Eduardo R. Huchim
La gallina y el pico

Las elecciones celebradas ayer en Guerrero exhiben palmariamente hasta qué punto están divorciados en este país la ley y su espíritu con la práctica.

Exhiben también cómo se alimenta con leña seca la hoguera del camino violento. Y arremeten contra las esperanzas que en materia de transparencia puede levantar la reforma política federal que aún no termina de consumarse.

Reformas legislativas recientemente efectuadas, y ubicadas ``entre las más avanzadas del país'' por el gobernador Angel Heladio Aguirre Rivero, dieron a esa entidad un marco electoral aceptable aunque no totalmente satisfactorio. Pueden considerarse avances la llamada ciudadanización de los órganos comiciales, la elaboración de un padrón con fotografía y los topes a los gastos de campaña. Pero pocas veces los problemas electorales han sido estrictamente de leyes. Por lo general, los conflictos se han originado en las conductas delincuenciales que las violan.

Tantas veces se ha dicho en estas y otras páginas que no importan sólo la ley y su espíritu sino también su cumplimiento, que es ya un lugar común. Como también es común el divorcio señalado, la incongruencia entre norma y acto. Si los informes preliminares se confirman, en Guerrero funcionó en favor del Partido Revolucionario Institucional (PRI) una pinza cuyos brazos fueron la promoción del abstencionismo por miedo, por un lado, y la compra de votos por el otro. El uso de recursos del gobierno conforme a los intereses comiciales del PRI se ha repetido descarada e ilegítimamente en Guerrero. Y así seguirá siendo hasta que la oposición diseñe las estrategias proselitistas que contrarresten y anulen el desproporcionado apoyo del gobierno a su partido. Ese binomio simbióticamente unido es como la gallina del dicho: ha bebido huevo y ni aunque le quemen el pico dejará de hacerlo. Acaso el único recurso que quede a la oposición sea matar a la gallina, políticamente desde luego.

El proceso que precedió a los comicios guerrerenses pone en duda los propósitos del gobierno de Ernesto Zedillo en materia de transparencia electoral. Y vale aclarar que para muchos no existe esa duda porque nunca han creído en tales intenciones. No es válido el argumento de que se trató de elecciones de exclusiva competencia estatal, pues en la compra de votos participó la Secretaría de Desarrollo Social, al grado de que el líder nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Andrés Manuel López Obrador, demandó por tal motivo la renuncia del titular de esa secretaría, Carlos Rojas Gutiérrez. Y por otro flanco, con el camuflaje de protección contra posibles acciones del Ejército Popular Revolucionario (EPR), el Ejército Mexicano contribuyó a la generación de una atmósfera de miedo inhibidor del sufragio y, por tanto, promotor del abstencionismo.

Ahora bien, a lo largo del proceso electoral en esa entidad ha habido conductas delictivas que, pese a todo, deben ser castigadas. Es decir, aun cuando no escarmiente, a la gallina delincuente debe quemársele el pico. En este sentido, será interesante observar el destino de las denuncias que documente la oposición. Por normas legales no se parará, habida cuenta la incorporación al Código Penal de delitos en la materia.

Mal presagio para la todavía inconclusa reforma electoral han sido los comicios de ayer en Guerrero. El gobierno y su partido no han pasado con éxito esta prueba de las urnas. Y de ese modo alimentan el extremismo de quienes desean torcerle el cuello a la gallina y no precisamente por la vía política.

El Consejo Nacional de la Publicidad, ``voz de las empresas'', ha emprendido en lo pasado imaginativas campañas cívicas. La que está en vigencia desde hace algunos meses, sin embargo, se aparta drásticamente de tal creatividad y raya en lo absurdo. Ciertamente, no se retratan con acierto la corrupción y la indiferencia burocrática con mensajes como los que en estos días se difunden particularmente por radio. ¿Cómo hacer creíble, por ejemplo, que un estudiante quiera sobornar a su padre (de quien depende económicamente y a quien debe pedirle permiso para ir a una fiesta), ``con una corta'' para que ``no diga nada''? Y éste es sólo un caso. Hay otros contenidos semejantes. Y conviene precisar que no se critica aquí la efectividad de la campaña --no tengo manera de medirla-- sino lo disparatado de sus enunciados y su bajo grado de creatividad.