José Blanco
¿Por dónde?

En este espacio generalmente examino problemas para buscar salidas. Una actitud de optimismo voluntarioso preside siempre ese propósito: las salidas existen. No dejaré de aferrarme a esa actitud, pero a veces el pesimismo aplasta.

Había anunciado mi interés por examinar la necesidad de una relación de jerarquía racional entre el saber competente y la norma política y ética que debe fundar las decisiones, a propósitos de temas diversos: la política económica, o la organización de la generación y de la transmisión del saber en el ámbito educativo superior.

Pero la avalancha impía de las noticias a veces transtorna los sentidos: el país --una gran parte del mundo no es muy distinta--, aparece de pronto como un caos de locura y de fuerzas violentas, inhumanas. Actos execrables, escenas macabras, descomposición y corrupción en círculos de poder público y privado conmocionantes, parecen mostrar que, a pesar de todo el horror ultrajante que desfila cada día frente a nosotros, puede ser sólo la punta de un iceberg de dimensión insospechada.

¿Cuándo empezó todo?

Siempre hubo crimen, estupro, latrocinio, atraco, pillaje y saqueo, estafa y defraudación, chantaje y más. Pero todo ello hoy nos inunda y los poderes que deben combatir y reprimir esas infamias exclusivas de los hombres (el ser ), se ven incapacitados para cumplir su encargo, no sólo por la magnitud masiva que ha alcanzado, sino porque la inmundicia, con más frecuencia de lo imaginable, los abarca. Por eso, la impunidad campea. La ley de la selva, la del más fuerte, la de quienes tienen poder --dinero en abundancia, o poder político, armas, mercenarios--, va extendiendo su dominio. Y muchos de los poderosos pueden decidir matar, aplastar, arrasar, sin indicio de escrúpulo, e impunemente. ¿A qué clase de personalidad el poder --cualquier poder-- corrompe? ¿Cómo puede la sociedad protegerse contra individuos que conforme se hacen de poder, se apodera de ellos a su vez una insania esquizofrénica que continuamente los recicla en la búsqueda de más poder adosado de infamias sin fin?

Hoy tales personalidades abundan. Es un gran problema social de moralidad. ¿Cómo se configuran sujetos morales, estructurados a base de principios para una vida propiamente humana, personalidades incorrompibles por el poder?

La moral, como conjunto de normas o imperativos, conveniente a los seres humanos para una vida más civilizada y humana, fue masivamente desechada --o se volvió asunto subjetivo--, a partir de los años sesenta. Sí, lo sé; aunque hago referencia a una moralidad laica fundada en la razón, estas palabras parecen en nuestros días pueriles disquisiciones. Las haré de todos modos.

Mil influencias se conjuntaron. Se le consideró un instrumento abstracto y opresivo, de las instituciones o de las autoridades o de las clases dominantes o del Estado, para engañar y dominar a las mayorías. Unos le opusieron la voluntad de poder de la que hablaba Nietzsche; otros, la liberación de la libido de la que hablaba Freud; en la libertad y en la permisividad de todo se hallaba la potencia creadora y las posibilidades reales de formas de vida ``superior''; los instintos animales de los hombres eran simplemente naturales. Prohibido prohibir. Aún más, la cultura dominante comenzó a producir --y lo ha hecho cada vez más--, una gran y continua exaltación de las excrecencias abominables del poder: eso nos muestra sin cesar el cine, la novela, y por supuesto, la televisión estadunidenses.

El incremento insólito de la delincuencia --especialmente la juvenil--; la violencia y el terrorismo políticos; la proliferación del tráfico y el consumo de drogas; la ausencia de disciplina en casi todos los órdenes de la vida social, en el trabajo o en la escuela; el abandono de los hijos (aun viviendo bajo el mismo techo); el incremento de los suicidios; el atraco de los recursos públicos; el robo cotidiano cometido por todo tipo de personas cómo forma válida y normal de obtención de lo que sea; el atropellamiento de los demás como estilo de vida; la ausencia de solidaridad humana; los niños de la calle; es una lista no exhaustiva por todos conocida. Esta historia también comenzó en los años sesenta. Hay pues correlación, pero es sólo enumeración de hechos; hemos dejado de explorar las causas.

La templanza y la prudencia, la honradez, el valor de defender la vida propia y la de los demás, la justicia como respeto de los derechos ajenos, la mesura, las virtudes --como en la edad de la inocencia se llamaban--, provocan risa o por lo menos escepticismo. ¿Por dónde?