La Jornada Semanal, 13 de octubre de 1996


Opiniones mohicanas

Jorge Herralde

La mayoría de las editoriales españolas se han vuelto consorcios peligrosamente parecidos a los supermercados. En un panorama que apuesta más a las ganancias que a la cultura, Jorge Herralde, director de Anagrama, destaca como uno de los últimos mohicanos que defienden la narrativa de calidad. Su catálogo (de El loro de Flaubert, de Julian Barnes, a la biografía que Richard Ellman escribió sobre Joyce, pasando por Corazón tan blanco, de Javier Marías) demuestra que tiene razón. En el texto que publicamos, Jorge Herralde revela su singular temperamento editorial.



Parece que se ha convertido en mi destino inevitable tener que opinar públicamente sobre la dialéctica entre megagrupos y edición independiente, en especial en los últimos tiempos. Así, hace un año, cuando "lo de Tusquets", y hace poco, cuando "lo de Lumen".

Estamos en un periodo de gran concentración editorial, esto es evidente pero quizá no absolutamente inevitable; de hecho este paisaje está siendo modificado por movimientos de sístole y diástole.

Veamos el caso de Gran Bretaña, donde en estos días se comentaban el simultáneo despido de centenares de empleados de los grandes grupos y la llamada "creciente banda de los exiliados de las corporaciones" (David Blow). En efecto,no sólo subsiste en excelente forma Bloomsbury, fundada por profesionalesde la prestigiosa Jonathan Cape después de ser ésta absorbida por Random, tras diez años de existencia, sino que Harvill se ha desgajado hace un año de HarperCollins, y Granta de Viking Penguin. Y una noticia reciente que ha causado gran impacto: nuestro amigo Peter Mayer, tras casi dos décadas al frente de Viking Penguin, ha retornado a una pequeña editorial, Overlook Press, que fundó hace 25 años con su padre, antes de entrar en Penguin. Tras tanto frenesí interoceánico parece que Peter Mayer quiere estar más lejos de los aeropuertos y de las sábanas de los ordenadores, y más cerca de la edición tradicional. Y esto sucede en el mercado anglosajón, posiblemente el más duro para tales iniciativas.

Las ventajas objetivas de los grandes grupos son manifiestas, desde la capacidad financiera al arsenal de sinergias, y tantas otras que mis compañeros de mesa, Ymelda Navajo y Mario Muchnik, les podrán explicar mejor que yo.

También existen focos de dispersión, agujeros negros de energías. Por ejemplo: la reunionitis rastrera, el horror a comprometerse y la tendencia a eludir responsabilidades, las estrategias conspiratorias casi full time. Éstos son fenómenos inexistentes en las pequeñas editoriales, cuyas actividades están centradas, por exótico que parezca, en el trabajo editorial. Así, Richard Cohen, un nuevo editor inglés, decía recientemente en una entrevista: "Aquí no tenemos circuito de reuniones. Y en lugar de enviar un memorándum simplemente alzo la voz."

La concentración tiende a esquivar riesgos, a repetir fórmulas, lógicamente, ya que las inversiones son enormes. Pasa en todos los ámbitos culturales, en estos tiempos de teocracia del mercado: así, las secuelas cinematográficas Rambo 18 o Tiburón 27, o cuando el marchante le dice a un pintor que siga fiel a su estilo de 1977, del que persiste una gran demanda. Y esto, tan legítimo comercialmente, choca frontalmente con la creación artística, con la investigación, con el riesgo. Así, esos productos clónicos (y en este caso los libros bien merecen la etiqueta de productos) ponen en evidencia la característica central de la edición: la intersección entre cultura y negocio, su problemática convivencia.

Otra disfunción probable: en los sellos editoriales literarios que han sido absorbidos o creados por grandes grupos, existen a menudo grandes fricciones entre sus directores literarios y los departamentos globales de marketing y distribución. Por no mencionar las posibles trifulcas entre mi amigo Mario Muchnik y el aparato de Anaya, citaré una declaración de Christopher MacLehose, director de Harvill, antes del grupo HarperCollins y ahora independiente: "Antes compartíamos el marketing con las otras editoriales del grupo y ahora está concentrado. No hay que perder tiempo intentando persuadir a un amplio equipo de marketing. No se puede vender a la vez a Ismael Kadaré y a Mrs. Thatcher."

