José Blanco
Espectros e intelectuales

La Jornada Semanal del pasado domingo nos trajo una sugerente selección de las intervenciones de Jacques Derrida en un debate que tuvo lugar en Santiago de Chile, a propósito principalmente de su libro Espectros de Marx, en noviembre de 1995, publicado en el número 12 de la Revista de Crítica Cultural, dirigida por Nelly Richard.

Al hablar de la razones de un libro tardío sobre Marx, el ``filósofo de la deconstrucción'' expresa en breve fórmula (él, cuyooficio es la deconstrucción), una sentencia fundamento para la construcción del conocimiento, de la moralidad, del proceso de civilización: ``creo que la responsabilidad del pensamiento crítico consiste en calcular una justa irrupción: debemos decir lo que se cree que no debe decirse'': ni el oscurantismo, ni la hipocresía, ni los intereses inconfesables sirvieron jamás a la causa de una humanización real.

Derrida, que nunca fue ni un intelectual ni un militante marxista, se explica: ``creo urgente oponer una voz discordante frente al actual consenso sobre el capitalismo de libre mercado y la democracia parlamentaria. Lo hago, por supuesto --dice--, a mi manera, y esa manera consiste en analizar, en Espectros de Marx, el duelo político que habla a través del actual discurso antimarxista; un discurso maníaco --triunfante, como diría Freud, que canta victoria demasiado fuerte. Es un canto que hace ruido para acallar la inquietud, la angustia que surge al descubrir que no todo va tan bien en el supuesto triunfo''.

Cierto. Como nunca antes el mundo está comunicado casi instantáneamente. Como nunca antes millones de parias del mundo pueden contrastar sin duda ninguna su precario submundo con la plétora de riqueza material de unas cuantas sociedades. Y esa polarización social extrema se repite en mil niveles y espacios: los hombres ricos de México --por ejemplo--, son parte del circuito de esa plétora internacional que a pocos pertenece. La amenaza de que los palacios pletóricos sean derruidos por los parias del mundo, no es algo eventual o remoto.

No sólo eso. Los nuevos liberales, cuyo espacio de acción es el mundo globalizado de nuestros días, no parecen tan seguros de sus fórmulas. Algo les dice que, además del agitado mar de fondo de la desigualdad social casi sin límite del mundo de hoy, la esfera monetario financiera del planeta pende de hilos delgados, que son vigilados noche y día, por eso: porque son hilos delgados.

El peso agregado cada día a ellos los tensa sin remedio, sin que los capitanes sepan qué hacer con una nave que no puede simplemente serachicada y reparada continuamente. Capitanes, marinos y grumetes corren sin tregua día y noche: reparan la candaliza, suplen la escandalosa, refuerzan el estay, ajustan los tirantes, aseguran el sobrejuanete de proa, vigilan todo el velamen y más; pero ese afán no tiene fin porque el problema principal para la operación de la nave es el todo (del sistema monetario financiero).

Con otro juicio de Derrida coincido plenamente. Dice: es cada vez menos posible definir a ``un intelectual''. Siempre fue difícil pero hoy, en las sociedades que se dicen ``desarrolladas'', con sus nuevas relaciones de trabajo, es casi imposible porque en cierta forma todo trabajo es necesariamente intelectual. La antigua división marxista, que alimentó tantos discursos, entre trabajo manual y trabajo intelectual, ha sido rebasada por los nuevos criterios de competencia técnica y científica que le exigen a cada uno, en cualquier nivel, poseer un cierto saber tecnocientífico...; para mí, la responsabilidad de un intelectual debe llevarlo más allá del lugar en que lo coloca su condición de experto, pero a la vez creo que los intelectuales deben ser expertos. Creo en la necesidad de la competencia especializada para el intelectual responsable... La contradicción que habita la responsabilidad del intelectual surge de la necesidad de que sea alguien con una formación especializada, y a la vez alguien cuyo discurso excede a la especialización... La responsabilidad no pertenece al orden del saber competente. Depende de la heterogeneidad existente entre el conocimiento y la acción, entre el juicio teórico que analiza y la norma política y ética que funda las tomas de decisiones.

Dos temas decisivos es necesario examinar en ese juicio: 1) las ``nuevas relaciones de trabajo'' de las que nuestra sociedad y nuestro sistema educativo superior no parecen estar enterados; y, 2) la relación de jerarquía racional entre el saber competente, y la norma política y ética que debe fundar las decisiones. Nos ocuparemos de ello.