``Se nos olvida por cuánto tiempo los abusos pueden permanecer desconocidos (...) hasta que la miseria misma se revela''.
E.P. Thomposon.
Entre el 8 y el 12 de octubre se realizará en la ciudad de México el Congreso Nacional Indígena. Su celebración ha causado una gran expectativa. Nunca en la historia reciente de este país un evento indígena había recibido tanta atención de los medios de comunicación.
Las razones de su popularidad escapan, sin embargo, a la temática del Congreso. A pesar de que la reunión discutirá temas tan importantes como el de la militarización de las regiones indígenas o el futuro de las reformas constitucionales sobre derechos y cultura indígena, de la cercanía en la celebración del 12 de octubre o del próximo debate en el Congreso de la Unión de la iniciativa de Ley que se presentará como resultado de los acuerdos de San Andrés, el Congreso Indígena ha alcanzado notoriedad porque a él ha sido invitado el EZLN.
De esta manera, como lo han hecho desde su aparición pública en enero de 1994, o como lo hicieron el 12 de octubre de 1992 cuando en San Cristóbal de las Casas derrumbaron la estatua del conquistador Diego de Mazariegos, los zapatistas han actuado como un instrumento al servicio del crecimiento del movimiento indígena. Su fuerza no proviene, solamente, de ser un ejército mal armado o de la verdad de sus palabras, sino de su capacidad para desmantelar los mitos del poder y crear nuevos mitos.
El antecedente inmediato de este Congreso es la realización del Foro Nacional Indígena en enero de este año, convocado por el EZLN. Desde entonces ha crecido con una extraordinaria rapidez la organización de los pueblos indios en todo el país. El Congreso es, sin embargo, heredero del realizado por la diócesis de San Cristóbal en 1974.
Las diferencias principales entre ambos eventos es que en el de Chiapas asistieron exclusivamente representantes de los pueblos indios de este estado, mientras que en el que se efectuará en la ciudad de México participarán delegados provenientes de todo el país. Asimismo, el encuentro de 1974 contó con una gran asistencia indígena pero la organización recayó en agentes externos; la reunión en el DF será organizada, en cambio, por los propios indígenas. A 22 años de distancia entre los dos eventos, las demandas levantadas en el primero siguen sin resolverse, aunque la organización indígena ha madurado.
Para contrarrestar el éxito del primer Congreso de San Cristóbal, la Confederación Nacional Campesina, la Secretaría de la Reforma Agraria y el Instituto Nacional Indigenista organizaron, en 1975 y 1977, dos Congresos más, sólo que ``oficiales'' y promovieron la organización del Consejo Nacional de los Pueblos Indios, ligado al PRI. Señal de los tiempos, el partido oficial ha sido incapaz de responder ahora con la misma medicina. Su presencia entre los pueblos indios está en crisis.
Un elemento común alimenta la reunión de hace 22 años y la actual: la lucha por la dignidad, entendida como la exigencia de los pueblos indios a ser tratados como iguales, a ser reconocidos con el mismo rango.
El hecho no es fortuito. Aunque en nuestro país existe formalmente la igualdad ante la ley, en los hechos no existe tal. Los indígenas son discriminados no sólo por ser pobres sino indígenas. En una sociedad de rangos como la nuestra, los criterios para juzgar están diferenciados. La lucha por la dignidad indígena exige romper con esos rangos, valorar su identidad indígena y ser reconocidos como sujetos de derechos.
La demanda de libre tránsito para los ciudadanos y las ciudadanas que forman el EZLN en su camino a la construcción de salidas políticas y la realización del Congreso Indígena forman parte de la destrucción de los viejos mitos, y de la lucha por que se respete la dignidad de los pueblos indios. De ahí su magnetismo y capacidad de convocatoria.