José Agustín Ortiz Pinchetti
Sacar del closet a la reforma electoral

La reforma electoral, el hecho público más importante del sexenio, se ha convertido en un acto privado, hermético. Los únicos que la han negociado son los partidos con representación parlamentaria, o más bien sus dirigentes, o más bien ciertos dirigentes y sus asesores y algunos altos funcionarios y asesores del gobierno. Gente, mucha de ella ilustre, pero que sólo responderá ante Dios y ante la Historia de la transición mexicana. Además, tiene unos cuantos días para cumplir una tarea que haría temblar las corvas de Hércules:

1. México optó por un proceso cerrado para el debate de la reforma. Se hubiera justificado de haber sido breve. Pero la negociación fue un proceso lentísimo y tortuoso. Duró 22 meses para lograr poner a la luz pública la reforma constitucional. Es una gran reforma y es la respuesta a los agravios que hemos sufrido en 67 años de abusos, trampas, fraudes, competencia desleal.

2. La propia reforma constitucional dio a los legisladores un plazo, que se vence el 31 de octubre, para: a) reformar toda la legislación secundaria y ajustarla a los nuevos principios constitucionales; b) para elegir a todos los funcionarios del sistema electoral que sufrirá un recambio radical.

3. Esto significa:

a) Reformar 200 artículos de la Ley Electoral; b) reformar nueve artículos clave de la ley reglamentaria del artículo 5o. constitucional; c) reestructurar la Ley Orgánica del Poder Judicial Federal (60 artículos); d) crear una nueva Ley de Impugnación en Materia Electoral (110 artículos); e) reformar cinco artículos clave del Código Penal Federal en Materia de Delitos Electorales; f) crear un nuevo Estatuto del Gobierno del Distrito Federal; g) elegir por consenso a 3 mil nuevos funcionarios electorales: nueve consejeros electorales del IFE, 2 mil consejeros ciudadanos locales y distritales, y directores de áreas, vocales, etcétera, etcétera.

4. Ya pasó agosto, se murió septiembre y estamos en la primera semana de octubre. Quedan 25 días para construir el gran edificio electoral.

5. Las opciones son éstas:

a) Habrá un gran debate nacional y/o un debate entre los partidos en el Congreso para discutir toda la agenda. Si actúan con la velocidad con la que se discutió la reforma constitucional, pueden tardar unos 20 años, o por lo menos los cuatro que le faltan a este sexenio. También el PRI podría ``mayoritear'' sus proyectos y/o sacarlos asociados con algún partido de oposición. Además de ``quemar'' a éste, destruido el consenso, quizás el elemento más sólido de todo lo logrado hasta ahora. b) Podría aprobarlo al vapor, porque ya esté consensado. Eso significaría que unos 50 notables habrían sustituido a cientos de legisladores y a unos 50 millones de ciudadanos. Un signo de esta ``salida'' es que los proyectos de reforma están circulando en forma confidencial entre los iniciados. No se han hecho públicos ni han aparecido en los periódicos (hasta hoy 4 de octubre en que escribo este artículo).

6. La indiferencia con que el pueblo de México está viendo la reforma electoral (en reciente encuesta sólo un poco más del 20 por ciento cree que es un asunto importante para el país) y la falta de respeto a todos los partidos existentes y a los políticos (el 50 por ciento de los ciudadanos considera que ninguno es confiable), es una respuesta muy justa a estos procesos crípticos que vuelven exclusivo de muy pocos lo que es asunto de todos.

7. Hay que abrirle puertas y ventanas a la reforma. Si hay necesidad de ampliar los plazos y discusión, hay que hacerlo ahora y no en el último minuto. Hay que explicar a la sociedad los motivos y las razones del cambio, Hay que dar intensa luz a lo que es, hasta hoy, el único logro importante del gobierno y de la clase política en materia de reforma de las instituciones.