Gabriel Figueroa: siempre he hallado la felicidad
Adriana Malvido /I Gabriel Figueroa ha dedicado su vida a convertir en obra de arte todo aquello que mira a través de su cámara cinematográfica: desde las nubes de México hasta los ojos de María Félix.
Ahora, feliz a sus 89 años, lee el guión de una nueva película en la que es él quien protagoniza la trayectoria de su vida y de su obra, es él quien permite un enorme close up a su historia personal, es él quien se deja mirar cuando la cámara invisible de Elena Poniatowska lo retrata hasta dentro e ilumina hasta el último rincón de su mundo y su memoria.
El camarógrafo mexicano, autor de 224 películas y lleno de reconocimientos mundiales, toma en sus manos La mirada que limpia. ``Este libro es la mejor biografía que me han hecho, lo mejor que se ha escrito sobre mí'', dice contento.
Y agrega: ``Elenita nos desnudó a todos, a mi familia y a mí. El modo que tiene para sacarle a uno las cosas más íntimas, las cosas que nunca nos habíamos dicho, allí están. Está todo, toda mi vida, escrito en una forma narrativa y poética que nunca se había hecho; es un libro cinematográfico, una especie de Rashomón''.
Y es que, como en aquella película de Kurosawa, la periodista hizo un paneo con su cámara invisible para registrar otras miradas y otras voces que cuentan sus propias versiones alrededor de un mismo fenómeno: Gabriel Figueroa.
El libro, escrito como si fuera un guión cinematográfico y recientemente publicado por Editorial Diana, es como dice la contraportada, una entrevista-biografía, una convergencia de miradas: la de Gabriel Figueroa sobre sí mismo; la de Antonieta (pintora) sobre su marido; las de Gabriel (fotógrafo), María (ilustradora) y Tolita (escenógrafa) sobre su padre, y la de Elena Poniatowska sobre todos ellos y algunos más.
El artista, el amigo, el esposo, el padre, el hombre que ha mirado a México durante casi 90 años, está en La mirada que limpia, como lo están su niñez, sus primeros pasos en la fotografía, sus vivencias al lado de directores, actores y actrices de primer nivel en la historia del cine; su compromiso con la honestidad, su vida sindical, su amistad con escritores y pintores, sus ideas sobre el arte, su camino hacia un estilo de mirar y un rico acervo de fotografías y de anécdotas que narra deliciosamente.
Como describe su hijo en el libro ``(Figueroa) ...empieza a desempolvar imágenes que le vienen desde muy adentro, y las proyecta a través de una plática divertida, llena de planos cinematográficos: inicio, desarrollo, descripción de personajes, clímax y desenlace''.
Don Gabriel nos recibe en su estudio. Caballeroso sirve el café y vemos reproducida la escena descrita en el libro: ``(...)el mantel de encaje, las servilletas almidonadas, las tazas, la cafetera, la azucarera con sus terrones cuadrados y las pinzas de plata''. Alegre y dispuesto al diálogo, comenta que con el nuevo libro ``es la primera vez'' que revisa toda su vida''.
--¿Por qué le parece importante contar su vida personal?
--Ya estoy ahorita camino al panteón, ojalá sea pronto, hoy mismo, porque no quiero vivir más tiempo, ha sido demasiado. He vivido con una gran alegría la vida, siempre, pero no quiero estar en condiciones de no poder seguirla viviendo así. Y por eso conté ahí toda mi vida y ahí está todo, todo absolutamente.
--¿No se guardó ningún secreto?
--Posiblemente un par de secretos, pero cuento muchos que siempre me había guardado, como la historia de B. Traven y la de Esperanza López Mateos, que no era hermana de Adolfo, quien fue como mi madre y a la que yo quise muchísimo.
