La legalidad y el orden político, en juego en el DF: Camacho Solís
Cristina Pacheco En México hay ``un enorme divorcio de las instituciones, de sus principios y de la fortaleza de la Constitución'', advirtió Manuel Camacho Solís, presidente de la Fundación Democracia y Desarrollo, con quien La Jornada conversó sobre el panorama político del país y su aspiración de contender en las elecciones de 1997 para el gobierno del Distrito Federal. Esta es la entrevista.
--¿Cómo van sus gestiones para desactivar los candados que, según la Reforma Electoral, le impiden participar en las elecciones del 97?
--En las próximas dos semanas tendremos noticias de si mi asunto va a la Suprema Corte o se queda en el Colegiado. Lo importante es que junto con el amparo está toda una reflexión sobre el procedimiento que se siguió para hacer la Reforma Electoral, sobre la división de poderes y sobre la necesidad de proteger a la Constitución... El asunto del artículo 122 ya no es sólo una cuestión personal, cosa francamente secundaria, sino un asunto que tiene que ver con el principio de legalidad en México, con la Constitución y sus reformas como elemento central del orden político en nuestro país.
--¿Considera ese aspecto de la Reforma como una estrategia para impedirle el acceso al gobierno del DF o frenar su carrera política?
--En realidad fue una reforma que en ningún país democrático del mundo podría haberse dado. A nadie se le ocurriría modificar la Constitución para impedir que diez ciudadanos participen en un proceso político. Respecto a su pregunta, creo que ese punto de la Reforma sí estuvo dirigido hacia mí porque las otras gentes son miembros del PRI y sí hubieran aceptado los lineamientos de este partido de modo que no hubiese sido necesario reformar la Constitución para impedir su candidatura.
Partidos, sociedad y constitución
--La misma Reforma establece que no podrán contender por el DF candidatos independientes. Usted ahora no tiene partido.
--Uno de nuestros grandes problemas es la desconexión entre las instituciones políticas y la sociedad que, por lo mismo, no está plenamente representada... lo verdaderamente importante es analizar si los partidos políticos son en realidad representativos, si las instituciones políticas tienen conexión con la sociedad.
En México se están haciendo reformas constitucionales sin tomar en cuenta a los ciudadanos: no hay referendos que obligarían a consultar a los ciudadanos respecto de las decisiones mayores; no hay una reforma constitucional por dos legislaturas, no hay siquiera un mecanismo legal para convocar a un Congreso constituyente que revisara a fondo todo lo que se ha venido haciendo en los últimos años en el país.
Estamos ante algo que se denomina el Constituyente Permanente --los términos son contradictorios-- que puede reformar la Constitución, que decide lo qué es legal y cómo deben ser las decisiones políticas sólo porque cuenta con una mayoría priísta absoluta... Estamos yendo a un enorme divorcio de las instituciones, de sus principios y de la fortaleza de la Constitución.
--Algunos priístas consideran su protesta como un recurso para convertirse en víctima; en cambio panistas y perredistas simpatizan con su actitud. ¿Ingresaría a alguno de estos dos partidos?
--Hay una buena comunicación con ellos, lo mismo que con los grupos de oposición, organizaciones civiles y periodistas independientes. Esto no significa que vaya a incorporarme a ninguno de los dos partidos: poco ayudaría con hacerlo. Creo que ellos tienen una gran tarea que realizar, pero ésta es más bien parte de toda una reflexión sobre cuál es la estrategia más conveniente para las fuerzas de oposición en el 97 y en el 2000.
De la política como negociación
--Ante el EZLN sus gestiones en calidad de Comisionado fueron positivas... En caso necesario ¿aceptaría ser comisionado ante el EPR?
--Modestia aparte, me considero un buen negociador. Lo fui durante los terremotos, durante mi gestión en la Regencia y en Chiapas. No fue consecuencia de atributos personales sino de una actitud ante los problemas. Creo que frente a cualquier dilema ayuda mucho estar abierto, tener en cuenta a los interlocutores, reconocerles lo que son en vez de humillarlos o de ponerlos contra la pared. Tener una línea de endurecimiento no ayuda.
Gobernar la ciudad
--A la distancia ¿cuáles cree que hayan sido sus aciertos como regente?
