Las marcas de los últimos tres años tienen al país atrapado en un conjunto de problemas que no se han podido resolver; sin embargo, siguen ocurriendo acontecimientos que todos los días expresan expectativas de que hay salidas y un mejor futuro.
Hay momentos en donde se condensan de forma extraordinaria los grandes problemas nacionales, sin duda los días pasados son un buen ejemplo de ello. Una simple enumeración puede expresar el argumento: el Congreso Nacional Indígena, la visita de la comandante Ramona y la posibilidad de volver al diálogo entre el EZLN y el gobierno; el macabro descubrimiento de una osamenta en una finca de Raúl Salinas y la presunción de que puede tratarse de los restos de Muñoz Rocha; el carpetazo a la Comisión Conasupo y el ayuno del diputado Víctor Quintana para reunir firmas en contra de la corrupción; las positivas elecciones en el estado de Guerrero; las negociaciones sobre la ley electoral; la posibilidad de una entrevista entre José Córdoba y la Comisión del caso Colosio; la redefinición del gobierno sobre la petroquímica para vender sólo el 49 por ciento de las empresas; la polémica sobre el tipo de cambio y las conveniencias e inconveniencias de una devaluación del peso, forman el complicado perfil de un país atribulado. Existe básicamente el mismo cuadro problemático desde el inicio del sexenio, lo que ha cambiado es el peso de cada uno de ellos y las perspectivas de solución. No se trata de conflictos sencillos de resolver, la mayoría de ellos forman parte de los grandes retos para el cambio político en México.
Tenemos por una parte, las piezas de la franja insurreccional, la cual ha estado desde enero de 1994 en el centro de atención nacional. Negociaciones que se traban, esfuerzos de pacificación de las comisiones de intermediación y de concordia, redes de la sociedad civil que buscan estrategias para lograr una paz digna y con justicia. Existe un gran espacio de negociación a pocos meses para que se cumplan tres años del inicio del conflicto y los resultados efectivos todavía no están claros. Las condiciones de los indígenas de Chiapas y del resto del país siguen más o menos igual o quizá peor. La aparición del EPR y las poco hábiles respuestas del gobierno, han complicado las cosas. Es urgente que las negociaciones avancen, que exista verdadera voluntad pacificadora de las partes, porque de lo contrario el camino de la descomposición y la violencia puede establecerse como el marco de las elecciones federales de 1997. Este peligro, ir de nuevo a una elección dentro de un clima social tensionado, puede ser una experiencia peligrosa para el país. Mientras más fortalecidas se encuentren las negociaciones de paz, mejor podrá ser la elección.
Por otra parte, otra franja del país está cruzada también por herencias del pasado; se trata de un conjunto que vincula los expedientes de criminalidad que van desde los casos de Colosio y Ruiz Massieu, hasta el problema de la corrupción, bien representado por los múltiples expedientes que dio a conocer la famosa Comisión Conasupo. El macabro hallazgo de la Procuraduría General de la República la semana pasada, puede representar un signo de resolución de un caso que estaba atorado; veremos qué pasa con las investigaciones. En esta franja no existe otro camino que reforzar los contrapesos y equilibrios entre los poderes. El ayuno del diputado Quintana, que en unos cuantos días logró reunir más de 25 mil firmas en contra de la corrupción y la impunidad, es un signo positivo de los reclamos sociales del país que están a flor de piel. Aún no son suficientes los esfuerzos de la sociedad para controlar e impedir el avance de la corrupción, pero hay avances importantes.
En la franja cívica está el caso de Guerrero, en donde se expresaron más los signos nuevos que las viejas inercias. En el balance hubo unos comicios más positivos que negativos: claridad en los resultados, bajo nivel de conflicto, un ambiente de tranquilidad poselectoral, aceptación del cómputo por parte de los partidos, una expresión plural con un claro bipartidismo. El próximo Cofipe, que todavía está en proceso negociación, tendrá que expresar fielmente los cambios constitucionales; habrá que estar pendientes a la letra chica de la reforma.
En la otra franja están los indicadores económicos. A pesar de que existen signos de recuperación en la macroeconomía, queda muy claro que el modelo económico repite los mismos pasos del sexenio anterior y que la vulnerabilidad puede volver a generar otra crisis. La privatización del otro paquete (petroquímica, ferrocarriles, puertos y aeropuertos) muestra un esquema rígido que sigue sin buscar los consensos nacionales.
El momento por el que atraviesa México resulta particularmente difícil y definitorio. De la forma en la que se resuelvan estas diversas franjas de conflictos, dependerá el futuro de los próximos años.