración democrática; lo que quieren los pueblos de México; indios y no indios, rurales y urbanos es ser sujetos de su desarrollo, contar con la capacidad de representarse y ser representados, tener las competencias legales para dirigir su destino y desarrollo, tener el poder para definir los proyectos que afecten a su entorno cotidiano.
La incapacidad y tardanza para arribar a la democracia en nuestro país provoca la búsqueda de soluciones fuera de los marcos vigentes, en la medida que esos marcos son insuficientes y los que hay ni siquiera se respetan.
Los indios quieren cambios de fondo y hasta el fondo; eso afirman en toda oportunidad. Antropologizar sus planteamientos y construir feudos culturales, regionales o comunitarios, a la medida de la culpa del mestizo, significará construir las ``regiones autónomas de refugio'' como nuevo modelo de subordinación para los indios de México.
Centrar la demanda autonómica en la construcción de espacios privilegiados para el ejercicio de la diferencia cultural es una lectura absolutamente parcial e irrelevante. La demanda autonómica es una demanda política para toda la sociedad, no se resuelve con la conquista de algunos privilegios derivados de la diferencia cultural para los indios de México.
¿Cómo enfrentarán la pobreza las propuestas autonómicas?, ¿qué relación existe entre los planteamientos autonómicos y la lucha contra las brutales condiciones de desposesión de los indios de México? De eso no hemos leído y, como resulta obvio, poco se leerá; solamente ha habido menciones a ese monumento del cinismo nacional que se denomina: rezago histórico que justifica y desresponsabiliza a los responsables de las dramáticas condiciones actuales y justifica y desresponsabiliza también de cambiarlas.