En cuatro municipios del estado de Morelos (Cuernavaca, Tepoztlán, Huitzilac y Tlanepantla) los incendios y la tala acabaron en los meses recientes con cerca de 4 mil hectáreas arboladas. En dicha entidad se perdió ya el 40 po ciento de la selva caducifolia lo cual afecta, entre otras cosas, las fuentes de agua, además de generar erosión y cambios de humedad y temperatura. No menos grave es lo que sucede con los bosques de Michoacán, donde se han devastado 600 mil hectáreas ubicadas en diversas regiones: desde Taretan a Charapan, de Angangueo a Hiniqueo, y de Acuitzio a Coalcomán y Aguililla. La erosión avanza incontenible. Según Salvador Moreno, integrante de la Comisión de Ecología del Congreso estatal, es necesario actualizar y observar la ley de protección al ambiente ``pues nunca se ha aplicado verdaderamente''.
En tanto, Rafael Robles, delegado de la Secretaría del Medio Ambiente en Yucatán, informó que la desertizacion afecta ya al 80 por ciento de la superficie de dicho estado. El monocultivo, el cambio de uso del suelo, la tradicional práctica de roza-tumba-quema y el atraso tecnológico, se han unido para acabar con las propiedades nutricias de la tierra disminuyendo a la mitad su productividad. Esto ocurre precisamente en áreas donde existe un alto índice de analfabetismo y desnutrición que son muestras de la marginación en que viven miles de familias, especialmente en el sur de Yucatán y en su zona maicera. El funcionario hizo hincapié en la necesidad impostergable de elaborar y hacer efectivo un programa para reordenar el uso del suelo, frenar la pérdida de fertilidad y rehabilitar áreas hoy erosionadas.
En la Tarahumara también hay tala de árboles. Así lo denunció Ismael Mejor, dirigente indígena que acusa a las autoridades locales y federales de ignorar las quejas elevadas contra algunos influyentes y poderosos saqueadores de la riqueza forestal. No está por demás señalar que los menos beneficiados con esa riqueza son precisamente los indígenas que desde siempre han tenido al bosque como su patrimonio y su habitat. Por deterioro no paramos: según datos del geógrafo Miguel Aguilar, se ha deforestado de tal forma la Huasteca potosina que de 850 mil hectáreas con bosques que había en 1930 ahora apenas quedan 150 mil. De no tomarse medidas urgentes, estas últimas también desaparecerán por la presión demográfica sobre los recursos y la carencia de una estrategia agropecuaria que en vez de deteriorar, mejore las condiciones naturales pues por falta de árboles son notorias las sequías, la erosión de los suelos y el azolve de las corrientes de agua que se desbordan y arrasan con poblados y cultivos ribereños en tiempos de lluvia.
En Yucatán se ha destruido hasta el momento el 94 por ciento de la vegetación original de la duna costera y los daños a los ecosistemas se extienden en ciertos casos hasta 40 kilómetros tierra adentro. Según Eduardo Barllori, investigador del Centro de Estudios Avanzados del Politécnico, gracias al apoyo financiero del Consejo de Humedales de Norteamérica, se realizarán diversas labores para contrarrestar el deterioro de tan importante riqueza natural. En cambio, nadie interviene para evitar la desaparición de las prodigiosas áreas de mangle de la costa de Chiapas. En el mismo estado las autoridades federales iniciaron acciones para detener la tala clandestina de árboles en la zona fronteriza con Guatemala, especialmente en los municipios de Escuintlas, Tuxtla Chico y Tuzantán.
Apenas 190 millones de hectáreas de las 3 mil 300 millones que todavía existen de bosques en el planeta se han salvado de la destrucción y se encuentran formalmente protegidos. Según el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF), en muchos casos la solución a los problemas forestales son obvias, pero los gobiernos se niegan a tomar las medidas necesarias. No actúan. Por ello, en la selva amazónica del Brasil la deforestación aumentó en 34 por ciento a partir de 1992, y ocupa una extensión equivalente al tamaño de Bélgica. En México, las contradictorias cifras oficiales de todas formas permiten saber que cada año se destruyen unas 300 mil hectáreas de bosques y selvas, mientras la reforestación efectiva está muy por abajo de dicha cifra.
Pero no todas son malas noticias: más de 300 mil hectáreas ubicadas en la región de Zapotitlán-Cuicatlán, en el estado de Oaxaca, fueron declaradas hace unos días zona de protección ecológica y una de las 25 prioritarias que deben conservarse en el país. En la región mencionada una extensa vegetación xerófila y el bosque tropical caducifolio encierra una importante biodiversidad en peligro de desaparecer por la acción del hombre.