--De mi trabajo quedaron muchas cosas: el programa de rescate a Xochimilco, la protección de los acuíferos del Ajusco, las acciones a largo plazo para quitarles el plomo a los combustibles, obras públicas como la Calzada Zaragoza. Hay una obra fiscal financiera que fue la más acertada en el país en esos años. Hay otra tarea: haber iniciado la reforma política para que hubiera elecciones y un gobierno democrático y representativo.
De lo que más orgulloso estoy es de haber podido gobernar la ciudad sin represión, sin exclusiones --lo que no era nada sencillo porque en el 88 el lugar más conflictivo del país era la ciudad de México-. Sin embargo, en cinco años no hubo detenciones ni represiones: no nos fuimos sobre los enemigos políticos.
El hecho de haber tenido un gobierno fortalecido permitió mantener los problemas de inseguridad en niveles inferiores a los del pasado en condiciones económicas equivalentes, la prueba de cómo actuamos y nos comportamos es que hoy me atrevo a andar solo en cualquier parte y a cualquier hora con las mismas condiciones de seguridad que tienen otros ciudadanos.
--Además del desempleo, la contaminación y la inseguridad, en la ciudad hay dos problemas graves: el comercio ambulante, concretamente en el centro histórico, y el transporte.
--Me aboqué al rescate del centro histórico. Lo dejamos sin ambulantes y con 700 proyectos de rehabilitación.
En el caso del transporte señalamos una serie de prioridades y tratamos de cumplir con lo ofrecido al principio de la gestión. Creo que entregamos buenas cuentas pero reconozco que no hicimos todo lo que se necesitaba... Por esto, creo que el punto central para el 97 es construir un programa, no un rollo, que permita atender estas dos o tres prioridades: seguridad primero que nada.
Con la gente y no contra la gente
--¿Y Ruta 100?
--Allí tomamos una serie de decisiones con el propósito de hacer más eficiente la empresa en acuerdo con el sindicato. Esto porque mi concepción de la política es que se deben hacer las cosas con la gente y no contra la gente. Y ya que tocamos el tema, quiero referirme a lo que se dijo: que a través de Ruta 100 le pasé dinero al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Se trata de una de las grandes mentiras que ha construido el gobierno. Además, si ése fuera el caso, debería procederse porque se trata de un asunto muy grave.
Hasta donde yo sé, todos esos rumores circularon porque los agentes de Seguridad Nacional detectaron lo que, según ellos, eran uniformes de la Ruta 100... Cierto que usaban (los miembros del EZLN) pantalones parecidos a los de los choferes, sólo que de una calidad y una factura muy distinta. Deveras, es vergonzoso que ése sea el nivel de inteligencia con el que se sacan estas conclusiones. Aclaro que jamás hubiéramos apoyado con recursos económicos un movimiento guerrillero, bajo ninguna circunstancia, y mucho menos habríamos alentado el movimiento si hubiéramos tenido información al respecto.
Para que sobreviva el DF
--De darse las modificaciones necesarias y contar con el voto de los ciudadanos ¿cuál sería el programa de gobierno para 1997-2000?
--A partir de considerar que sólo tendría tres años para cumplir un programa, actuaría de inmediato. Desde el principio haría un gobierno de coalición con todas las fuerzas políticas y con las mejores gentes. Mi programa iba a estar dirigido a tres prioridades: seguridad, programa social, proyectos de largo plazo vitales para que la ciudad sobreviva. Creo que realizando un programa así, de manera natural volverían a facilitarse condiciones para generar inversiones en la ciudad y bajarle un poco al problema del desempleo.
--¿Y los megaproyectos de que se está hablando: doble piso para las vías rápidas, tren elevado, proyecto Alameda...?
--Creo que los megaproyectos tienen que ser evaluados en función de las nuevas condiciones económicas y sociales; pero no creo que deben ser el tipo de proyectos en que se comprometa el gobierno.
Un gobierno debe comprometer su prestigio en hacer gobernable la ciudad con la participación de todos, contribuyendo a la estabilidad; es decir, actuando para que la gente simplemente pueda vivir. Hay que diseñar un programa social que comprometa a la gente.