José Cueli
Memorias de Paula y Elena

Paula Amor Poniatowska, madre de Elena, la influye en su andar en busca de lo desconocido. Sus afanes escudriñadores van y abren una por una todas las regiones secretas, y en el fondo de todas, el desencanto de aquella penetración de los misterios nunca asibles. Paula y Elena ¿también Kitzia? visitan día a día los reales palacios de la curiosidad, en los que encuentran muchas puertas cerradas, sobre salones demasiado vacíos.

En las cavernas de lo inconsciente llegan, incluso, al aristocrático reino del que no se vuelve jamás. Aterradas, temen encontrarse con un nuevo desencanto. Pero de todos modos no retroceden, siguen hasta llegar a los secretos finales, cuyo secreto es que no existen los dichos secretos finales. Paula y Elena, su hija, caminan sobre alfombras muelles que llevan a todos los precipicios. El espíritu aquel polaco, sensible, si lo hay, de repente se encuentra con el vacío.

Las aristocráticas escritoras viven en el lejano país de los sueños, al que le buscan su enigma, su ombligo, dueño del no sentido de las cosas. Paula, desde su europea nobleza, en sus incisiones sobre el alma de su familia a la que rastrea hasta el año 840. Elena, la princesa rubia de los poetas melancólicos y los príncipes embrujados, en el maleficio de una mirada demasiado azul, en su descifrar el hambre y la violenta miseria, de su mexicano país de adopción.

Elena es --sin duda-- una de las escritoras más típicas y sugerentes de la vida mexicana de la mitad de este siglo. Herencia real polaca, lo mismo es clara y risueña que violenta y severa, periodista que novelista, biógrafa que entrevistadora, sin perder su gracia singular. Sus dos últimos libros dan cuenta de ello. Uno, la biografía del fotógrafo Gabriel Figueroa que completa su serie ``Todo México''. Otro, la entrevista que le contesta por escrito en el libro No me olvides, Paula Amor, su madre.

Preciados testimonios de su profunda admiración por el pasado, que nos dejan una serie de imágenes, elocuentemente expresivas del desconocido rumbo que tiene el ser humano, de sus desengaños y posteriores angustias. Un vivo sentimiento cultivado llena la obra de Elena, de una íntima y lejana melancolía.

De este escribir y rastrear y colocar la mirada a ``lo Figueroa'' en donde nadie ha mirado, llega Elena a esa zona desconocida que enlaza hechos a imágenes y a nuevos hechos e imágenes para darle nuevas lecturas y significados. De este no querer discernir lo soñado de la fantasía y la realidad, de este autoanalizarse en sus entrevistas al igual que en la lectura analítica de ella misma, de este perseguir un pasado, la ``falta'', que se le escapa y de la que nace su literatura única. Tan rica de estilo como de original dimensión y perpetua fiebre creadora. No acaba de escribir sus últimos libros cuando aparece en La Jornada, su estudio sobre Ponciano Arriaga y ya anuncia uno sobre Octavio Paz y la izquierda, en coautoría con Carlos Monsiváis.

Amor, Paulette. No me olvides. Traducción y prólogo de Elena Poniatowska. México, Plaza & Janés, 1996.

Poniatowska, Elena. Todo México III. México, Diana, 1996.