Llega al estudio Elena Poniatowska y se enriquece el diálogo. Explica por qué en su serie de libros Todo México, recopilación de entrevistas que ha hecho a lo largo de su trayectoria, decidió dedicar íntegro el tercer tomo --La mirada que limpia-- a un sólo personaje:
``El siempre me ha fascinado desde que era jovencita. La tercera entrevista que hice en mi vida fue a don Gabriel, en 1954. Yo ya era fanática de los cielos de Figueroa, y me gustó mucho su forma de ser, su franqueza, cómo decía las cosas tal y como son, sin adornarlas. He reunido varias entrevistas con él a través del tiempo y pensé que el personaje ameritaba un tomo completo, de puritita chiripa coincidió que se cumplen los cien años del cine y en el museo Carrillo Gil hay una exposición sobre su obra y la relación de ésta con la pintura mexicana, obra amorosa de su hijo que realizó un portafolios con fotogramas de numerosas películas filmadas por Gabriel Figueroa.
``Ya había escrito algunos catálogos sobre él y dije, bueno, si conozco a su esposa que es pintora, si el personaje de Tolita me fascina y el de María que es ilustradora y el de Gabriel que es fotógrafo, ¿por qué no hacer un guateque y mezclar sus voces? En eso me ayudó muchísimo Mauricio Sánchez Menchero.''
El resultado es un guión cuya locación es la casa de los Figueroa en Coyoacán, donde cinco personajes, ``cuyos rasgos principales son la libertad y la creatividad'', hablan de su vida y, como dice Poniatowska, ``no se adornan ni se esconden, al cabo y al fin la cámara revelará el negativo que cada uno lleva dentro''. Gracias a eso, ``este libro es una morada interior, no una fachada''.
Cuenta Elena que Figueroa no sabía que su familia intervendría en el libro, que se enteró cuando le llevó el manuscrito.
--Todas las palabras que Antonieta y sus hijos dicen de usted, ¿son cosas que ya conocía?
--¡No! Estoy descubriendo a mi familia y el concepto que tienen de mí.
--Algunos episodios recuerdan a Interiores, de Woody Allen: los sentimientos ocultos que hay en todas las familias.
--Pero nunca nos los decimos, eso lo sentimos cada uno individualmente y Elenita los ha sacado, nos ha desnudado. Nosotros nunca nos comentamos esas cosas, hay un respeto mutuo muy grande.
--Elena, ¿con cualquier artista se puede hacer un libro así?
--Sólo alguien con quien sientas gran identificación, con el que hablas el mismo lenguaje y entiende tus preguntas; es decir, donde hay una correspondencia. Pero sobre todo, yo creo que la base está en la admiración y el amor que le profeso a Gabriel Figueroa.
--Al hacer el libro, ¿con qué te encontraste, qué te sorprendió?
--A lo largo de estas páginas y de tantos años y de todo lo que cuenta, hay un personaje siempre fiel a sí mismo, que nunca se traicionará, de una integridad y una honradez absolutas; eso te cimbra, es como una lección de vida.
Primero admiró la relación del camarógrafo con el cielo. La describe en su libro: ``Estate quieto que te voy a retratar, mírame de frente; vente cielo que aquí cabes, estáte quieto''. Y al domador de nubes, a las que acomoda en su encuadre: ``Tú aquí, tú allá''. Y luego el conmovedor episodio de la embolia.
Interviene don Gabriel: ``Un día estaba yo recostado y una mujer muy impertinente me llamó por teléfono para preguntarme donde vivía Dolores del Río. Yo le dije: `Señora, en el Panteón Francés'.` No, no --insistía--, quiero saber la calle y el número'.
``De pronto tartamudeé, colgué el teléfono y cuando me quise levantar ya tenía toda la mitad del cuerpo paralizada. Me paré con una dificultad tremebunda y ya así parado estiré el brazo y lanzé un grito. Y el grito me salvó porque tenía un problema de colesterol aquí en la vena, al gritar algo pasó y comencé a caminar. Fue un milagro, pero me tardé ocho meses en recobrar la dicción y perdí un oído.''
El libro termina con una frase: ``Siempre he buscado y encontrado la felicidad''. ¿Cómo le hace?, preguntamos.
``Siempre he estado de buen humor, esa es una forma de felicidad''.