Para acabar con el tema de la concentración, es interesante observar la política de absorciones o participaciones de grandes editoriales. Así, en España, el caso Planeta. Para ceñirnos a las editoriales literarias participadas, se empezó con Seix-Barral y años después con Destino. En lugar del pronosticado"abrazo del oso", Planeta ha dejado gran libertad a estas dos editoriales, por las razones que fueren, lo cual ha facilitado sin duda la negociación, más reciente, con Tusquets.

* * *

Pasemos a las editoriales independientes: éstas afrontan la pelea con los grandes grupos, con desventajas pero también con ventajas. La desventaja más clara es no poder perder mucho dinero impunemente en la carrera de los anticipos, bajo riesgo de desaparición inmediata, ni gozar de las famosas sinergias transnacionales o multimedia. Sus ventajas: la agilidad del francotirador, la continuidad de una línea editorial, la relación con los autores, la capacidad de tomar decisiones rápidamente, o la seguridad de que al otro extremo del teléfono o del fax se puede encontrar siempre a la misma persona.

El editor literario juega con varios factores: el resultado de la batalla diaria de las novedades; la vitalidad del fondo editorial; su política de derechos secundarios; el aura, es decir, la marca como banderín de enganche no es lo mismo Armani que El Corte Inglés.

En librerías, como bien sabemos, se depende cada vez más de las novedades, mientras que el fondo tiende a desaparecer excepto cuando son libros de lectura escolar o académica, o las obras de muy contados autores.

En cuanto a la segunda vida de la edición de bolsillo, es, en general, un tema resuelto insatisfactoriamente. Muchos editores, ante la ausencia de colecciones de bolsillo adecuadas, hemos optado por el modelo vertical que también opera en otros países, o sea, concentrar en el propio sello la edición normal y la de bolsillo, como mal menor.

El editor independiente, para paliar la dureza de la batalla en librerías, intenta establecer alianzas puntuales en derechos secundarios.

Así, Círculo de Lectores compra títulos para sus ediciones de club. En cuanto a RBA, para sus colecciones de kiosco, adquiere títulos pero en alguna ocasión también aura, como en Narrativa Actual, su colección más exitosa, que salió amparada por siete editoriales literarias de prestigio como "argumento de ventas": en los test que organizó RBA, resultó que era preferible comercialmente que aparecieran en la publicidad los nombres de dichas editoriales, ante la sorpresa de todos, ya que nadie pensaba en compradores tan sofisticados. En el nuevo proyecto de Canal Club el aura aún tiene mayor importancia, ya que comprará a los editores libros ya publicados y se dedicará a promocionarlos y comercializarlos. Por otra parte, siguiendo con los derechos secundarios, en Planeta se está organizando una futura gran colección de bolsillo, de características distintas a las habituales en España. En resumen: club, kiosco, bolsillo y esta nueva fórmula de distribución de Canal Club, cuatro soportes adicionales de la edición en librerías.

Finalmente, me alegra ver cómo persisten editoriales independientes con vocación inequívocamente cultural. Creo que son un observatorio insustituible para prestar atención a las nuevas voces, a los cambios culturales emergentes. En palabras de Pete Ayrton, el director de la independiente Serpent's Tail: "Lo que está ocurriendo es que la mainstream se está fracturando y se está dando paso a una gran variedad de microculturas." Y concluía que, si están atentos a estas microculturas, los editores independientes proliferarán y crecerán.

En España, por citar tres casos obvios de editoriales independientes ya veteranas, tenemos a Pre-Textos en Valencia, que no baja, ni mucho menos, su propio listón tan exigente, o Siruela en Madrid, ahora ya muy aposentada, o, en catalán, la editorial posiblemente más selecta, Quaderns Crema. O bien una editorial reciente, Lengua de Trapo, tras la que ya se advierte un proyecto imaginativo y riguroso.

Para terminar, pienso que la persistencia de la edición independiente es una garantía de la libertad de creación y expresión frente a la censura del mercado, por una parte, y por otra un estímulo para las vocaciones en nuestro sector, una demostración de que el futuro no está tan cegado o cuadriculado como podría temerse. Ojalá sea así, ojalá que estas opiniones mohicanas no sean demasiado ingenuas.