La Jornada Semanal, 6 de octubre de 1996
Sobreviviente de mí mismo,
el pelo largo,
me siento en la silla del peluquero.
En un caballete está el espejo,
atrás de mí las casas,
más allá el cerro.
Los resortes del sillón pican la espalda.
Sobre el descansapiés miro las lenguas
de mis zapatos viejos.
Chon me hace la raya con el peine,
a tijeretazos avanza sobre mi cabeza
echando mechones sobre el empedrado.
Moscas sin vanidad se asolean en las piedras,
o se pegan a la frente de Chon.
Él las ahuyenta moviendo las orejas.
El peluquero me muestra su obra maestra:
un corte de pelo perfectamente redondo.
En el espejo de mano
miro en el cerro el sol que se pone.
"Cantaré la luz", me digo,
sintiéndome ya poeta
Te recuerdo corriendo por la calle,
envuelta en un impermeable percudido,
yo vestido de verde y de día viernes,
tapándote la cabeza con un periódico
para que no nos viera tu padre.
Era noviembre y lloviznaba,
tu pelo empapado sobre el impermeable
era una mariposa que volaba.
De tu bolso abierto caían monedas
que recogía un mendigo.
Andábamos de luna de miel de calle en calle,
sin ceremonia civil ni religiosa,
casados por el santo sacramento del amor.
Nuestros pasos pesaban en el piso,
y los zapatos ahogados en el agua
hacían ansiosa nuestra fuga.
Mojados nos metimos en el metro,
a empujones abordamos un vagón,
y las puertas sobre tu espalda
plegaron como dos alas tu impermeable.
Mirándonos nos fuimos en el tren,
que nos llevó en su propio mundo,
lejos del día y lejos de la noche.
Yo besé tus labios con sabor a lluvia.
Autorretrato a los 13 años
Te recuerdo corriendo por la calle