Angel Mercado
The soft city

El planteamiento: En las últimas décadas, las ciudades en el mundo han ido ``endureciendo'' sus estructuras urbanas y su propio funcionamiento, al punto de convertirse en un obstáculo para alcanzar los propósitos que les dieron origen: el placer, la creación de riqueza, su reparto social, el mejoramiento de la calidad de vida y el desarrollo de la cultura.

A ese tipo de ciudades se les conoce bajo el nombre genérico de hard cities. Ciudades duras, pesadas, densas, difíciles, casi inmóviles, ahistóricas. Son ciudades que a fuerza de controlar sus procesos en nombre de la propiedad privada, la organización territorial y la ideología, es decir, en nombre del capital, el Estado y las fuerzas políticas, han terminado por construir una estructura jurídica que las hace aún más duras porque casi todo está prohibido o ideologizado. Su opuesto, la ciudad blanda, suave, flexible, lúdica, cachonda, es la soft city: la ciudad de los pobladores.

La ciudad dura sólo existe en los planos, los reglamentos y los discursos políticos. La ciudad blanda, en cambio, está en la piel de los usuarios. Por eso todo lo que sea prohibir es contrario a la naturaleza de las ciudades.

La tecnología: Otra acepción de los términos ``duro'' y ``suave'' con respecto a la ciudad tiene que ver con el desarrollo tecnológico. Se dice que al finalizar el siglo XX la sociedad ya completó o está por completar la producción de espacios urbanos nuevos y que aunque muchas ciudades seguirán haciéndolo durante el siglo XXI, el problema ahora es otro. Cualitativamente es distinto, como fue en otros momentos de la historia.

Por analogía con los sistemas electrónicos, pues se dice que las ciudades ya cuentan con el hardware necesario, es decir, con la estructura material y los equipamientos urbanos que les permite efectuar las tareas básicas de la sociedad (en el caso de nuestro país, por ejemplo, esa estructura representa casi un millón de hectáreas urbanizadas o en proceso de serlo), pero no así con el software o funciones urbanas adecuadas a las necesidades presentes y futuras de la sociedad.

Ya sabemos cómo producir estructuras materiales, pero no cómo hacer que éstas contribuyan a mejorar las condiciones de vida y a democratizar las instituciones. Ese es el problema urbano del presente. Las estructuras urbanas deben equiparse ahora con nuevas funciones y nuevas formas de gobierno para seguir sirviendo a la sociedad. De lo contrario, como es la tendencia, seguirán ``endureciéndose'' y haciéndose más arbitrarias.

La principal característica que distingue a la soft city de la hard city es la polivalencia de funciones en el uso del suelo. En la primera prácticamente no hay usos especializados, ni siquiera de vivienda. Los que permanecen es por razones de seguridad o de diversa índole de interés general como la ecología, pero no por ``exclusividad'' o derechos contraídos. El fundamento de la segunda, en cambio, está en la segregación de usos y clases sociales. Y también en la ley, que interpretan y aplican los burócratas.

El método: El método empleado para transitar de la condición ``dura'' de las ciudades a la ``suave'' es la regeneración urbana. No como suele practicarse, expulsando a la población residente y destruyendo los tejidos sociales en favor de la especulación inmobiliaria, sino actuando a la manera de sofware o nuevas funciones urbanas que potencian el hardware o estructura urbana actual a otros niveles de desarrolo cualitativamente mejores para todos.

En ese sentido, la regeneración urbana pasa a ser la principal política de desarrollo urbano en las ciudades. La dificultad consiste en saber cuáles son las funciones que deben restituirse o conservar en su estado actual, y cuáles las nuevas a introducir en las ciudades. Como eso es técnicamente imposible de hacer sin repetir los mismos vicios tecnocráticos e ideológicos del pasado, la regeneración urbana entonces debe dirigirse únicamente a los centros vitales del tejido urbano y dejar el resto a la acción social aleatoria. A la creatividad del usuario. Al placer de vivir la ciudad plenamente. Sin falsas doctrinas.