Si en el mundo las posiciones políticas, ideológicas y partidistas se han deslavado en forma significativa y han perdido mucha de su sustancia, en Estados Unidos estos fenómenos llegan a extremos asombrosos. Una clara expresión de ello fue el encuentro televisivo que tuvo lugar ayer entre el presidente William Clinton y el aspirante presidencial republicano, Robert Dole, que difícilmente podría ser calificado como debate y que más bien resultó una conversación, errática por momentos, y un duelo verbal menos modulado por los conceptos vertidos que por las exigencias de la lógica publicitaria.
El afán de los protagonistas políticos estadunidenses por formular ofertas políticas que cautiven a la mayor generalidad posible del electorado generó situaciones paradójicas: los televidentes del vecino país y del mundo pudieron presenciar a un Dole convertido en súbito defensor de las políticas de bienestar social, y a un Clinton que rechaza el apelativo de ``liberal'', como si se tratara de una descalificación.
Durante las campañas políticas de 1992, el entonces candidato Clinton y el por ese tiempo presidente George Bush exhibieron ante el electorado propuestas políticas, económicas y sociales claramente divergentes. Ahora, a diferencia de hace cuatro años, las diferencias brillaron por su ausencia, hasta el punto de que lo que parece estar en juego en el proceso electoral de este año no son los programas, las plataformas y las estrategias de cada partido, sino la imagen personal que cada candidato logre proyectar.
Ciertamente, las civilizadas discusiones públicas entre los aspirantes a puestos de elección popular resultan, en principio, un sano ejercicio cívico y republicano, pero a condición de que en ellas se expongan y ventilen las diferencias políticas sustantivas. De otra manera, como ocurrió en el debate de anoche, las confrontaciones de personalidad y estilo distorsionan el sentido de la pugna por la representación popular y el sufragio y acaban convirtiéndose en un mero ejercicio de actuación y en un engaño para el electorado.