La insistencia en vender los complejos petroquímicos de Pemex, luego de año y medio de inútiles intentos y de creciente oposición, se ha basado en supuestos que, uno a uno, resultan falsos. Vamos a compararlos con la realidad.
Supuesto: Los complejos petroquímicos de Pemex pierden dinero. Realidad: Estos complejos, agrupados en Pemex Petroquímica, tuvieron una utilidad de operación de 202 millones de nuevos pesos en 1994, y de 2 mil 82 millones en 1995 (Fuente: Memoria de Labores de Pemex del año respectivo).
Supuesto: Se requiere mucha inversión y Pemex no tiene dinero. Realidad: En el Foro Nacional de la Industria Petrolera organizado el año pasado por la Comisión de Energéticos de la Cámara de Diputados, funcionarios responsables calcularon en 200 millones de pesos el costo de las obras más necesarias de modernización y en mil millones una renovación que abarcaría hasta la puesta en servicio de plantas que están en cajas porque no se ha dado presupuesto para desempacarlas y armarlas. Estas dos cantidades son, respectivamente, la décima parte y la mitad de la utilidad de operación del mismo año de 1995. En cuanto al ingreso de Pemex, está limitado por un régimen fiscal de excepción, totalmente distinto del de empresas petroleras del resto del mundo, y pagó al fisco el 93.7 por ciento de su rendimiento antes de impuestos en 1993, el 94.5 por ciento en 1994 y el 89.0 por ciento en 1995 (Memoria de Labores 1995, Cuadro 1).
Sí hay dinero, y mucho, pero se ha empleado con fines ajenos a la industria petrolera, que van desde el subsidio fiscal y luego directo al sistema financiero, hasta la venta, por abajo del costo, de energía a pocos consumidores con tarifas privilegiadas y pagos anticipados de la deuda. Por lo demás, nadie se ha opuesto, sino al contrario, a la inversión privada, siempre que se traduzca en nuevas plantas, nueva tecnología, nuevos empleos, y no en comprar lo que ya está produciendo y dando empleo.
Supuesto: No hay problemas legales en la venta de los complejos de Pemex. Realidad: Los problemas legales son muchos. Aun si se considera válido que se ``reclasifiquen'' productos con una disposición administrativa cuando que los criterios originales fueron definidos por ley, nadie duda que, por ejemplo, la gasolina es un refinado y, por tanto, un producto de producción exclusiva de la Nación a través de Pemex; o de que los pentanos lo sean también, ya sea porque se les considere, como las autoridades, como petroquímico básico, o que lo veamos como lo que es en realidad, producto de la refinación y uno de los compuestos que forman la gasolina. Pues bien, cantidades nada despreciables de éstos y otros productos en condiciones similares son producidos en los complejos petroquímicos de Pemex que se quieren vender. Este es sólo uno de los problemas legales que hay.
Supuesto: Se requieren en la petroquímica nuevas tecnologías, y no las tenemos en México, por lo que se deben vender los complejos. Realidad: Precisamente porque el capital de fuera debe aportar tecnología, es que no se debe destinar a comprar complejos ya viejos sino a construir instalaciones nuevas. La inversión extranjera ha fluido a ritmos mayores que aquí en países que, en vez de vender lo que tienen, orientan y estimulan la inversión en nuevas áreas e instalaciones.
Quienes identifican con la modernidad a posiciones ideológicas ultraliberales, no sólo olvidan que éstas ya habían sido abandonadas a raíz de la crisis mundial de 1929-1933, sino que no se han percatado de que ya pasaron los tiempos de Reagan y Thatcher, y que las economías gobernadas por estos personajes, ahora símbolos, fueron relegadas por las economías japonesa y alemana, con mayores niveles de intervención estatal apoyando su desarrollo.