Si el texto que comento en este artículo hubiese llegado a mis manos desforrado, habría plagiado de E. Zola su famosa denuncia J'accuse para así intitularlo. En efecto, a lo largo de las páginas de México Joven. Políticas y Propuestas para la Discusión --UNAM, 1996; coordinado por R. Cordera, JL Victoria y R. Becerra-- se lee y respira una atmósfera de denuncia, de preocupación profunda y en ocasiones, incluso, de desesperanza. Desesperanza por no existir futuro para los jóvenes o pesimismo porque el estancamiento de la nación y el magro crecimiento de los últimos años son de tal magnitud, que los espacios educativos, sociales, laborales y de salud son insuficientes. El ``Yo acuso'' del México Joven tiene destinatario. En las conclusiones se lee: ``...eso no significa que el Estado haya sido relevado de otras obligaciones acaso más cruciales: la obligación de proporcionar a los mexicanos las habilidades y los conocimientos necesarios para obtener un empleo''.
La objetividad --hay quien dirá que es subjetividad-- de la lectura calma e imparcial, permite cavilar y completar la última oración: no se trata tan sólo de empleo, nuestro gobierno tiene también el compromiso de ofrecer salud, vivienda y educación a sus vástagos. Es obvio, si uno concuerda con los postulados vertidos en el libro de marras, que en los últimos sexenios las políticas gubernamentales o no han funcionado, o no han existido, o han sido equivocadas. Lo que en cambio no es tan preclaro, son los caminos o artilugios para acumular tanto olvido, no menos descuido y la absoluta falta de continuidad entre un sexenio y otro. El repaso de la cotidianidad para millones de connacionales en el México actual resume la idea anterior: amnesia e irresponsabilidad de los grupos de poder hacia la juventud. Tales nociones encuentran sustento en México Joven. Si bien por limitación de espacio analizo sólo algunos datos, la preocupación emanada de su lectura es extrema.
Se calcula que en 1996 el 28 por ciento de la población, es decir, 25 millones 760 mil personas, tiene entre 15 y 25 años. El Yo acuso les pertenece: se palpa en el desempleo y la violencia que nos asfixian. Si a los datos anteriores se agrega que entre 1991 y 1995 el crecimiento de la población joven fue de 3.3 por ciento en promedio, se entenderá porqué la soga apretará más en el futuro. Tal incremento implica que cada año requerirán empleo entre 900 mil y un millón de jóvenes. Agrego que en medio de la crisis por la que atravesamos, la deserción escolar aumentará y con ello los requerimientos de trabajo.
Se le debe preguntar a los gobiernos previos en qué cesto depositaron los Programas de Planificación Familiar. ¿Cómo emplear, alimentar y atender a los jóvenes de los sexenios perdidos? La falta de respuestas de las administraciones anteriores no los exime: corresponsabilizan al actual a responder. En México Joven se esbozan las obligaciones actuales: ``...un inmenso bosque juvenil que mantiene sus energías productivas, culturales y vitales sin salidas aparentes y que sigue sin encontrar respuesta laboral, educativa o institucional. ¿Puede haber mejores argumentos para insistir en la pertinencia, necesidad o urgencia de una política general y universal del Estado para los jóvenes?''. Esta cuestión engloba dos universos: no es retórica y avizora, de no ser resuelta, un futuro sin futuro.
Si bien, explican los invitados al seminario que motivó el texto aludido, ``México: una política para su juventud'', que en los próximos años el crecimiento de la población juvenil disminuirá, e incluso para el año 2006 su tasa de crecimiento será negativa, queda hoy la realidad de los desatinos del pasado. Los semáforos saturados de vendedores, los campos abandonados pues no hay jóvenes que continúen el trabajo, las desventajas laborales con las que se enfrentan el 40 por ciento de los jóvenes que sólo cuentan con algún grado de primaria completa o incompleta, o el 40 por ciento de quienes tienen secundaria incompleta o completa, son testigos fríos, pero no silentes, de las famélicas inversiones que se han hecho en materia política para la juventud. La supervivencia por medio de la violencia, de la migración, de la limosna o de la servidumbre, son resumen de ``las otras políticas''.
La angustia y el compromiso deben ser bidireccionales: México no tiene futuro sin sus jóvenes y éstos carecen de esperanza si su país no los cobija. No es factible hablar ``del mañana'' para el 47 por ciento de los jóvenes que a pesar de ser empleados no reciben remuneración o ganan menos de un salario mínimo. El embrollo y la solución tienen idéntica cuna: 26 millones de jóvenes aguardan, en las calles y en las letras del doloroso y profundo México Joven, la respuesta del gobierno.