Eduardo Montes
Negociación y votos

En buena hora fue abandonada la rígida negativa gubernamental a admitir la participación zapatista en el Congreso indígena. Otra vez la presión de los sectores más lúcidos de la sociedad y la atinada mediación de la Comisión para la Conciliación y la Paz en Chiapas, del Congreso de la Unión (Cocopa), orillaron al Ejecutivo y a los sectores duros de fuera del gobierno a admitir la negociación y los acuerdos como el camino para enfrentar los conflictos. Se debió abandonar la idea de que el viaje de una delegación del EZLN a la capital sería una provocación. En su lugar, el gobierno federal admite en la práctica el derecho de los zapatistas a salir de la llamada zona del conflicto y participar en el Congreso indígena, y con ello se abren las puertas para reanudar el diálogo en San Andrés Sacamch'en de los pobres.

Fue un compromiso político entre el EZLN y el gobierno, pero impensable sin la participación del movimiento social y de opinión pública, que rechazó las interpretaciones torcidas de la Ley de Concordia y Pacificación y los intentos por hacer prevalecer esta interpretación por encima del derecho constitucional. Ahora el Presidente de la República y el secretario de Gobernación saludan el camino del diálogo y negociación, muy bien, pero no puede olvidarse que eran ellos quienes, secundados por el PAN y algunas cúpulas empresariales, hace menos de ocho días se atrincheraban en posiciones intransigentes y beligerantes. En fin, se impuso la sensatez de la sociedad, y la Cocopa, con sus gestiones conciliatorias, hizo el papel de puente para que el gobierno saliera de la trampa en que se había metido al calificar de provocación el posible viaje de una delegación del EZLN a la capital.

Hoy la comandanta Ramona está en la ciudad de México. Con ello gana la política y se hace retroceder el autoritarismo y la intransigencia. No se ha derrumbado el Estado, como afirmaba irresponsablemente algún dirigente del PAN, y sí en cambio se amplían los espacios de quienes trabajan por la transición democrática y la dignidad.

De otra manera, con votos, en Guerrero se manifestaron las aspiraciones crecientes de cambio político que abarcan cada día más amplios sectores del pueblo de ese estado y de todo el país. Pese al clima de intimidación creado por la fuerte presencia militar, a la especie de guerra sucia emprendida por el gobierno estatal y federal en respuesta a la emergencia del EPR, los guerrerenses salieron a sufragar el domingo 6, y con su voto dieron un importante respaldo al PRD, que es el principal partido de oposición estatal.

Aunque no está concluído el proceso, los resultados oficiales dan al PRD la victoria en 19 municipios y cuatro diputaciones locales; pueden modificarse favorablemente si prosperan sus diferentes recursos de protesta e impugnaciones en 6 municipios más. Pero aún sin esto, es un avance significativo, no espectacular, que mucho necesitaba el partido del sol azteca para recuperar la confianza en sus posibilidades electorales. Se afianza su segundo lugar en Guerrero y proyecta una buena imagen y ejemplo para el perredismo de los estados donde habrá comicios en las próximas semanas.

Seguramente concurrieron varios factores para el progreso electoral del perredismo guerrerense. Uno de ellos es la vinculación permanente de sus militantes con los movimientos sociales reivindicativos, su clara posición en favor de la democracia y contra los cacicazgos locales, su tenaz resistencia a la violencia de la que ha sido víctima, y su compromiso de siempre (contrariamente a lo que afirman sus detractores) con las salidas pacíficas y políticas de los problemas. Para Andrés Manuel López Obrador, quien recientemente arribó a la dirección del PRD, es un buen comienzo. Se estrena con unas elecciones exitosas. Su estilo de trabajo y su capacidad de organización, probada suficientemente en Tabasco, se advirtió en las últimas semanas antes de las elecciones. Seguramente eso influyó para que numerosos dirigentes nacionales y legisladores dieran apoyo directo a la actividad de su partido en el estado sureño.

Ciertamente el PRI no fue derrotado, pero sí sufrió un duro revés, pues trabajaba, si no para el carro completo, para tener resultados semejantes a los de las elecciones anteriores. Así, mediante presión social, negociaciones y compromisos --sin renunciar a derechos--, lo que permite el arribo de la comandanta Ramona al Congreso, o con votos en Guerrero, que permite avanzar al PRD, la sociedad amplía sus espacios democráticos y flexiona la resistencia de los intransigentes y el inmovilismo.