Jordi Soler
Bob en el diario de Andy

El diario de Andy Warhol tiene un diseño y una calidad de papel que lo harían el libro de bolsillo perfecto, si no fuera por su tamaño carta y sus más de 800 páginas de prosa indefinible. ¿Memorias? ¿Catálogo de personajes? ¿Recuento de fobias y afinidades? ¿Reproducción en serie de la misma idea como su Marilyn Monroe coloreada? Este libro permaneció 4 meses en la lista de Best Sellers del New York Times. Si tomamos en cuenta que sus páginas están plagadas de nombres, podemos suponer que cada habitante de Nueva York que haya tenido que ver mínimamente con el maestro del arte pop, adquirió inmediatamente el libro y lo leyó vorazmente buscando el renglón con su nombre que lo volvería inmortal. La lista de compradores debió ser extensa: su lechero, los choferes de taxi que tuvieron la fortuna de llevarlo, los vecinos, los meseros de los lugares que frecuentaba, el portero de las galerías que tenían obra suya, alguien que lo vio en la calle y sintió que el artista pop lo miraba con especial atención; la lista debe ser interminable. En el fondo el diario de Andy no es más que la confirmación de aquella sentencia suya, en donde establecía que en el futuro todos seremos famosos durante algunos minutos. El portero y el taxista que tuvieron la suerte de aparecer en estas páginas y que ahora gozan de esa fama, no de minutos pero sí del centímetro y medio de tipografía que ocupa su nombre, deben estar pensando que el maestro tenía razón.

Afortunadamente el diario de Andy cuenta con un detallado índice de nombres que nos evita la tarea demencial, y desde luego inútil, de leer las 800 páginas completas. Si buscamos su perspectiva del cantante Bob Dylan, simplemente nos remitimos al índice y buscamos los días en donde aparece.

Según el diario inglés The Guardian, Bob Dylan fue propuesto para el Premio Nobel de Literatura por los fanáticos que tiene en Noruega. Los fundamentos de la propuesta aparecieron en esta misma sección, hace dos semanas, debajo de una foto del cantante: ``Por la influencia que sus canciones han tenido en todo el mundo. Ha restituido dignidad a la tradición oral. Nadie mejor que él sabe usar las palabras''. Los párrafos de esta justificación se van volviendo graves según su posición: la influencia de sus canciones es indiscutible, difícilmente habrá un candidato al Nobel de Literatura con una obra tan difundida. El segundo párrafo ya es francamente resbaloso ¿la dignidad de la tradicion oral?; ¿y en dónde quedan los poetas de libro, generalmente tan orales como el cantante?, ¿qué la oralidad había perdido su dignidad? (¡qué barbaridad!). Y el tercero ya entra en el limbo de lo descabellado: ¿en serio ``nadie mejor que él sabe usar las palabras? Finalmente Dylan no ganó el premio. Dejando a un lado la justificación de los fans noruegos, el Nobel para el cantante hubiera sido un asunto divertido; ese millón de dólares que aliviaría la economía del último cuarto de vida de los escritores postulados, iría a caer en manos de Dylan el millonario.

El diario de Andy Warhol muestra un panorama ilustrativo y breve de su relación con el cantante. La mejor manera de combatir su narrativa frívola, es cometiendo la frivolidad de reproducirla. El 13 de julio de 1985, Warhol escribe en su diario: ``para mí Dylan nunca fue real, sólo imita a la gente real y las anfetaminas son las que producen la magia. Gracias a las anfetaminas puede copiar la palabras adecuadas y hacerlas sonar correctamente. Pero ese muchacho nunca sintió nada, yo nunca le creí''. El 20 de junio de 1978, Andy narra la fiesta de verano de Nona Gordon, en donde Bob Dylan, el invitado de honor, escogió un rincón del departamento para sentarse a beber. Bianca (presumiblemente la ex de Mick Jagger) lo estuvo acosando toda la noche, hasta que el futuro candidato al Nobel flaqueó y le propuso seguir la fiesta en otro sitio menos concurrido. Dylan había estacionado en la calle su medio de transporte, que en esa época era, quizá por su espíritu jipi, un autobús desvencijado. Warhol termina así su anécdota: ``y qué insultada se sintió (Bianca) cuando se enteró de que él (Dylan) no tenía una limusina para ella''.

El 14 de noviembre de 1985 Andy nos cuenta de una fiesta en casa de Yoko Ono y de su novio Sam. Como de costumbre la conversación y la fiesta completa giraba alrededor de Bob Dylan (quizá por esto el cantante no era santo de la devoción del artista pop). A partir de aquí, Andy se lanza a recortar a los invitados, incluido él mismo: David Bowie lo decepcionó porque iba vestido con un traje muy conservador. Madonna llegó diciendo que como no llevaba a su esposo Sean iba dispuesta a divertirse; pero al rato, cuando los invitados (por alguna razón que Andy no consigna) ya se habían quitado los zapatos, la cantante declaró que le causaba más incomodidad enseñar los pies que los pechos (tampoco consigna si la cantante cambió la comodidad por la incomodidad). Andy, según su propia confesión, estaba aterrado: al quitarse los zapatos descubrió que tenía un hoyo en el calcetín.