Horacio Labastida
El Congreso indígena

Rosa Rojas y Matilde Pérez iniciaron su excelente reportaje en forma muy clara: ``bajo el signo de la pluralidad y... la expectación por la posible llegada de una delegación del EZLN..., se inició ayer el Congreso Nacional Indígena con la vieja propuesta-reclamo de construir una nueva relación entre el Estado mexicano y los pueblos indios'' (La Jornada, No. 4344). Sí, era fundamental que los delegados de las etnias expresaran su realidad histórica, brutalmente negada desde la Conquista y la colonialidad hasta nuestros días pues, igual que en el ayer, la vida independiente no les ha ofrecido un camino abierto hacia la participación en la cultura nacional, y muy especialmente en sus instancias políticas.

Ni las constituciones federativas ni las centralistas, y mucho menos los dos estatutos monárquicos, percibieron la sobrevivencia de las comunidades indígenas --la española desapareció luego de la Independencia-- a la expoliación y destrucción sufridas durante el Virreinato, y a las sombras con las que criollos y mestizos pretenden encubrirlas en los más abruptos sitios del territorio. Pero el hecho contundente es la presencia indígena, indudable y fortalecida. Nada ha podido aniquilarla, y a pesar de la miseria y la marginación, su grandeza resplandece desde los cada vez mejor conocidos tiempos prehispánicos. Así lo hizo constar Fray Bartolomé de las Casas en los célebres debates de Valladolid convocados por Carlos V, y dos siglos después, ya en las postrimerías de la Nueva España, José Joaquín Granados y Gálvez, en sus Tardes americanas (México, 1778), obra reeditada por la UNAM, con prólogo mío, en 1987.

En el Congreso los representantes indígenas han hecho saber al pueblo sus puntos centrales. La inauguración del acto fue sencilla, sin sofisticaciones ni mentiras. En la gran bandera nacional del presidium luce, en el centro, el águila de la Patria unida a caballeros tigres que abaten un soldado español sobre el color rojo, y a mayas llorosos abajo de la cara cubierta del subcomandante Marcos, sobre el color verde.

¿Cuáles son, en esencia, las demandas formuladas según la palabra de quienes hablaron después de que se entonó el Himno Nacional? Entre honores rendidos a la bandera y vivas al EZLN, a los pueblos indígenas y a Emiliano Zapata, hicieron saber que no hay leyes supremas que les otorguen la libertad, la dignidad y la justicia a que tienen derecho tanto como mexicanos cuanto como seres humanos. Son urgentes cambios, aseveraron Juan Zimbrón y Aristarco Aquino, para que los indígenas pongan en marcha los ideales que los guían, claro que dentro del marco de la República, puesto que su indianidad actual es parte sustantiva de su mexicanidad. Urge también, agregó María Gregoria Catalina, purgar las humillaciones que oprimen a las mujeres desde el hogar hasta la vida pública, e igualmente, clamó un grupo, tendrán que acatarse los acuerdos de San Andrés. Afirman que la autonomía de los gobiernos indígenas será una liberación: en ésta miran la posibilidad de realizar sus valores y readquirir su plenitud personal y colectiva. Acento muy señalado pusieron en mostrar que su confianza en el gobierno dependerá de cómo éste maneje las solicitudes que formulen.

Por otra parte, en el ambiente de la asamblea --con sede en auditorio rentado del Centro Médico-- se respiraba el vivísimo anhelo de ver y escuchar a los compañeros del EZLN, sin cuya concurrencia el Congreso apercibiríase mutilado por quienes pudiesen impedir el traslado de los zapatistas chiapanecos. ¿Por qué existe este ánimo entre los miembros de la reunión? Ellos mismos lo explican: en el discurso y la conducta del CCRI del EZLN hallan las etnias su mismo pensamiento y conducta; comprenden bien, dicen, que los mensajes de los hombres de la Lacandonia --democracia, justicia y paz--, son sus propios mensajes, y consecuentemente en esos valores alientan su grandeza dentro de la grandeza mexicana.

De la misma manera que sus representantes arribaron a la capital desde lejanísimos rumbos, así arribarán los ezelenitas, porque para hacerlo les asisten la legalidad y la legitimidad. El Congreso ha dejado muy claro que nunca las comunidades indias estarán contra México ni al lado de México; por el contrario, están en México, en su misma entraña, y no en la retaguardia, al izar las históricas banderas de libertad, soberanía y justicia social.