Las 7 mil instalaciones y las 147 mil hectáreas estratégicas de territorio panameño que desde 1914 están bajo control militar de Estados Unidos y que deberán ser devueltas a Panamá el 31 de diciembre de 1999, entrarán en el nuevo siglo siempre en manos extranjeras, aunque esta vez afortunadamente civiles.
El gobierno panameño, en efecto, ha creado la Autoridad de la Región Interoceánica, presidida por el en su tiempo discutido presidente Nicolás Ardito Barletta, y la misma espera lograr 500 millones de dólares vendiendo las bases militares estadunidenses y todos los bienes existentes en la zona canalera, así como los dos principales puertos del país en las bocas del canal sobre el Caribe (Cristóbal) y sobre el Pacífico (Balboa).
El gobierno panameño sólo conservaría las concesiones y la administración del Canal, que sería ampliado y modernizado. Todo lo demás iría al sector privado, inclusive la terminal petrolera de Rodman-Arraiján que será devuelta este año a Panamá.
Los inversionistas no pagarán impuestos a la importación ni a la exportación ni por sus ingresos ni ningún otro tipo de tasas durante 20 años. Tendrán además un régimen migratorio especial y podrán rotar o trasladar a los trabajadores sin atenerse a las leyes laborales vigentes y, además, no deberán invertir inicialmente nada en instalaciones pues utilizarán las actuales construcciones militares.
Empresarios estadunidenses, europeos, taiwaneses y coreanos han presentado ya proyectos de todo tipo para convertir a Panamá en un gran centro de servicios marítimos, de reparación de naves y de enganche de marinos y también en un gran centro turístico. Dada la filosofía liberalista imperante en Panamá, será muy difícil evitar el lavado de capitales en la zona, lo cual sin duda potenciará el ritmo de desarrollo de la misma.
Es evidente que los inversionistas y el capital financiero, nacional e internacional, harán un excelente negocio y que algunos capitales panameños aprovecharán este maná prestando su nombre y sus conocimientos a los extranjeros que se precipitarán a llenar el vacío dejado por los marines.
Lo que no está tan claro es cuánto ganarán los trabajadores y el pueblo panameños pues los empleos que les tocarán serán pocos, sin garantías y de baja calidad, todo se encarecerá y, además, deberán sostener al Estado por sí solos, pues salvo los asalariados muy pocos pagarán impuestos.
Como modelo de consecuencia en la aplicación del neoliberalismo no se podía pedir nada mejor. Lástima que Estados Unidos tuvo que bombardear Panamá y ocuparlo para abrir la vía a esta privatización total de un país que sienta un curioso precedente.