Juan Arturo Brennan
Savonlinna: ópera en un castillo

Savonlinna, Finlandia. Situada en la parte austral de la región lacustre de Finlandia, Savonlinna es una pequeña ciudad cuyo mayor atractivo es Olavinlinna, el Castillo de Olaf. Desde el final del siglo XIX el castillo ha sido una importante atracción turística de la región de Savonlinna, y su aspecto actual surge de un prolongado trabajo de restauración realizado entre 1960 y 1975. Hoy en día, Olavinlinna, el Castillo de Olaf, es la sede de un importante festival finlandés de ópera que cada año atrae numerosos visitantes y que es uno de los puntos culminantes de la temporada musical de verano en este país. En 1996, el Festival de îpera de Savonlinna cumple su temporada número 35, y ha ofrecido al público un total de 23 funciones de ópera (además de algunos conciertos y recitales) con un repertorio formado por El holandés errante y TannhŠuser, de Wagner; Macbeth, de Verdi; una coproducción de Mazeppa, de Chaikovski, con el Teatro Mariinski de San Petersburgo; y la ópera El palacio del compositor finlandés contemporáneo Aulis Sallinen.

La cuarta función de TannhŠuser se realizó en Olavinlinna en una noche particularmente fría de este verano finlandés, lo que no impidió que el patio central del castillo estuviera completamente lleno. Desde el punto de vista musical, este TannhŠuser resultó aceptable en general, con algunos momentos destacados. La dirección musical, siempre hábil y precisa, estuvo a cargo del veterano director finlandés Leif Segerstam, al frente de una muy buena orquesta formada especialmente para el festival. Los principales del reparto estuvieron a un buen nivel, pero no del todo equilibrados. Lo mejor de la parte vocal de esta representación wagneriana estuvo a cargo del barítono Raimo Laukka, quien hizo un Wolfram de gran nobleza y profundidad, y de la soprano Gunnel Bohman quien, como Elisabeth, supo combinar la energía que se requiere de una soprano wagneriana con las cualidades casi etéreas que su papel propone. Por el contrario, el tenor Raimo SirkiŠ como TannhŠuser y la soprano Susan von Reichenbach como Venus cumplieron con actuaciones apenas aceptables. Para aquéllos que quieran hacer una doble lectura de esto, quiero señalar que, coincidentalmente, los dos cantantes que se llevaron la noche representaron a los dos personajes que ven al amor en su dimensión pura, platónica y trascendente, mientras que lo peor de la velada correspondió a los dos que prefieren la vertiente sensual, terrena e inmediata de los placeres amorosos. Dicho de otra manera, en este TannhŠuser representado en Olavinlinna, el marcador fue: Puritanos 2, Sensuales 0. Lo que definitivamente no funcionó en esta representación de TannhŠuser fue la propuesta escenográfica de Hannu VŠisŠnen, quien en vez de aprovechar las magníficas condiciones naturales del patio de Olavinlinna, decidió ir en su contra y montar su propia, ecléctica y poco afortunada escenografía. Y no es que el fracaso escenográfico se haya debido a su estética moderna ni mucho menos; simplemente, VŠisŠnen no logró deshacerse de los enormes muros de Olavinlinna para crear algo realmente original e igualmente poderoso. En este contexto, la dirección de escena de Juha Hemánus, con algunas interesantes propuestas simbólicas, también tuvo que luchar, sin mucho éxito, en contra de los elementos escenográficos.

La noche siguiente, sin embargo, la representación de la cuarta función del Macbeth de Verdi fue todo un éxito debido en gran parte al buen uso del espacio. Anneli Qveflander aprovechó de la mejor manera posible los muros y las piedras, los arcos, las puertas y las escalinatas de Olavinlinna, para diseñar un Macbeth lleno de riquezas visuales y dinámicas, con el escenario dominado por una enorme, ominosa corona, y los pocos pero significativos elementos de escenografía y utilería perfectamente adaptados al estilo general de la puesta en escena. Para ese magistral entorno escenográfico, el director de escena Ralf LŒngbacka realizó una continuidad teatral impecable, muy dinámica y muy fluida, llena de afortunados hallazgos visuales y de movimiento, rica en apuntes contextuales y en sintonía perfecta con el estilo general de la representación. A todo esto hay que añadir numerosos momentos escénicos realmente destacados, como la presencia altamente efectiva de las brujas coreografiadas por Tommi Kitti, o la marcha de las huestes de Malcolm y Macduff hacia Dunsinane, que conformaron un Macbeth teatralmente muy rico. Todo ello fue complementado por un nivel musical sobresaliente surgido, de nuevo, de la sabia batuta de Leif Segerstam. Por su parte, el coro del festival demostró cómo debe cantar, actuar y moverse un buen coro de ópera; daba gusto escuchar los momentos épicos de este Macbeth verdiano, con una buena orquesta y un buen coro llenando de música el espacio de Olavinlinna. Y en un reparto redondo y equilibrado, en el que solamente los tenores (Macduff y Malcolm) no estuvieron a la altura de las circunstancias, destacó con brillo singular la presencia del gran barítono finlandés Jorma Hynninen, quien hizo un Macbeth sólido y profundo en la parte vocal, trágico y atormentado en la parte teatral. Como Lady Macbeth, la soprano Cynthia Makris superó con elegancia la mayoría de las terribles demandas técnicas y expresivas de un ingrato papel, logrando incluso algunas buenas indicaciones del tránsito de su personaje hacia la locura. En suma, una representación operística redonda y completa, con buena música y buen teatro, que fue acogida por el público con justificado y ruidoso tumulto.