La Jornada 5 de octubre de 1996

Club de golf Malinalco: escenografía para ricos

Alberto Nájar, enviado, Malinalco, Edomex Al margen de las promesas, los hechos en este lugar desmienten los ``beneficios'' que ofrecen los clubes de golf: cinco años después de que uno de ellos se instaló en la población, solamente nueve de los habitantes tienen empleo fijo en sus instalaciones; el impuesto predial fue reclasificado y ahora se cobran tarifas similares a los desarrollos residenciales de Huixquilucan, lo que provocó que el 20 por ciento de los pobladores originales fuera desplazado a asentamientos irregulares sin servicios por el incremento en el costo de vida.

Con la influencia del club, los terrenos en el pueblo se cotizan hasta en tres mil 600 pesos el metro cuadrado, con lo que se volvieron inaccesibles para la población. Y además, debido a la extracción excesiva de agua para regar el pasto, el nivel de los mantos freáticos disminuyó sensiblemente, a tal grado que ya no se puede perforar un pozo más.


Malinalco. Foto: Alfredo Estrella

En Malinalco conviven dos mundos separados: el de los habitantes originales que aún quedan y comparten el espacio del pueblo con los visitantes de fin de semana, y los poseedores de acciones en el club de golf que con frecuencia arriban en helicóptero, pocas veces se acercan a la población. A decir de algunos, ``utilizan las casas y calles como escenografía para su descanso''.

La vida en verde

Hasta antes de 1991, cuando se instaló el club de golf, en Malinalco el metro cuadrado de terreno costaba entre 15 y 20 pesos. Ahora en algunas partes se ofrecen propiedades semiurbanizadas a 3 mil 600 pesos el metro, aunque en términos generales el precio se cotiza ligeramente más abajo.

Elemento fundamental en este encarecimiento es la especulación con la tierra, y en ello es básica la influencia del desarrollo campestre.

Según la Asociación de Arquitectos de Malinalco ``hay una inflación difícil de controlar'', especialmente porque los propietarios de lotes conocen muy bien el precio del metro cuadrado en el club de golf.

Así, en la mayor parte de las transacciones prevalece el criterio de que los interesados en comprar tienen la suficiente capacidad económica para pagar lo que sea.

Pero lo único que se consiguió fue inflar artificialmente los costos, de tal manera que actualmente ni uno de los habitantes originales puede comprar un pedazo de la tierra donde nació.

Ellos fueron los primeros en irse. Paulatinamente, a lo largo de cinco años, vendieron sus propiedades en el pueblo o dejaron de pagar las rentas y se fueron a los alrededores, donde fundaron asentamientos como Emiliano Zapata, Puentecito, La Loma, El Amate Amarillo, Puente de Caporal y El Cóporo; en este último viven todos los que alguna vez habitaron el barrio de San Martín.

Datos de la Asociación de Arquitectos revelan que en esta zona la tasa de crecimiento de la población es de 4.5 por ciento al año, una de las más altas de todo el estado. La población actual de los asentamientos es de dos mil personas, el 20 por ciento de los diez mil 500 que habitan la cabecera de Malinalco.

No cuentan con servicios públicos e incluso las posibilidades de que reciban agua potable son pocas, pues a raíz de la extracción para el riego del pasto en el club, el nivel de los mantos freáticos se redujo sensiblemente, de tal manera que ahora ya no se permite la perforación de un pozo más.

Y es que mientras en el desarrollo campestre funcionan dos pozos durante las 24 horas, a tres kilómetros existe otro que surte de agua a la cabecera, y sólo tiene permiso de operar seis horas al día.

Los primeros afectados con esta escasez fueron los habitantes de San Sebastián, en cuyos terrenos se asentó el club de golf. En un principio el ofrecimiento fue que se beneficiarían con la extracción de agua, pero cinco años después ``la reciben a cuentagotas, porque según ellos si les dan más el pueblo va a crecer y no quieren'', comentó Felipe Lafuente, presidente de la Asociación.

De acuerdo con sus estadísticas, regar el pasto de un club de golf típico, como existe en Malinalco, implica consumir en un año tanta agua como la que gastaría una familia durante ocho.

Además, hasta el año pasado se cumplieron a medias dos de los beneficios prometidos a Malinalco: un mercado que está cerrado porque sus instalaciones son inadecuadas, y un Cebetis donde principalmente se imparten materias relacionadas con el turismo y poco se toca la agicultura, actividad a la cual se dedica el 53 por ciento de los habitantes.

Tampoco resultó cierta la generación de empleos para los pobladores de la región, pues actualmente sólo nueve de ellos tienen trabajo fijo en las instalaciones, mientras la ocupación de la población económicamente activa de Malinalco se redujo a niveles inferiores a los que existían en 1970: 26.6 por ciento en la actualidad contra 28.5 por ciento, en esos días.

Y, por si fuera poco, hasta ahora se desconocen los efectos en el medio ambiente que pueda tener el uso intensivo de agroquímicos para conservar el pasto verde, herbicidas para eliminarlas plantas dañinas o fertilizantes especiales.

La puerta negra

Es el mismo espacio geográfico, pero en realidad constituyen dos mundos opuestos: los que viven dentro de la barda que rodea el club de golf, y los demás.

Es una separación radical que se hace evidente incluso entre las familias adineradas que tienen propiedades en la cabecera, quienes virtualmente ``alucinan a los del club'', comentó el arquitecto Jorge Calvillo, habitante de Malinalco desde hace 15 años. ``No estalecen ningún contacto, llegan, se divierten y se van. Al pueblo lo ven como una escenografía bonita para su descanso''.

No hay derrama económica directa para el comercio, porque los víveres se compran en otro lado. No hay empleos porque se requiere personal especializado que no existe en la población, ni tampoco se necesitan servicios porque todo lo tienen en el club. A Malinalco sólo le quedan los efectos negativos.

Judith Garza, también integrante de la asociación, resume los hechos: ``Es culpa de la autoridad, ellos hacen hasta donde el otro los deja. Como inversionista tienes tantos derechos a gastar tu dinero y crear o no fuentes de trabajo, y se supone que al igual que el más miserable estás sujeto a las sanciones que marcan las leyes. El problema es cuando las autoridades empiezan a negociar''.